Oceánica. Estanislao Giménez Corte
luego aprende francés, produce un francés con acento inglés. Seguramente hay una explicación científica para este fenómeno, pero quienes amamos el lenguaje tal vez nos detengamos con más interés en lo bello de ese viaje entre lenguas que permite llevar en el equipaje los sonidos más recientes, los paisajes recién avistados. Quien aprende idiomas es un trashumante en tanto viaja, no ya en busca de buenos pastos, sino de nuevas y mejores maneras de decir las cosas. Lo mismo podría decirse de quien explora nuevos géneros: si un género no le permite decir lo que necesita decir, buscará otro más hospitalario. Siento que los poemas de Océanica recuerdan en sus ritmos las tierras recién visitadas del ensayo y que a la vez hablan de paisajes volcánicos, abismos e insomnios que solo pueden conocerse en esta nueva lengua de la poesía.
Los poemas de Oceánica navegan el límite entre la expansividad exploratoria del ensayista y el destello apasionado del poeta, entre la argumentación cuidada y la imagen novedosa. Traen del ensayo la recurrencia de algunos temas, las enumeraciones, la composición por expansión en espirales más y más veloces que culminan en la frase precisa. Los poemas que bucean en temas filosóficas, como “Latente”, le dan espacio a la duda que en ensayos pasados se articuló como certeza. El viejo ensayista encuentra en Oceánica un lugar donde ordenar el dolor, revivir la pasión, expresar el amor –a hijos, mujeres, amigos–, palpar la impotencia, admitir la culpa y pedir perdón, aunque diga que solo “Escribe / para robar / a la nimia existencia / que lo envuelve / algo / que hacer / en (con) el tiempo.”
En algo disiento con el autor: no creo que se trate de poemas aparecidos –aunque entiendo que el poema se nos aparece justo en ese momento en que pensamos que todo lo demás ha oscurecido–, sino de poemas recobrados. Una de las preocupaciones ostensibles de Estanislao es lo irrecuperable de la felicidad pasada, porque “Antes no conocías la postergación del deseo / Sólo el deseo / Ni la negación de la noche / Sólo la noche / Ni el temor de la mañana siguiente / Sólo la madrugada”, dice. Se aferra al presente con la desesperación de quien sabe que le están por fallar las manos, que el tiempo le arranca la piel de las palmas de un tirón en su huida y que nada puede hacer para retener consigo la juventud, la infancia de los hijos, la fortaleza física, los seres amados. Si la poesía es, en el acto de creación, una forma de detener el instante, en su relectura y publicación cobra un nuevo sentido: es restauradora de un mundo perdido, cápsula del tiempo que trae de regreso la palabra de entonces con el sabor de entonces, conjuro de fantasmas demasiado vivos, apologética de viejas y renovadas libertades.
Y en algo coincido: en darle la bienvenida a los recienvenidos, en este caso a los recién llegados a la poesía hecha pública. Del poeta se espera que nos despierte con su novedosa forma de mirar y decir. Se le pide que vea lo que nosotros no llegamos a ver, que renueve el lenguaje para recordarnos cómo se sentían las cosas que ya no sentimos. Saludo entonces a la Océanica recienvenida, la que fluye en remolinos y saltos, la calma y lánguida, la atormentada, la dubitativa, y celebro la lucha entre la argumentación y la exaltación, la humildad ante la palabra imposible, el coraje del domador de palabras feroces, la sensibilidad de la caricia y del filo.
María Susana Ibáñez
1
Apertura
Manifiesto/1
Nadie puede escribir poesía
La poesía
aparece
sola libre
recóndita evanescente
En una música leve
en el abrazo
en el llanto
en el sueño que al fin llega
en el cabello de una mujer que sonríe
en los márgenes
en los bordes
en los excesos
en el orgasmo
Y se va
2
De la experiencia
Oceánica
Yo vi en vos esa noche
en mi pieza todo el mar
salir de tu mirada diáfana
y entrar en mí atravesándome
como la daga aquélla que contó el bardo
torrente desatado
y en tu habla ahogada en sal
escuché al unísono todos
los océanos que imaginamos
inventada música nuestra
que estalló las paredes y los vidrios
fuerza indómita
aluvional masa volumen
que pasó por vos sólo
para salir proyectada
soberbia sombra azul
disparada a cuatro nortes
arrastrando todo a su paso
en el sueño hondo que compartimos
antes agitados y después leves
devenidos uno en el revuelo
mayúscula marea ondulante
de las aguas de tormenta al
viento que ya cede
Yo vi esa vez en vos
estupefacto todo el mar
que pude soñar para mí
pero me fui
Yo veo en vos
ahora que te encuentro
tantos años después
el mar todavía bravo
en tu mirada
oceánica
que me observa
desde la hondura de los tiempos
aun preguntándose por qué
Yo vi todo el mar en vos
furioso amanecido
perturbadora belleza
en los vientos y en la calma
pero igual
me fui
acaso temeroso de la inmensidad
indigno de tanto
corriente en retirada
que lleva impreso
en el cuerpo maltrecho
para siempre
tus ojos de agua
colmado el pecho
la piel humedecida
Un tópico
I
Con horror a destiempo
un día entendí
que todos mis textos
se reducen tercos
a un sólo tópico
recurrente maniático
endiabladamente uno
y que toda mi vida
se dice plana lineal
chata en su porfía
y se acomoda a una sola cosa
invariablemente una
como