Por el placer de contar. Gladis Barchilon

Por el placer de contar - Gladis Barchilon


Скачать книгу
que había venido de otro planeta a un lugar en cual le era difícil moverse. Él era su nexo.

      En la calle no pasaba desapercibida. La piropeaban abiertamente con extrañas frases de dudoso buen gusto, cuyo significado no alcanzaba a entender del todo. ¡No podía creer que el mundo se hubiera transformado tanto!

      Las costumbres eran completamente distintas. Las relaciones entre hombres y mujeres se manejaban abiertamente.

      Ellas se paseaban en pantalones y faldas cortas, mostraban los pechos, los brazos, las piernas y los pies, sin pudor. Los hombres también vestían sin recato alguno, inclusive con pantalones cortos y sandalias.

      Le resultaba extraño que se exhibieran con el pelo suelto, en muchos casos de diversos colores: rubios claros sobre castaños y raíces oscuras, u otras combinaciones más exóticas aún, todo en una misma cabeza. Se enteró de que esto se lograba con productos especiales que se denominaban ‘tinturas’. También lucían gran variedad de peinados largos y cortos. El cuidado del cabello en general ya no se realizaba exclusivamente en las casas, sino también en negocios llamados peluquerías. ¡Algunas de ellas atendidas por peinadores varones!

      Vio a muchas personas caminando y hablando a través de unos artefactos llamados teléfonos celulares, cuya finalidad era la comunicación inmediata entre la gente, sin importar dónde ni a qué distancia estuvieran. A veces aparentaban hablar solos, aunque en realidad estaban conectados a unos pequeños adminículos llamados “auriculares”, por los que el sonido entraba directamente al oído, y de una manera inexplicable, respondían en voz alta a través de un fino cable. Otros escribían mensajes sobre las pantallas y hasta se enviaban fotos, o imágenes móviles. Así incorporó la palabra ‘video’.

      La computadora y el internet la maravillaron. Le llevó un tiempo aprender a usarla, pero, finalmente, consiguió navegar por la web. De ese modo podía despejar cualquier duda que se le presentara y satisfacer su curiosidad en variados temas.

      Si bien en su tiempo existían algunos establecimientos como el Café del Rey o el Tortoni, en el presente abundaban. Con el correr de los días acuñaba nuevos términos: ‘cervecería’, ‘parrilla’, ‘pizzería’, lugares que, por cierto, estaban siempre atestados de clientes. Alex y ella se hicieron asiduos concurrentes a un restaurante con ‘aire acondicionado’, cosa que a Victoria le encantaba.

      Durante una cena en aquel lugar, hablaron de temas relacionados con la anterior vida de ella.

      -¿Cuáles son las cosas que más extrañas? -le preguntó Alex.

      -Son muchas. Sería largo enumerarlas.

      -¿Cuáles, por ejemplo?

      -Principalmente, echo de menos a todas las personas que conocí. Daría todo lo que tengo por ver a mis amigos, a los criados, al resto de la querida gente que me rodeaba, y… ¿Por qué no decirlo?, había comenzado a nacer una simpatía entre un joven y yo. Lo recuerdo con cariño, y a veces, con pena.

      -¿Cómo se llamaba? -preguntó Alex con curiosidad.

      -Su nombre era Leandro Nicéforo. Un luchador por la democracia.

      -Lo lamento -dijo Alex-, debes sentirlo como una gran pérdida.

      -Lo es, como todo lo demás. Pero no sirve de nada lamentarlo. También añoro mi casa tal cual era; aunque esta que ocupamos se levante en el mismo sitio, es distinta, ya no la siento mi hogar. Tampoco me acostumbro al exterior; pese a vivir en la calle de siempre, ha sufrido una gran mutación. Ruidos, gente, automóviles, colectivos, negocios, turistas y las llamadas tiendas de antigüedades que exhiben los objetos de mi época, ofrecidos como reliquias. Todo esto me produce desconcierto y dolor.

      -Bueno, pero no puedes negar que ahora existe más confort -argumentó Alex.

      -Es cierto que no es todo negativo; en la actualidad hay muchas cosas extraordinarias, aunque me cueste bastante entenderlas y manejarlas. Como sabes, a pesar de mis logros, me falta mucho para llegar a ser una mujer de este tiempo. No sé si podré conseguirlo algún día.

      »Me gustaba la lentitud con que vivíamos. Los días largos y plácidos. El trato amable con la gente, siempre se respetaban las jerarquías sociales. Cada cual sabía el lugar que ocupaba y lo acataba sin cuestionamientos.

      A Alex le interesaba mucho conocer esos detalles directamente de una de sus protagonistas.

      -Los carruajes de aquel entonces tenían su parte humana, el trato con los cocheros, la calidez de los asientos tapizados en seda. El uso de los caballos, seres vivos, amigos del hombre, que también en estos tiempos ha desaparecido de las ciudades.

      En una de sus largas charlas decidieron, de común acuerdo, comenzar a investigar el árbol genealógico del él, y la descendencia de Victoria. Mediante algunas cartas y fotos lograron remontarse con fidelidad hasta llegar a tres generaciones precedentes a Alex.

      Apelando a otros recursos: documentos, consultas en el registro civil, actas de bautismo, diarios antiguos e internet, se remontaron por las ramas ascendentes hasta la mismísima Victoria. Averiguaron que en su tiempo se la dio por desaparecida. Fue un hecho trascendente que la prensa reflejó. No había dejado ningún rastro. Llegaron hasta a inventar una muerte siniestra, un rapto amoroso y otras barbaridades.

      Supieron que Victoria era sobrina de la tatarabuela de Alex. Llevaban la misma sangre. Entonces ella entendió por qué veía en él rasgos familiares. El cariño que los unía se vio reforzado por lazos más profundos.

      A medida que transcurrían los meses, Victoria se fue integrando a este mundo y a esta época. Había muchas cosas que le interesaban: la historia, el arte, la ciencia, la tecnología. Leía con fruición adquiriendo nuevos conocimientos cada día.

      Decidió dedicarse al revisionismo histórico. Siempre le había interesado esa disciplina, y en su tiempo se había contactado con algunas personas que conocían a fondo los temas relacionados con la historia argentina. Existían hechos contemporáneos a su tiempo de los que ella había sido testigo, y que en los manuales de historia se contaban tergiversados. Escribió un libro al respecto y pronto se la conoció como una autoridad en esos temas. Dentro de las investigaciones históricas que realizaba logró interiorizarse de la vida de Leandro Nicéforo, aquel muchacho con el que había iniciado una relación. Se enteró que llegó a ser un importante estadista, diputado y fundador de un partido fundamental en la vida política argentina. Su final fue un trágico suicidio.

      Conmovida se acercó al cementerio de la Recoleta para visitar su sepulcro y ofrendarle un ramo de flores.

      ¡Habían sucedido tantas cosas mientras ella dormía!

      Así continuó la vida de esta joven de quien nadie sospechaba, que nacida en el siglo diecinueve estaba transitando el veintiuno. Cuando terminó la primera etapa de su historia, su reloj biológico indicaba que tenía veintidós años, todo el vigor de la juventud y muchos proyectos. En esa nueva etapa no sabía cuántos años tenía.

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4R2rRXhpZgA
Скачать книгу