Superentrenamiento. Yury Verkhoshansky
antes de que alcance un valor crítico.
• Aparato vestibular. Este sistema, situado cerca del oído interno, constituye una guía de la inercia o un mecanismo de equilibrio giroscópico sensible a cualquier cambio en la posición, velocidad y aceleración de la cabeza y, por consiguiente, de todo el cuerpo. Los tres conductos semicirculares monitorizan la posición y velocidad angular, puesto que son demasiado lentos para responder a la aceleración angular, mientras que la estructura pilosa y gelatinosa del utrículo mide la aceleración.
Los dos siguientes tipos de receptores no son sentidos cinestésicos, pero son muy importantes para el control de la destreza de los movimientos:
• Receptores del tacto. Estos receptores de la presión, que trabajan en estrecha cooperación con el sistema propioceptivo, cubren toda la superficie del cuerpo y aportan información al encéfalo sobre el contacto de cualquier parte del cuerpo con un objeto externo.
• Receptores del dolor. Los receptores del dolor específicos o inespecíficos de todo el cuerpo informan al encéfalo sobre los peligros que dañan o someten a una tensión excesiva cualquier parte del cuerpo. Además, ciertos centros situados en partes del encéfalo como el sistema límbico (tambien implicado en las emociones y en la motivación) y que reciben estímulos procedentes del resto de los sentidos, desempeñan un papel importante en la percepción del dolor.
En los estadios iniciales del aprendizaje de la destreza de movimientos, los deportistas tienen que emplear el sistema nervioso voluntario para ayudar a integrar la enorme cantidad de información procedente de todos los sistemas cinestésicos. Finalmente aprenden a depender casi por completo de los procesos reflejos y automáticos para desempeñar las mismas tareas. De hecho, se ha descubierto que los deportistas poco diestros no sólo producen patrones, intensidades y coordinación ineficaces, sino que también reclutan músculos que no cumplen ningún propósito en el control de estos movimientos. Además, la presencia de tensión en los músculos que supuestamente están relajados o que realizan un grado distinto o patrón de tensión también pueden ser el origen de lesiones musculares. De ahí que el aprendizaje de una técnica correcta sea esencial no sólo para la eficacia del movimiento, sino también para prevenir lesiones. Pasar por alto esta regla básica es muy frecuente entre los deportistas, que extreman el empleo ineficaz de la fuerza bruta para realizar una maniobra que podría hacerse sin esfuerzo prestando más atención al perfeccionamiento de la técnica.
El sistema nervioso central
El sistema nervioso central (ver fig. 1.27) es el punto de computación central y complejo del encéfalo y la columna vertebral que procesa la información que llega al tiempo que envía órdenes al resto del cuerpo (incluidos los músculos) mediante el sistema nervioso periférico (ver fig. 1.28).
Hace poco tiempo que el conocimiento científico sobre el encéfalo ha dado pasos de gigante, aunque la imagen sigue sin estar completa ni mucho menos y la visión simplista que aparece aquí no pretende aportar un conocimiento fisiológico exacto, sino que presentamos las teorías y hallazgos más importantes para que el lector pueda basar sus métodos de entrenamiento en fundamentos científicos sólidos. En principio hay que reparar en que, en ciertas situaciones de emergencia, los músculos reaccionan con gran rapidez de forma que no se puede perder tiempo en que las señales pasen por todo el centro de computación del sistema nervioso central. El cuerpo proporciona para ello un sistema de arcos reflejos. Por ejemplo, si la mano toca accidentalmente un objeto que quema, la acción refleja a nivel de la medulla espinal obliga a retirar la mano casi de inmediato y previene daños y lesiones. Durante los movimientos voluntarios también se producen acciones reflejas a nivel de la corteza motriz y no simplemente a nivel de la médula espinal (Evarts, 1979).
El psicólogo ruso Paulov fue el primer investigador que descubrió que los reflejos condicionados podían aprehenderse por métodos de reforzamiento. Dicho de otro modo, los programas de movimientos repetidos correctamente permiten ejecutar finalmente estos movimientos de forma automática. Esto es muy importante en el caso de todas las maniobras que hay que ejecutar con rapidez y no pueden demorarse por la reflexión mental sobre el proceso que se ejecuta.
La repetición de movimientos incorrectos crea unos reflejos que son difíciles de borrar. Cualquier intento de cambiar una técnica errónea suele provocar inseguridad o incapacidad para realizar estos movimientos con la comodidad anterior. Esto se debe a que el cuerpo se ha adaptado a unos patrones de movimiento ineficaces que redundan en el malestar emocional provocado por nuevas técnicas –en apariencia ineficaces y que pueden impedir que el deportista realice los cambios necesarios. A menudo se oye a los entrenadores o a compañeros que gritan instrucciones para corregir una técnica errónea durante la ejecución de movimientos rápidos. Esto es poco más que inútil porque no es posible cambiar de forma consciente el curso de cualquier movimiento que dure menos de 0,4 segundos (Thomas, 1970). Además, el fenómeno conocido de la parálisis por el análisis puede provocar que el deportista intente corregir o modificar una maniobra justo antes o durante su ejecución.
FIGURA 1.28 Representación simplificada de los componentes e interconexiones principales del sistema nervioso central implicado en el control y ejecución de la actividad motora.
Es poco habitual que cualquier secuencia de movimientos sea controlada por completo por los arcos reflejos; en vez de ello, los reflejos actúan junto con todo el sistema de control descrito en la fig. 1.28. La visión tradicional consistía en considerar que la corteza motriz, guiada por el cerebelo como un simple aparato de servocontrol, era el centro principal de la integración motriz. Además, se consideraba que el control se iniciaba junto con o justo después de la iniciación de cualquier movimiento (p. ej., procesos de retroalimentación). En vez de ello, las investigaciones actuales han descubierto que la corteza motriz está en un nivel inferior de control, conectada más directamente con las neuronas motrices de la médula espinal que con el cerebelo o los ganglios basales. Además, se ha descubierto que el cerebelo, los ganglios basales y la corteza motriz se activan antes de iniciar cualquier movimiento (Evarts, 1973, 1979). Un ritmo cerebral específico de unos 9 Hz queda bloqueado antes de que se produzca movimiento físico alguno (Siff, 1977). También se produce un aumento del tono muscular y otros cambios en la actividad de la corteza cerebral (como la «respuesta orientativa» y las «ondas de expectación») que preceden al comienzo de la respuesta motora (Siff, 1977).
También se sabe que el cerebelo no es quien inicia el movimiento, sino el que corrige o reorganiza las órdenes motoras antes de alcanzar los músculos, por lo que aplican los mecanismos de retroalimentación para asegurar que haya una eficacia muscular externa máxima. El cerebelo incluso coordina el movimiento cuando no llega información alguna procedente de la periferia del cuerpo (Llinas, 1975).
Estos hallazgos son los más importantes a la hora de diseñar métodos de entrenamiento correctos. Puesto que la actividad del cerebro precede al movimiento, es vital visualizar patrones de movimientos correctos incluso antes de empezar las prácticas. De hecho, la técnica de la visualización por medio de la observación de películas que hacen entrenadores y halterófilos, combinada con ensayos mentales, forma parte integral del entrenamiento de los halterófilos rusos. El entrenamiento autogéno en el que el deportista se visualiza a sí mismo en acción y se vuelve consciente de todas las tensiones y movimientos musculares, así como de los cambios fisiológicos y emocionales con los que se enfrenta en la competición, también forma parte importante del entrenamiento avanzado de los deportistas rusos. A veces se adaptan a los deportistas aparatos como ECG, EMG, monitores de la tensión arterial y medidores de la RCG (respuesta cutánea galvánica) para cerciorarse de que la visualización es fiable en la reproducción de las condiciones en las que se desarrolla la acción deportiva. Los mecanismos de alimentación hacia delante procurados por la planificación mental de las maniobras gracias al empleo regular de un entrenamiento autogéno deben ser más conocidos por los entrenadores de lo que lo son en la actualidad. Dicho de otro modo, «la práctica física y mental hace alcanzar la perfección».
La misma investigación ha revelado