¡Préstame a tu novio!. Iris Boo
―Noah sonrió, y me abrazó un poco más.
―No, no lo has hecho.
―Bien. Pues si ahora estás más tranquilo, no estaría de más que llevaras a tu novia a dar una vuelta.
Y entonces mi pecho se partió en dos. La cara de Noah ya lo decía todo antes de hablar.
―No puedo, hemos quedado con los padres de Jane para enseñarles el paseo marítimo. ―Genial, Jane y la realidad me volvieron a hundir en el lodo pringoso.
―¡Uf!
―Mírame. Prometo compensarte. Haremos ese paseo en bicicleta que tanto quieres hacer.
Noah era así, sabía cómo comprarme. Llevaba insistiendo en dar un paseo en bici desde hacía casi tres meses, pero nunca encontrábamos el tiempo, la energía o el ánimo para hacerlo.
―De acuerdo.
Capítulo 7
Tonny
Nuevo trabajo, nueva casa… aunque no nueva ciudad. He crecido en Miami, pero en un barrio muy distinto al que he ido a parar. Aunque, después de tantos años, es lo mismo que llegar de nuevo. No conservo a ningún amigo, la distancia los ha convertido en simples conocidos, con vidas organizadas en las que no hay cabida para una vieja amistad infantil. Sus vidas habían cambiado, ellos habían cambiado, incluso yo mismo he cambiado.
Sabía que llegaba pronto, pero eso es normal en mí cuando estoy nervioso. Llegar a mi nuevo trabajo me tenía tan consumido como esa morena. María. Pensar en ella era como saborear el azúcar moreno: dulce, acaramelada, diferente y, de alguna manera, caliente. Sabía que era una tontería ir detrás de ella, porque había oído a Rita hablar sobre el “deslucido” de su novio. Sí, estaba ocupada, y yo no soy de los que levantan la chica a otro tipo. Pero, quitando a la caprichosa de mi hermanastra, era la primera persona de Miami con la que establecía algún tipo de contacto, y quería conservar ese vínculo, aunque fuese pequeño. No me gustaba estar solo. Quizás fuera un defecto genético, es lo que sucede cuando tienes un gemelo, que realmente nunca estás solo. Pero Marco estaba en otra ciudad, ocupándose del negocio de la familia. La verdad es que a él se le daba mejor vender coches usados que a mí. Marco es de ese tipo de personas que es capaz de vender arena en el desierto. Él tiene el don de gentes que a mí me falta, o simplemente llamadme tímido.
En fin, allí estaba, esperando en una dura silla a que el jefe se dignara a dedicarme un poco de su ocupado tiempo y me diera mi asignación de trabajo. Escuché un bufido lastimero al fondo de la sala de al lado, y allí, tirado sobre un cojín, unos ojos tristones me miraban con atención, como si yo fuera lo más interesante a su alrededor. El Basset Hound debía tener sus buenos 11 años, y entonces lo reconocí. Él era la causa por la que me hice bombero y que además hubiese escogido aquella estación sobre el resto de lugares. Después de innumerables destinos, al fin había llegado al Miami Fire-Rescue Department. Aún recordaba las imágenes del noticiario, 11 años atrás, cuando el equipo de aquella estación actuó en un rescate curioso. Habían sacado a ese cachorro de un fuego, junto con varios de sus hermanos de camada, pero él había inhalado mucho humo. Lucharon por reanimarle hasta conseguirlo y la dueña, en agradecimiento, se lo regaló a la unidad. Desde entonces, el chucho se había convertido en la mascota de la estación. Los cambios de turno, los traslados, los bomberos iban y venían, pero el perro siempre permanecía allí; era el miembro que más años llevaba en aquella estación, o eso parecía.
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