90 millas hasta el paraíso. Vladímir Eranosián

90 millas hasta el paraíso - Vladímir Eranosián


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el primero y único varón en su vida. Para Cuba, donde los criterios de edad tienen sus específicos marco. Esa relación sexual tan temprana se consideraba, si no una norma, ya establecida, entonces habiendo un acuerdo mutuo y si no se manifiestan en contra los familiares, era algo habitual y común. Inicialmente sus relaciones se llenaron de pasiones irresistibles, que desembocaban en inolvidables placeres de la carne. Al correr los años, el ardor sexual se relajó, y los sentimientos se transformaban en algo más próximo serio y maduro.

      Eliz quería tener una familia normal, quería ser verdaderamente una mujer adulta, ser madre. Juan Miguel soñaba de la misma manera que su esposa.

      Se festejó un casamiento modesto, los dos sin demora se pusieron a cumplir las tareas planteadas – dar a luz a un niño. El tiempo pasaba volando, pero la criatura no quería nacer. El sexo de manera gradual adquirió un carácter de trabajo minucioso, cuya finalidad era tan noble y generosa que ya ni hablar de la concupiscencia.

      La seriedad de las intenciones empeoraba la ilusión ligada a los permanentes fracasos. El miedo ante el sucesivo aborto conllevaba a los dos a un estado de desesperación. Cada intento de iniciar todo desde el principio finalizaba con un nuevo fiasco.

      A Juan Miguel y Elizabeth transcurridos ocho años tensos y, siendo este un período poco feliz, ya no les hacía falta explicar qué significaba la imperfección y el sentimiento de perdición irremediable.

      Muchas familias en todos los rincones de la tierra padecen de un ansia similar, repitiéndose esta de año en año en intentos fallados de tener un angelito. Algunos hallan el motivo para reñir y llevan el asunto hasta el divorcio, ocultando la causa verdadera con las habituales frases: “No nos llevábamos bien”. Otros caen en una depresión horrible y buscan formas de relajarse en ligues románticos fuera de la casa. Algunos, a semejanza de Juan Miguel y Elizabeth, al haber perdido la agudeza de la pasión carnal, siguen yendo hacia la meta, costara lo que costara. En el caso de que la alcancen, ellos serán los seres más dichosos del mundo.

      Se concentraron en lo más importante. Juntos alcanzaron el fin. Su peque Eliancito – un ser vivo, su hijito querido – se hizo ciudadano del país, al cual los dos lo querían con locura.

      En ellos había tanto de común. Si lo hubieran comprendido antes, no habría ocurrido lo que tuvo lugar seis años después de nacer su criatura…

      * * *

      La policía encontró rápidamente a Lázaro. Decidieron arrestarlo directamente a la salida de la discoteca “La Rumba” – meca de la reserva turística de Varadero.

      La entrada aquí a las cubanas, que se dedicaban a la prostitución, se les estaba prohibida rotundamente. Se las arreglaban para pasar el cordón de seguridad, yendo tomadas del brazo de algún novio cubano…

      Lázaro intervenía en esta ocasión como cortejador de Yoslaine, una mulata exuberante con colmillos de oro. Las lechuguinas habaneras no se olvidaron de adquirir este atributo de estilo, tomado de los videoclips puertorriqueños y de Miami, y difundir la moda de estas coronas de oro a todas las grandes ciudades, desde la capital tabacalera Pinar del Río hasta el carnavalesco Santiago y la colonial Trinidad.

      La tarea de la parejita era simple. Primero, pasan a la discoteca, aparentando ser unos enamorados. Luego, la mulata encuentra a un extranjero y se pone de acuerdo en reunirse con el cliente en la calle. Lázaro se la lleva del club y la acomoda en el coche del turista. Ella le entrega diez pesos “convertibles” por el servicio, de los cuales dos llegarán al “pico” del guardia. Todos quedan satisfechos.

      Lázaro Muñero García en más de una ocasión se vio realizando tales negocios. Los guardias de “La Rumba” le reconocieron y uno podía notar en estos una alegría prudente, ya que esperaban recibir una propina.

      La parte principal del trayecto de la puta – que se extendía en torno a la pista de baile, llena de un público variado – ya se había superado. Lázaro hasta tuvo tiempo de apurar tres copas de “cubalibre”. Lo bueno es que la entrada la pagó la compañera.

      No se puede decir que Lázaro haya agarrado una borrachera hasta la insania, pero su natura bronquinosa empezó a mostrar actividad en busca de cómo usar las maniobras de judo, aprendidas aún en el colegio. Sin embargo, la sed de dinero fácil y el miedo ante una docena de miembros de la seguridad apagó el inicio de un escándalo.

      Pero se vertió hacia afuera la pasión del eterno discutidor respecto a las disputas. Dicen que en la discusión nace la verdad. ¿Y si ambos discutidores están seguros en que sus justificaciones son correctas y no toman en consideración los argumentos del oponente? Los expertos aseguran que en tales discusiones muere la verdad…

      – ¡Actuando así vas a buscar largo tiempo a un cliente! – Lázaro vociferó con irritación a Yoslaine, pegada a la barra esperando a algún turista simpático. No quisiera entregarse a un bebedor, un gordinflón o un monstruo.

      – Así no se hacen los asuntos – incitado a largas peroratas con el cóctel de turno de ron blanco y cola, continuó Lázaro – hay que buscarlo no entre los jóvenes juerguistas, los cuales arden por bailar. ¡Estos pueden bailar con frenesí un par de horas, sin pensar en una chica! Ahí hay dos. Están sentados con un fin muy concreto – enganchar a alguien. ¿Quieres yo mismo se lo explique a ellos? Solo el precio por mis servicios se duplicará. ¿De acuerdo? Un billete de veinte. ¿OK?

      –Ponte de acuerdo mejor con tu Elizabeth. ¿Cómo es que te aguanta? – hizo pasar tras los dientes Yoslaine – ¿Sabe ella que tú eres un animal ordinario?

      –Eres tan audaz porque aquí todo está lleno de vigilantes –dijo rabiosamente Lázaro –Y si no, te metería tu lengüita aguda en aquel único lugar, al cual está destinada.

      –Sí, un animal ordinario –repitió Yoslaine, sonriendo al mismo tiempo a un italiano. Aquel de manera extraña reaccionó a la sonrisa y los gestos de llamada de la mulata, y eso bastó para concluir que era gay.

      –Primero, no es ella la que me aguanta, sino yo la aguanto. Soy seis años menor que ella y yo soy un guapetón – continuó, haciéndose un reclamo con aplomo, el ex barman – Segundo, está loca por mí y está segura de que yo la amo.                                      – ¿Le has pegado ya alguna vez? – era una pregunta normal respecto a Lázaro.              – No – contestó él.

      – Entonces, ella tiene dinero o algo imprescindible que tú necesitas tanto – la ramera hizo esta conclusión – claro, naturalmente, es camarera en Varadero. ¡Te alimentas a costa de ella!

      – Estoy en condiciones de sustentarme – no lo aceptó Lázaro.

      – Sí, pero solamente a expensas de las mujeres o asuntitos turbios.

      – ¡Esto lo está diciendo una ramera ordinaria!

      – Se lo está diciendo a un jinetero.

      – ¡Muy pronto le meteré caña, chuchas vendibles!

      – ¿Volverás a largarte a Miami y luego volverás a la cárcel? ¿Ella sabe que tú estuviste de manera ilegal en los EE.UU., que te agarraron y ahora te encuentras bajo la vigilancia de la policía?

      –Lo sabe.

      – Lo dudo mucho… Aunque las agujas en un costal no se pueden disimular, y tú eres una aguja verdadera, tratas de emplastarte en disgustos y arrastrar así a los que te rodean.       – ¡Tonta! ¡Soy el muchacho más perspectivo en toda la comarca! Cuatro meses me las pasé tomando el sol en las playas de Miami Beach. ¿Sabes lo que he comprendido yo? ¡Aquí no tengo nada que hacer! Aquí soy un elemento antisocial, eso soy yo. Escoria de la tierra. Criminal. Parásito. ¡Cómo los odio a todos!

      – ¿Para qué has vuelto, entonces? ¿Para que los guardafronteras te “acogieran” y te encarcelaran? ¿Para que luego te rescataran con dinero de las rameras piadosas?

      – He vuelto porque en aquel sistema es difícil lograr éxitos si no posees un capital inicial. Empezar siendo lavaplatos no es para mí. Esa profesión


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