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dejar de fumar» es lo mismo que decir «No quiero fumar». Este objetivo cumple todas las características que te expliqué unas líneas más arriba para que sea un antiobjetivo; este razonamiento es aplicable a cualquier objetivo que en su enunciado contenga aquello que quieres abandonar, perder o dejar de hacer. «Quiero perder peso», «Quiero dejar de tener miedo a volar», etc., no son objetivos; son gritos de malestar que hay que escuchar; sí, pero…, ¿objetivos? Ni hablar.

      Es absolutamente fantástico querer abandonar un hábito tóxico, claro. Faltaría más. La cuestión aquí es: ¿para qué quieres dejar de fumar? Ese es tu objetivo. Y sí, abandonar el hábito de fumar será con casi toda probabilidad algo que tendrás que hacer, pero como una tarea más de tu plan de acción, no como un fin en sí mismo.

      De verdad, si te levantas por la mañana y lo que te estás repitiendo es «Dejar de fumar, dejar de fumar», ¿en qué piensas?, ¿en qué centras tu atención? Eso es: fumar, fumar, fumar. No me parece demasiado hábil, la verdad. Como te expliqué unas líneas más arriba, estás atrayendo a tu vida más de eso que no quieres.

      Sin embargo, si llegas a la conclusión de que una de las razones por las que quieres abandonar ese hábito es «Más independencia y salud», ese ya sí que es un buen objetivo. Levantarte y pensar en «más salud» y «más independencia» ya es algo más amable, más positivo; conectamos a nuestro cuerpo y a nuestra mente con lo que queremos y empezamos a vibrar en aquello que deseamos, alejándonos de lo que queremos abandonar (y todos esos sentimientos negativos que lo acompañan).

      Tiene sentido, ¿verdad? A continuación te dejo una pequeña herramienta para que consigas reformular tu objetivo si es que lo has definido en estos términos.

      HERRAMIENTA

      Formula tu objetivo sin lo que quieres abandonar

       Tras aplicar la herramienta serás capaz de formular tu objetivo en positivo (si el enunciado contiene aquello que quieres dejar o abandonar)

       Tiempo que necesitarás: 10 minutos

      PASO 1: ¿PARA QUÉ quieres abandonar ese hábito?

      ¿Qué quieres conseguir dejando de hacer eso que haces? ¿Cuál es el fin último que persigues abandonando ese comportamiento? Encuentra el para qué, es importante; es la razón última por la cual ese objetivo (todavía formulado incorrectamente) es importante para ti.

      Ejemplo: Quiero ser una persona más independiente; ahora dependo del tabaco.

      PASO 2: Actúa «como si»

      Imagina que ya has abandonado eso que no quieres. ¿Qué sucede en tu vida? ¿Qué es diferente? ¿Qué has ganado? ¿Qué cosas buenas están sucediendo en tu vida? Las respuestas a estas preguntas sí serán buenos objetivos.

      Ejemplo: Si dejase de fumar tendría más salud, me encontraría mejor y tendría más poder adquisitivo.

      PASO 3: Reformula tu objetivo

      Al igual que hicimos con la herramienta anterior: reformula tu objetivo de modo que tengas en cuenta las respuestas de los pasos 1 y 2.

      Ejemplo: Mi objetivo será «Tener más independencia, mejorar mi salud y disponer de más poder adquisitivo».

      A tener en cuenta:

      Siempre que alguna respuesta contenga la palabra «no», debemos volver a pasarla por la herramienta. A veces me encuentro con personas que «Quieren perder peso» y les digo «Bien, ¿para qué quieres perder peso?» y me contestan: «Para que no me duelan las piernas». Si te has encontrado con una situación similar respondiendo a estas preguntas, vuelve a hacerte la pregunta de «¿Para qué quieres que no te duelan las piernas?» o «Imagina que ya no te duelen las piernas, ¿qué es diferente en tu vida?» Nuevas respuestas positivas del tipo «Podré pasear con más frecuencia», «Podré aumentar mi vida social», «Mejoraré mi humor». De nuevo: ahora sí que podemos utilizar estas frases en positivo para formular nuestro objetivo de modo que represente lo que queremos.

      EMPoDéRATE - EQUILIBRADO

      ¿Sabes? Vivimos buscando siempre el equilibrio. A la vida le va bien el equilibrio.

      Tomas la cantidad de aire justa y necesaria: si tomas más, te hiperventilas, si tomas menos…, bueno, mejor no hagas la prueba. Lo mismo con los alimentos: una alimentación en la cantidad y variedad equilibrada de frutas, verduras, proteínas, grasas e hidratos de carbono adaptada a tu propio metabolismo y estilo de vida es la que mejor te sienta; si tomas mucho de esto o poco de esto otro puede que empieces a notar efectos negativos (falta de equilibrio).

      Es probable que trates de mantener un equilibrio relacionado con el tiempo que te dedicas a ti mismo y el tiempo que le dedicas a otras personas; lo mismo con el tiempo que le dedicas a tu trabajo, el tiempo que dedicas a descansar o el tiempo que le dedicas al ocio. También tenemos equilibrio de pensamientos, equilibrio de acciones, equilibrio en el ejercicio físico que realizas a diario, equilibrio entre lo que ganas y lo que gastas, etc.

      Podemos afirmar pues que el equilibrio, en general, nos va bien. Tú tienes tu propia versión de lo que una vida equilibrada significa para ti. Y es genial, siempre y cuando hayas llegado a tus propias conclusiones a través de tu propia experiencia.

      Ecología y objetivos

      La ecología es la ciencia que estudia la relación entre los seres vivos y su entorno. Decimos que algo es ecológico cuando no rompe el equilibrio, no agrede, no interfiere negativamente en el devenir natural del sistema en su conjunto. Por ejemplo, cuando se introdujo el conejo común en Australia en el siglo XIX causó estragos (y sigue causándolos) ya que alteró brutalmente el ecosistema terminando con muchos recursos naturales, y a esos animales se les atribuye la responsabilidad principal de la extinción de fauna y flora autóctona así como graves problemas de erosión.

      Así, cuando nos planteamos objetivos se tiene que cumplir la misma regla: nuestras metas han de ser ecológicas, es decir, equilibradas con nuestra vida en todo su conjunto de modo que no agredan ni interfieran en la misma de manera negativa.

      Estoy acostumbrado a trabajar con personas que me dicen: «He conseguido objetivos en el pasado pero no terminaban de satisfacerme», «Estoy a punto de tirar la toalla, este objetivo empieza a no merecer la pena» o «No hay manera, por más que lo intento, no puedo dejar de fumar».

      ¿Qué podría estar sucediendo en estos casos?

      El primer caso es habitual en personas que se plantean objetivos sin tener en cuenta las consecuencias de conseguirlo; por ejemplo, imagina que te han ascendido al puesto de director en tu empresa (conseguiste tu objetivo) y tras dicho ascenso te encuentras viajando más, trabajando más horas y con tu tiempo libre reducido a la mínima expresión. Has conseguido tu objetivo, sí, pero antes gozabas de más tiempo para tu vida personal y ahora tu nueva realidad está desequilibrando tu vida.

      El segundo caso suele darse en aquellas personas que pelean, luchan y se sacrifican mucho para conseguir su objetivo. Están dejando demasiado en el camino (tal vez tiempo, dinero, salud, energía, etc.) y a la larga tanto sacrificio acaba desequilibrando sus vidas.

      El tercer caso es un poquito más complejo: se podría tratar de personas que quieren conseguir algo (por ejemplo más salud a través de abandonar el hábito de fumar), pero que, por alguna razón que no alcanzan a entender, no consiguen hacerlo. Tal vez no están comprendiendo que su vida actual tiene cosas buenas y que de manera inconsciente su cerebro no quiere renunciar a ellas, obligando a la persona en cuestión a recaer en los viejos hábitos (fumar, por ejemplo).

      «Nuestras metas NO pueden desequilibrar nuestra vida».

      ¿Qué significa todo esto? Significa que deberás mantener una perfecta armonía entre tu objetivo y tú, asumiendo que dicho objetivo podría suponer un cambio en tres niveles diferentes de tu vida:

       Tendrás que estar dispuesto a hacer lo que tienes que hacer para conseguir tu objetivo.


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