El Código De Dios. Aldivan Teixeira Torres
(Renato)
– ¿Cuál es la importancia de esto para ti? (Uriel)
– Es mi "Norte" cuando tengo dudas. (Renato)
– Muy bien. ¡Dios te ama! Quédese con esto. (Rafael)
– Gracias. Yo también lo amo. (Renato)
–…dijo Dios: "Los que me aman son los que guardan mis mandamientos y los practican continuamente. Porque la fe no vale nada sin obras". (el Vidente)
– ¡Brillante! Gracias por las palabras, hijo de Dios. (Philliphe)
– No hay de qué. (Narrador de la fortuna)
– Creo que me inserto en este contexto, ¿no es un socio? (Renato)
–Por supuesto, sí. Sólo complementé la información para los demás. (La Vidente)
– Ahora sólo hay uno para hablar, Isael. (Intervino Raphael)
– Es verdad. Mis mandamientos son: Ternura, fidelidad, compañerismo, pureza y sabiduría. Estos cinco elementos combinados hacen que el ser humano tenga un grado muy alto de elevación. (Isael)
–¡Notado! (Philliphe)
–¡Bien recordado! A menudo intento hacer esto. (El Vidente)
–¿Es posible llegar hasta allí? (Renato)
–Casi imposible. Pero cuando el ser humano abre la luz divina todo es posible. (Rafael)
–Con Dios puedo hacer todo, sin él no soy nada. (Complementó Uriel)
– ¡Ya es suficiente! Paremos un poco y reflexionemos. Diez minutos más para parar. (Solicitó Rafael)
– No hay problema. ¿Todo el mundo está bien? (El Vidente)
– De acuerdo. (Todos)
El grupo se tomó un descanso del trabajo y se tomó un descanso para pasear por la plaza y tomar fotos de recuerdo. A su regreso, experimentarían de nuevo el poder divino que los acompañaba y los ayudaba a escribir el "Código de Dios", un código que los ángeles y los humanos siempre han buscado, pero que por ironía del destino sólo ahora se estaba desarrollando. ¡Sigue siempre en marcha!
2.9- Herencia
La pausa termina y el equipo regresa a sus respectivos asientos en las orillas de la plaza central de Familyng. Llenos de expectativa, los visitantes esperan una demostración de uno de los guías y contemplan que esta vez Uriel es el primero en hablar.
– Mis amigos y hermanos, tengo un último punto que discutir con ustedes. Hablaremos de la herencia. ¿Están todos de acuerdo? (Uriel)
– Sí. (Los otros)
– Le pido la palabra al especialista Isael. (Uriel)
– Todos nosotros nacemos en una familia que tiene sus propios y únicos conceptos. Para muchos, esforzarse por dejar una herencia para que sus hijos sobrevivan es una cuestión de honor. ¿Crees que esto es importante? (Isael)
– Bueno, no está mal dejar algo para ayudar a tus hijos en el futuro. Lo malo es cuando te concentras sólo en esto porque lo más importante son los valores éticos que nunca se pierden. (dijo el vidente)
–En mi familia, siempre he dejado claro la importancia del trabajo y la independencia de cada uno. No se preocupe por la herencia. (Philliphe)
–Lo que mis padres me dejaron de su herencia fue el recuerdo de las palizas y la miseria. Después de conocer a la guardiana, volví a soñar. (Renato)
– ¡Lo siento, Renato! Me alegra que hayas encontrado a alguien como ella. No todo es tan afortunado. (La Vidente)
– Lo sé y doy gracias a Dios por ello. (Renato)
–Escuchen todos. Así, dice el Señor: No se preocupe por el día, ni por el mes, ni por el año venidero. Preocúpate de hacer siempre el bien, de trabajar con dignidad para que otras cosas te sean añadidas. (Rafael)
– Y más: "Busca aprender las buenas costumbres, la ética, la sabiduría, la sinceridad, la fidelidad de que esto es lo que realmente importa. Son su verdadera herencia junto con su amor y respeto". (Uriel)
– ¡Gloria a Dios! (Renato)
– Palabras que me encantan. (Philliphe)
–¡Salud a mi padre! (el Vidente)
– Amén. (Rafael y Uriel)
– Lo has dicho todo. Estoy satisfecho con mi trabajo y con el magnífico ambiente que se ha formado entre nosotros. Pero tengo que irme ahora. El señor me llama a mi negocio. (Isael)
– Gracias por su paciencia y su sabiduría. ¡Muy agradecido! (Rafael)
–Saluda a Yahveh de tu parte. (Uriel)
–Cuando lo vea, lo haré. (Isael)
– Su participación agregó mucho. Gracias. (el Vidente)
– Nunca lo olvidaremos. (Renato).
–Ayudaste mucho. (Philliphe)
– Gracias a los tres. Ustedes son un equipo de garras. Le deseo suerte, felicidad y éxito a su manera. Hasta que. (Isael)
– Hasta… (Los otros)
Ya lo he dicho. Isael los abrazó a todos y finalmente se fue desapareciendo poco después. Ahora sólo quedaban cinco, y el vidente insistió en pronunciarse.
– ¿Y ahora? ¿Qué será de nosotros sin Isael? (el Vidente)
–Cumplió su misión. Volvamos a la posada. ¿De acuerdo? (Rafael)
–Por supuesto, hermano. Tú eres el jefe. (Uriel)
– Está bien. Está bien. (el vidente asintió)
–¿Vamos? (Renato)
– ¡Vámonos! (Philliphe)
A la señal, el grupo se fue y como el hostal estaba cerrado con ocho minutos ya llegaron al establecimiento. ¿Y ahora? ¿Cuál sería el destino de estos espíritus llenos de espíritu santo? ¿Continuarían desentrañando los secretos de la voluntad, renunciando o fracasando en el camino? Todas estas hipótesis eran posibles en función de su destino, suerte y dedicación. ¡Hasta el próximo capítulo!
Parte III – Religiosos
Al entrar en el establecimiento, los miembros del grupo se dirigieron a sus respectivas salas. Al llegar allí, fueron a los baños a ducharse. En treinta minutos, ya han completado este ejercicio y después de reunirse en la cocina para cenar. Hubo otros veinte minutos en este segundo proceso.
De común acuerdo, decidieron partir en ese momento en busca de la segunda ciudad, aunque ya era de noche porque ella estaba a una distancia considerable. Y así lo hicieron. Pagaron el alojamiento en el albergue, empacaron sus maletas, y cuando estuvieron listos salieron juntos del establecimiento y tomaron un sendero que sólo Rafael y Uriel conocían.
En el camino, cruzaron el centro de la ciudad, tomaron la dirección norte y con veinte minutos ya abandonaron el eje urbano. A partir de entonces, se movieron en la inmensa oscuridad del desierto.
Cuando estaba todo oscuro, Rafael y Uriel sacaron potentes linternas de la mochila que parecían del día a la noche para hacerse una idea. Este hecho tranquilizó en parte a los viajeros con sus dudas, residiendo sólo en los detalles de la segunda ciudad que, según se le informó, estaba a diez kilómetros de distancia.
La marcha de los miembros del equipo se mantuvo firme durante mucho tiempo hasta que se solicitó una primera parada. Philliphe fue la causa. Sus piernas le dolían y sus ojos estaban hinchados por los esfuerzos del día. Esperaron treinta minutos hasta que se sintió mejor y reanudaron la caminata.
Pasa un poco de tiempo, y cuando han pasado exactamente tres horas, deciden acampar y dormir porque no tiene sentido que se arriesguen en la peligrosa noche del lugar.
Como se les advirtió, Rafael y Uriel trajeron carpas inflables armadas, lo que les dio refugio a todos. Como