Los orígenes. Enrique Semo

Los orígenes - Enrique Semo


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el mestizaje cultural se generaliza. La presencia significativa y contundente de los descendientes de la población aborigen que preservan girones de su cultura sería razón suficiente para considerar a la Antigüedad en toda su extensión como elemento activo en la formación de la nación mexicana. Es además la época en la cual la población autóctona despliega su creatividad distintiva sin contacto duradero alguno con Europa o Asia; la época en que la sociedad se desarrolla sin la interferencia decisiva de la expansión mundial capitalista. Si la historia posterior al siglo XVI es la historia del choque entre una sociedad autóctona compleja y la expansión europea, sólo el estudio detallado de la Antigüedad mexicana nos permite comprender plenamente el polo autóctono de esa unidad dialéctica, su resistencia empecinada y sus victorias esporádicas.

      El libro que el lector tiene en sus manos no es una historia general. Es una historia económica de los pueblos que habitaron lo que hoy es México y, por lo tanto, se ocupa de los procesos de producción, consumo y distribución mediante los cuales esas poblaciones produjeron y reprodujeron las condiciones biológicas y culturales de su existencia. Sus temas fundamentales son el trabajo humano y los recursos tecnológicos que determinan la relación con el medio físico así como la producción de bienes y su asignación. Sin embargo, ese proceso no puede ser separado de otras relaciones sociales ajenas al proceso de producción como son la estratificación de la sociedad en clases sociales, las funciones económicas del estado y los valores ideológicos y religiosos que sirven para conservar o transformar los sistemas económicos. Pero en esta obra abordamos a éstos sólo en la medida en que su examen se hace necesario para la comprensión del funcionamiento y la evolución de la economía.

      No es casual que se haya producido una enorme cantidad de estudios económicos sobre la época posclásica de nuestra antigüedad. La historia antigua de México ofrece un campo riquísimo para la aplicación de los métodos de la antropología y la historia económica, porque ofrece fuentes relativamente recientes de inestimable valor para el estudio de la evolución humana desde la comunidad primitiva hasta las formaciones despótico-tributarias complejas sin contacto significativo con el Viejo Mundo.

      Antropología económica e historia

      LA MAYOR PARTE de la Antigüedad mexicana es prehistórica, es decir, no cuenta con registros escritos. Se vuelve protohistoria unos mil años antes de la llegada de los conquistadores y las verdaderas fuentes escritas no se multiplican sino en los últimos quinientos años, para luego ser destruidas casi por completo. La prehistoria, por su parte, depende sobre todo de la arqueología y aleja a los historiadores que se nutren de documentos escritos, y el estudio de las grandes civilizaciones del periodo clásico y posclásico tampoco podría prescindir de ella. Pero la arqueología sólo proporciona restos materiales que poco pueden decir sobre sistemas económicos, estructuras sociales y mundos espirituales. Cuando los arqueólogos no desean ir más allá de los hechos comprobados, sólo nos hablan de colecciones cuidadosamente catalogadas y clasificadas de huesos, raspadores y puntas de flechas, y, más tarde, de restos arquitectónicos, templos, cerámicas, tumbas, estelas y esculturas. Sin ellas, es verdad, no existe historia antigua. Los muertos neolíticos no pueden revivir para responder a nuestras preguntas apremiantes y es necesario contentarnos con lo que revelan sus obras materiales.

      Pero más que ninguna otra ciencia, los avances en la etnografía (estudio de casos de pueblos primitivos aún existentes) y la etnología (estudio de esos pueblos en su conjunto) contribuyeron a desarrollar el método histórico que parte del presente para investigar el pasado. Fue Lewis H. Morgan (1818- 1881) quien por primera vez usó la etnografía para explicar la prehistoria (Morgan, 1969). Recurriendo a la analogía sostuvo que el estudio de las instituciones sociales de los indios sobrevivientes de América permitía comprender la larga historia que precedió en la Antigüedad clásica el surgimiento de ciudades, Estados y grandes civilizaciones. Aun cuando muchas de sus conclusiones se apoyaban en información empírica hoy superada, y su evolucionismo lineal está en desuso, fundó un método que hasta hoy sigue inspirando adhesiones, desarrollos y rechazos a títulos distintos y a menudo contrapuestos.

      La confrontación de las evidencias y conceptos analíticos de la arqueología y la etnografía presenta aún problemas serios. Los arqueólogos se ocupan sólo de una parte de los restos materiales de sociedades extintas. Los etnólogos trabajan con información no material derivada de sociedades existentes, contaminadas por la Modernidad y el colonialismo. Es imposible, por tanto, evitar cierta incongruencia crónica entre los conceptos organizadores empleados por ambos. Y, sin embargo, con ayuda de métodos comparativos cada vez más modernos, los trabajos multidisciplinarios han prosperado considerablemente en las últimas tres décadas (Godelier, 1976: 279-335).


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