Gertrudis. Fernando Musante
ojos a las mujeres en el trono, pero no hubo más remedio que coronar a María Tudor. Esta comenzó una feroz represión contra los reformistas, lo que le valió el apodo de “Bloody” Mary. Abatida por el cáncer, la muerte de María abriría una nueva instancia. El contrato de matrimonio con Felipe II dejaba bien claro que él no poseería derechos sucesorios sobre la corona inglesa. No hubo más remedio que sentar en el trono a Isabel, la hija de la adúltera, promiscua y, además, incestuosa.
Isabel gobernó Inglaterra con mano de hierro. Su marina destruyó a la Armada Invencible y puso fin al dominio del Imperio español. Decidió la ejecución de su prima y pretendiente a la doble corona de Inglaterra y Francia, la católica María Estuardo. Reinó de 1558 a 1603, fue conocida como la reina virgen. Las tierras descubiertas por los ingleses en América recibieron por ella el nombre de Virginia. A la muerte de Isabel, la sucede Jacobo I, hijo de María Estuardo, quien fue separado de su madre cuando esta fue a prisión, y criado y educado como anglicano.
Está claro que Shakespeare ubica su versión de la historia en el siglo XVI. El Hamlet de Shakespeare estudia en Wittenberg, universidad fundada en 1502 en la que Lutero asumiría la cátedra de teología en 1508, para clavar en 1517 en sus portales las noventa y cinco tesis que darían comienzo a la Reforma Protestante.
Son muchos los estudiosos que sostienen que el libro que lleva Hamlet en su mano es la traducción de John Florio (1553-1625) de Essais de Michel Montaigne (1533-1592); lo que demostraría que el pensamiento cuestionador y precursor del humanismo ya estaba instalado en la intelectualidad de entonces, en el siglo XVI.
Hace más de cuatrocientos años que se discute sobre Hamlet. Goethe, Gordon Craig, Freud, Lacan, Borges, T.S. Elliot, Jan Kott, Peter Brook, Harold Bloom, y nuestros Eduardo Rinessi y Carlos Gamerro entre otros han hallado terreno fértil para sus investigaciones. Rinessi, por ejemplo, tituló su obra: Política y tragedia. Hamlet entre Maquiavelo y Hobbes. Y no hay duda de que el paso del medioevo tardío al modernismo está narrado en la tragedia.
Ahora bien, ¿en qué lugar queda Gertrudis?
Son muchas las puestas de El príncipe Hamlet que la han pintado como una verdadera harpía. Hay quienes se han atrevido a calificarla de lujuriosa. Otros la imaginan cómplice del regicidio. Parecen olvidar que, en su segunda aparición, el fantasma le dice a Hamlet que absuelva de cualquier sospecha a su madre.
Esta precuela de Hamlet que escribí, muestra a una Gertrudis cercada por los mandatos que le ha impuesto su sangre real. Guardada para ser entregada núbil en matrimonio, ha cumplido su misión de parir un heredero varón. Claro que este accedería a la corona cuando ella muriese. Ante la muerte —supuestamente accidental— del rey y padre de su hijo, tarde o temprano (y cuanto más temprano mejor) ese rol debe ser ocupado por otro varón. Sabedores, como somos, de que Claudio asesinó a su hermano, cabe que nos preguntemos: ¿Lo hizo solo? Y, además, exculpada Gertrudis: ¿Dónde queda Polonio, siempre parte de la corte real?
En fin, de todo este laberinto de preguntas surgió mi Gertrudis.
Gertrudis
Fernando Musante
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