Padres con carácter. Ana Hilda Cruz

Padres con carácter - Ana Hilda Cruz


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      20. Si tiene hijas, su esposa les enseñara entre otras cosas cuidado personal por ejemplo, pero usted les debe enseñar el cuidado de su castidad e integridad. Es natural para un padre enseñar a su hija acerca de los hombres. Y es responsabilidad de todo padre, mantener la buena autoestima de sus hijas para protegerlas de posibles e inasertivas decisiones afectivas que pudieran tomar tratando de llenar vacíos y carencias en su crianza.

      21. Si tiene hijos, su esposa les enseñará entre otras cosas cuidado personal y hábitos saludables, por ejemplo, pero usted como padre, les debe enseñar a ser verdaderos hombres de valor, seguros de sus dones y talentos, trabajadores, dignos, valorados, respetados. Es natural para un padre educar en su hijo, la identidad sexual definida de hombre, con la seguridad de su género, y con la responsabilidad y privilegio que conlleva el ser masculino.

      22. Ante los fracasos cotidianos de sus hijos, antes que su esposa, usted debe ser el primero en consolar a sus hijos, abrazarlos, orientarlos y animarlos y por supuesto, direccionarlos nuevamente.

      23. Para que lo respeten en su casa no tiene que infundir miedo, blasfemar, gritar, decir groserías, llegar borracho, maltratar, amenazar, humillar. Basta que sea coherente, que esté presente y que se le note que le gusta ser papá y esposo, y que no quiere renunciar a ello, aun cuando a veces se sienta cansado.

      24. Nunca le de quejas a sus hijos de su esposa (o la madre sus hijos). No hable mal de ella en frente de sus hijos o de su familia de origen —no le conviene—. Al contrario, si llega a hablar de ella, asegúrese de que sea algo positivo.

      25. Ponga orden en su casa cuando lo debe hacer, corrija, escuche, establezca, comprenda, hable, observe, organice, respete y disfrute el hogar, para eso lo tiene.

      26. Si no quiere que sus hijos sean materialistas usted no lo sea. No haga comentarios despectivos o envidiosos. Maneje correctamente el presupuesto, viva la sobriedad en todo el sentido de la palabra.

      27. Si no quiere que sus hijos sean rebeldes y desobedientes, respete las normas ciudadanas, y legales de su sociedad, pague a tiempo las cuentas y facturas. Evite endeudarse. No olvide los beneficios de honrar y respetar a su familia de origen.

      28. Si no quiere que sus hijos sean perezosos, usted debe ser laborioso y trabajador aun dentro de casa, apoye las labores y arreglos de un hogar.

      29. Si no quiere que sus hijos lleguen tarde a la casa, usted llegue temprano. Es muy significativo para un hijo que en las mañanas reciba un beso de saludo de su padre con su respectiva bendición, e igualmente en las noches. Es imperdible para un padre dar un beso de buenas noches a sus hijos antes de ir a dormir.

      30. Comparta tiempo de calidad y cantidad con su esposa y con sus hijos. Que se le note que lo hace con gusto y lo disfruta, no es una imposición.

      31. Enséñele a sus hijos a comprar y dar regalos a su mamá y hermanos. Edúquelos para que demuestren honra y respeto hacia su propia familia.

      32. Defienda a su esposa (o madre sus hijos) delante de ellos. Le conviene que lo vean unido a ella.

      33. Si dispone sus ingresos en un fondo común para administrar con su esposa, esto fortalecerá la unión conyugal y su calidad de vida material posiblemente aumentará.

      34. Evite que sus hijos o su esposa le falten al respeto. Desde el comienzo con su comportamiento y palabras, usted es el responsable de que le respeten y le amen. Lo que usted dé y a su vez permita, dará frutos después.

      35. Usted tiene el poder de proteger a su familia, lo hace cuando es cariñoso con su esposa, cuando consuela y abriga a sus hijos, cuando se pone como punta de lanza o guerrero indomable, ante las vicisitudes de la vida. Ejerza ese poder.

      36. Usted es el alma de la familia, asimílelo como una persona, donde usted puede asemejarse como la cabeza, pero no olvide que el cuello que sostiene esa cabeza se asemeja a su esposa, y el cuerpo se asemeja a sus hijos. Debe tener muy claro lo que quiere a largo plazo, para que ame, abrigue, provea, corrija, anime, exhorte, aliente, y dirija junto con su esposa sabiamente a sus hijos.

      37. Es su responsabilidad hablar bien de sus hijos, tanto en presencia de ellos, como en su ausencia. Los errores, defectos y fracasos son temporales. Por eso declare en la vida de sus hijos cosas buenas, futuros llenos de esperanza, deseos de bienestar y plenitud, anhelos de prosperidad y alegría. Lo que usted proclame de sus hijos, seguramente se cumplirá.

      38. Cultive una vida conyugal sana, es de los mejores ejemplos que los hijos recuerdan de sus padres y que les afecta positivamente en su generación.

      39. Recuerde que su esposa es su ayuda idónea, ambos se complementan, pero no olvide que ella es mujer, le gusta ser tratada con detalles y mucho tacto. Aprenda a conocerla, en su temperamento y carácter, ayúdela a crecer, le conviene que sus hijos lo vean como el mejor esposo, no hay nada mejor para el respeto en casa que sembrarlo primero en los demás.

      40. Es su responsabilidad y obligación asegurarse que sus hijos se sientan amados, valorados y aceptados por usted. Un hijo nunca olvida cuanto su papá le amaba con palabras y actos. Usted debe ser el primero en decirle a su hijo y a su hija: “te amo”, “eres una bendición”, “eres mi princesa”, “eres todo un príncipe”, “que alegría ser tu papá”, “que bueno tenerte como hijo”, “eres una maravillosa persona”, etcétera.

      41. Finalmente, recuerde que usted es el papá o papito de la casa, no les diga así a sus hijos. No les cargue indirectamente con un rol para el cual no están preparados en el presente. Son hijos, no son papitos.

      Si el rol de padre es algo confuso hoy en día, el de madre no se queda atrás, más que confuso es demasiado complicado. En algunos casos, el modelo de ternura ha sido cambiado por el de cursilería, el de detallista por el de vanidosa, el de hogareña por el de administradora, en nuestra sociedad las madres están expuestas a una abrumadora presión social, familiar y personal. Muchas fueron criadas para ser profesionales, trabajadoras, empresarias, independientes, soñadoras, materialistas, sin siquiera proponer o dejar a la maternidad como uno de los roles más plenos en la vida de una mujer.

      Hoy se encuentran mujeres muy polifacéticas, activas, dinámicas, han desarrollado la capacidad de hacer múltiples tareas a la vez, son productivas económicamente, son laboriosas, en algunos casos más que los hombres, son ambiciosas, independientes monetariamente, también son prácticas, si no saben hacer algo en casa, simplemente contratan, si no pueden estar con sus hijos, contratan para que estén con ellos, o pagan una extensión de jornada en el colegio. Si su esposo no les satisface algunas toman la decisión de buscar satisfacción extramatrimonial o divorciarse. Algunas tambien dicen no necesitar a sus esposos para criar a sus hijos.

      Aun así, esta temporada parece ser aquella donde se ven mujeres muy abrumadas, inseguras, temerosas, nerviosas, estresadas, cansadas, neuróticas, mandonas, dramáticas, controladoras, enfermas, desorientadas y muy solas. Con carencias y vacíos afectivos originados desde su propia infancia, con una necesidad de ser amadas, alabadas, reconocidas y admiradas por conocidos y desconocidos. La mujer de hoy se mueve en una ambivalencia cuestionable, se le demanda que responda por la crianza de sus hijos, por el orden de su hogar, por su propia persona, y a la vez se le exige que aporte económicamente al hogar, que se realice profesionalmente, que estudie, que trabaje, que avance intelectualmente, que aporte a la sociedad, y todo esto, en el mismo tiempo que el de los hombres.

      El resultado, un tanto triste para los hijos que no siempre cuentan con su papá y ahora tampoco con su mamá. Y es que, una madre es más que tener hijos naturales o adoptados y más que saber administrar a la empleada y a la niñera. Los hijos necesitan a sus madres presentes en la crianza, no como figuras intermitentes. El abrazo de una niñera no es igual al abrazo de una madre, la comida de una empleada no es igual a la comida de una madre, aunque en ocasiones, tenga menos sazón o sabor. No es lo mismo para un hijo la instrucción que da una niñera o una profesora, a la instrucción que da una madre.

      En


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