El atajo. Mery Yolanda Sánchez
sensación de ser marioneta ya la había conocido en el amor. El juego traía cosas sorprendentes. Aquí, el movimiento de las fichas era sistemático y planificado. Destrezas diseñadas por altas inteligencias, sin considerar el verdadero contexto social. La próxima jugada no se conoce. Como en el parqués, se va camino a la cárcel, al destierro y no se sabe si se pueda salir. Si se sale, se desconoce quién abre la puerta y pone su precio. La resolución de saltar mientras se piensa y se dice en voz alta: un suicidio. Si fuera posible dormir hasta tarde para no pensar desde la mañana. Sí, dormir hasta el fondo de la inconsciencia y aprender del autismo la mejor manera para conservarse.
SIETE
Depende de quién interroga hay que preparar el gesto, la sonrisa, el carácter y así mismo dar nombre a la institución que represento. Una puesta en escena flotante según las circunstancias. Se resiste para cumplir. Navego en el dolor de la selva.
Varias mujeres bajan de una canoa con motor, venden pomarrosas. Tiempo atrás, mi madre me había recomendado conseguirle unas. Las comí y ese sabor a casi nada cayó en mi estómago. La pulpa, un algodón gelatinoso, rodó, bajó, se descompuso en mí, adentro. Vi deslizarse los trozos hasta abrir su exquisito olor. Y ya no olía a miedo, era pomarrosa, madre. Ser desde la boca hasta los pies.
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