Morir en las grandes pestes. Maximiliano Fiquepron

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esta manera, puede observarse que aunque las décadas de 1850 y 1860 no exhiben las transformaciones vertiginosas y monumentales del fin de siglo, de todos modos se habían producido cambios importantes en el entorno de la plaza. A la creación de edificios emblemáticos, como el Teatro Colón y la Aduana Nueva, se sumaba para 1864 la inauguración del nuevo edificio del Congreso, en la esquina actual de Hipólito Yrigoyen y Balcarce, y también la implantación de las estatuas de Manuel Belgrano, frente a la Casa de Gobierno, y José de San Martín, en la Plaza del Retiro. Para esos años también se había concretado el proyecto de proveer de iluminación a gas a ambas plazas y algunas calles circundantes, lo que otorgaba a esa zona –sobre todo por las noches– un carácter distinguido y moderno. Acentuando diferencias materiales, esta zona era la única que tenía calles adoquinadas, aunque como las piedras se colocaban sobre arena y tierra, tendían a aflojarse y dejaban una superficie muy irregular, con baches y charcos de agua estancada.

      Figura 7. Aduana Nueva y Casa de Gobierno hacia mediados de 1860, Archivo General de la Nación

      Hemos finalizado el itinerario del oeste hasta el centro, desde San José de Flores hasta el puerto de la ciudad. Nos resta otro, aquel que va desde la Boca del Riachuelo hasta el Cementerio de La Recoleta. Aunque se encontraban dentro de los límites municipales de 1870, tanto La Boca como Barracas al Norte constituían localidades separadas del centro, divididas por algunos kilómetros de quintas y extensos predios semirrurales. En este sentido, la calle Brasil señalaba el límite sur del Buenos Aires edificado. La conexión entre estos pueblos y el centro de la ciudad se daba preferentemente a través de la calle larga de Santa Lucía (actual Montes de Oca), aunque también para entonces existía una vía férrea que conectaba el sur con la ciudad. Era el ferrocarril de La Boca-Ensenada, cuya estación, Venezuela, estaba cinco cuadras al sur de la Plaza de Mayo. La inauguración del primer tramo del ferrocarril del Sud, en 1865, vinculaba en 10 minutos a Barracas con la terminal ferroviaria de Plaza Constitución.

      Si el centro se caracterizaba por comercios y actividades profesionales liberales, el sur está marcado por la actividad del puerto de la Boca del Riachuelo: astilleros, saladeros, curtiembres, barracas y un matadero de carneros conformaban las principales actividades. También era una zona intensa de producción, alrededor de una serie de establecimientos y talleres de hierro, ladrillos, veneno, velas y jabón, que otorgaban un perfil manufacturero concentrado en actividades de procesamiento de materias primas. La parroquia tenía una gran cantidad de almacenes, pulperías y bodegones.

      Saliendo del puerto de la Boca, y orientándonos hacia el oeste, llegamos a la Plaza Constitución, un enorme mercado al aire libre donde se comerciaban frutos del país, es decir, fardos de lana y cueros, bolsas de granos, productos de huerta y carnes, entre otros. Aún más hacia el oeste de la Plaza Constitución, estaba el Matadero más grande de la ciudad, que absorbía un constante flujo de ganado y desde donde a diario se distribuían reses frescas a innumerables pequeñas carnicerías de toda la ciudad. Adyacente al matadero se ubicaba un conjunto de establecimientos vinculados con la salud, los hospitales de dementes para hombres y mujeres, y, todavía más al oeste –y adyacente al Riachuelo– se encontraba el más grande basural de la ciudad, conocido como el “vaciadero municipal”.[21] Una vez que se abandonaban estas parroquias del sur, el camino hacia el centro se hacía a través de algunas bifurcaciones de la calle larga de Santa Lucía. Cualquiera de ellas, hacia el oeste, conectaba con arrabales y zonas residenciales poco valorizadas. En los terrenos conocidos como la Convalecencia se levantaban los recién construidos hospitales fundados por las comunidades británica e italiana y los de dementes. Más adelante, atravesando Plaza Constitución, algunos edificios dispersos servían como asilos para convalecientes, para entonces, en su mayoría, excombatientes de la guerra del Paraguay. Pasada la epidemia de cólera de 1867, en esta zona se ubicará el Cementerio del Sud.

      Al dejar atrás estos establecimientos y en dirección al centro, comenzaba de nuevo el trazado en damero y las cuadras simétricas. La principal vía de comunicación con la Plaza de Mayo era la calle Defensa, llamada por entonces “calle del comercio”. Caminando por allí se ingresaba a la parroquia de San Pedro Telmo, una zona poblada más densamente hacia los alrededores de la calle Comercio (hoy Humberto Primo). No abundaban las casas de planta alta, y las viviendas predominantes eran de madera y ranchos de adobe con techo de paja. La calle Defensa también era una frontera entre las residencias de las familias notables y las de los sectores más bajos, dado que la tierra bajaba de manera abrupta hacia el río, y allí surgían muchos conventillos, como uno muy grande ubicado en la calle Potosí, a solo una cuadra de Plaza de Mayo. Aquí también había una gran cantidad de almacenes y tres de las cinco fundiciones que tenía la ciudad (las otras dos estaban en la parroquia de Catedral al Norte). Al igual que la parroquia de Santa Lucía –aunque en menor cantidad– había algunos establecimientos manufactureros (“fábricas de camas de fierro”, de muebles, carruajes y tabaquerías), sobre todo entre la calle Defensa y el río. En esta parroquia se encontraba también el Hospital General de Hombres, entre las actuales Defensa y México, esquina sudeste.

      Figura 8. Barracas y la calle larga de Santa Lucía vista desde la ciudad, 1870, Archivo General de la Nación

      Orientándonos de nuevo hacia el norte por Perú/Florida o por una de sus paralelas –Maipú al oeste, San Martín o Reconquista al este– atravesamos Catedral al Sur y nos adentramos en Catedral al Norte. Las calles de la Piedad y Cangallo eran el centro financiero, extendido a las cuadras adyacentes de San Martín y Reconquista. Tanto la Bolsa de Comercio, inaugurada en 1862, como el Banco de la Provincia de Buenos Aires, el más importante del país, estaban sobre San Martín. A pocos metros, sobre Piedad, estaba la Casa de la Moneda, así como el más grande de los bancos extranjeros, el Banco de Londres y Río de la Plata. En esta área norte de Plaza de Mayo también se encontraban las oficinas de los dos diarios más importantes, La Prensa y La Nación, fundados en 1869 y 1870, y situados, respectivamente, sobre Rivadavia y sobre San Martín.[22] Los residentes adinerados de la zona (Bartolomé Mitre, Carlos Tejedor, Andrés Lamas, Felipe Lavallol, entre otros) tenían sus casas en Maipú, Florida, San Martín y Reconquista. Tanto para el sur de la ciudad como para el norte, las calles Reconquista y Defensa marcaban el límite este de las residencias importantes. Las manzanas de la ribera eran ocupadas, en general, por pensiones baratas y conventillos donde vivían trabajadores manuales o semicalificados. Todavía más al noroeste, a dos kilómetros de la Plaza de Mayo, la Iglesia del Pilar administraba una parroquia rural poco edificada que llegaba hasta Belgrano. Contiguo al templo se hallaba el Cementerio del Norte, también llamado La Recoleta, inaugurado en 1822. Detrás de la iglesia había una pequeña guarnición militar, y comenzaba nuevamente la zona de quintas y propiedades fuera de la cuadrícula de manzanas. Algunos cientos de metros al oeste de allí se encontraba el área del Matadero del norte, que marcaba el fin de la ciudad, en dirección al pueblo de Belgrano.

      En este recorrido por la ciudad, buscamos destacar espacios de sociabilidad y zonas con diversas particularidades. Así, por ejemplo, recorrer la calle Defensa, en su paso de la parroquia de Catedral al Sur a San Telmo, consistía en un pasaje de lo más conspicuo del mundo sociocultural hacia una zona de barrios y casas más modestas, desprovista de librerías, escuelas u oficinas; ir por la calle Moreno desde el comienzo de la parroquia de Monserrat también era adentrarse en un recorrido que mostraba formas de sociabilidad más intensas apuntaladas por la vida comercial y otros establecimientos como cafés, pulperías y también iglesias, mercados y plazas. Al llegar a Perú, comenzaba una de las calles más densamente pobladas de comercios y lindante con el centro político y simbólico de la ciudad: la Plaza de Mayo y sus edificios emblemáticos. Caminar por Esmeralda, Artes o Libertad hacia el norte, era adentrarse otra vez en zonas más productivas (fábricas, molinos, chancherías). En el extremo norte de la ciudad, en sus límites, se encontraba el Cementerio de La Recoleta, ya ubicado en las afueras, y al cual se arribaba tras un extenso recorrido.

      Entre médicos y curanderos: instituciones y saberes

      Ya en la Colonia existían


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