Si Es Amor. Amanda Mariel
Es Amor
CAPÍTULO 1
Londres 1813
Ladi Hannag Blakey permanecía tras una mesa de Blackjack en el interior del Golden Eagle. Ella entendía perfectamente el peligro al que se estaba exponiendo a si misma, al aventurarse en una parte tan sórdida de Londres y unirse a un juego de hombres con tan mala reputación que podría ser su ruina- o por aún. Pero ella no podía resistirse. No cuando el deseo era tan fuerte.
Un juego de alto riesgo estaba teniendo lugar en el interior de las lúgubres paredes del establecimiento esta tarde. Uno de los más infames tramposos, un hombre al que solo se le conocía como La Garra, estaba jugando. Se rumoreaba que La Garra no había jugado a las cartas en por lo menos doce años, pero aún así su nombre seguía siendo infame.
Hannah tenía que ver esa partida como fuera. Por lo tanto, ella hizo lo que toda mujer sensata haría y vestida como una pilluela con pantalones bombachos y un sombrero flexible muy desgastado. Para que su disfraz resultara más creíble se manchó la cara y la camisa de carbón. Hannah iba a la suya sin hablar con nadie, y de eso modo, hasta ese momento, nadie había reparado en ella. La atención de todo el mundo se centraba en la partida del infame Garra.
Los pelos de la coronilla se le erizaron cuando ella barrio con su mirada la habitación pobremente iluminada. ¿Estaba observándola alguien? Ella efectuó otra barrida visual de la habitación antes de volver la atención a la partida en curso. Debía de haber sido su imaginación, pero aún así ella, aún se sentía inquieta. Nerviosa… su mente estaba jugando con ella, pero ¿Cómo no se iba a sentir nerviosa con lo que se estaba jugando?
Hannah trató de alejar esos pensamientos y respiró profundamente. Ella no había venido hasta aquí para ponerse paranoica y arruinar la noche. Ella había venido a ser testigo de la historia, y maldita sea, eso sería lo haría. Ella estiró el cuello para ser testigo de como La Garra aceptaba una nueva carta.
“Lady Hannah, me atrevería a decir que casí no le había reconocido.” Una voz masculina le habló muy cerca del oído.
A Hannah se le heló la sangre, el corazón le latía con fuerza. Ella conocía esa voz y ese tono condescendiente demasiado bien. Maldita sea, la había estado observando nada menos que Lord Ramsbury, duque de Blacksmore. Seth, hermano de Lady Hannah, es su mejor amigo. Exhalando una bocanada de aire para calmarse le dijo. “Silencio, va a hacer una escena.”
La haré de todas formas si no sale de aquí conmigo inmediatamente.” Ramsbury señaló a la puerta con un gesto de la cabeza.
“Esta usted bromeando.” Hannah le miró con los ojos entrecerrados desafiante.
Ramsbury la cogió por el codo. “En lo más mínimo.”
Hannah se liberó dando una sacudida. “No me voy a ninguna parte.”
Unos pocos hombres que estaban a su alrededor le estaban observando y a Hannah el corazón le empezó latir a toda velocidad. Lo ultimo que ella quería era llamar más la atención. Ella miró a Ramsbury con los ojos entrecerrados. “¿Ve lo que esta haciendo?” Ella señaló con un gesto de la cabeza hacia los hombres, bajando la cabeza para que no le pudieran ver la cara.
“Déjales que miren”. Dijo Ramsbury.
El alcanzó el brazo para cogerla, pero ella dio un paso atrás. Hannah resopló, cerró los ojos durante un segundo, y entonces miró de nuevo a Ramsbury. “Muy bien, iré.”
El le dedicó una sonrisa seguro de si mismo. “Sígame.”
La ultima cosa que ella deseaba hacer, era marcharse, pero no había nada que ella pudiera hacer para evitarlo. El furioso hombre no le dio otra opción. ¡Ojalá le parta un rayo! Hannah le lanzaba puñaladas en la espalda con la mirada mientras lo seguía.
Ramsbury abrió la gran puerta de madera y salió a la calle. Hannah le siguió, volviendo su cara hacia el nada más oír el clic de la puerta al cerrarse. “¿Qué diantres te pasa?” Dijo ella enfurecida.
Ramsbury arqueó una ceja rubia. “¿A mi?” El puso la mirada en ella. “Estas inmunda vestido en pantalones bombachos de muchacho y con un sombrero infestado de suciedad, ¡Y estas en seven Dials, uno de los barrios más peligrosos de Londres! Por los clavos de cristo, Blackmore Debería de darte unos azotes en el trasero por esto.
A Hannah se le abrieron los ojos como platos al oír mencionar a su hermano. El se pondría furioso si descubriera lo que ella había estado haciendo. Seth probablemente la mandaría a un convento de monjas o la casaría con el primer Lord que estuviera dispuesto a hacerlo. Ella prefería no tener que averiguarlo.
Ella se dio la vuelta y esperaba una dulce sonrisa de Ramsbury. “No hay necesidad de meter a mi hermano en esto.”
“Al contrario, Blackmore tiene todo el derecho a estar al tanto de tus actividades.” Ramsbury dio un paso al frente. “¿Cómo has llegado hasta aquí?”
Hannah quería decirle que se fuera la infierno. Que se diera la vuelta y se largara, pero hacer eso solo le traería más problemas. Este hombre le preocupaba. Ella necesitaba su cooperación, su silencio. “Alquilé un viaje a caballo hasta aquí.”
El l cogió por el codo y la llevó a un callejón entre las sombras. “Mi carruaje esta cerca bien aparcado. Te llevaré a casa.”
“Perfecto.” El la miró de nuevo y Hannah le ofreció una dulce sonrisa. “Por el camino, podemos llegar a un acuerdo.”
“Por el camino puedes pensar en lo que has hecho y prepararte por el castigo que Blackmore te va a imponer.” El la detuvo y esperó a que su criado abriera la puerta del carruaje y bajara las pequeñas escaleras. Sin mediar palabra, Ramsbury ayudó a subir a Hannah a su transporte y entonces el subió tras ella.
Hannah juntó las manos y las descansó en su regazo y giró la cabeza para mirar por la ventana. Tenía que convencerle de alguna manera de que no le contara a Seth lo que ella había hecho. ¿Pero como? El carruaje empezó a moverse con los cascos de los caballos golpeando la calle adoquinada.
“Te pondré a salvo en casa y luego tendré unas palabras con tu hermano.”
Hannah volvió su atención hacia Ramsbury. “Eso no será necesario. Seguro que podemos llegar a un acuerdo que sea ventajoso para ambos.” Ella bajó las pestañas y sacó su labio inferior.
“¿Por favor?”
“Hacer mohines no te llevara a ninguna parte, señorita.” Le reprendió Ramsbury. “Ni suplicar, ahorra tus energías.”
“¿Entonces quizás puedo hacerte entrar en razón?” Ella se catapultó a sí misma a través del carruaje para sentarse a su lado. “No puedes culparme por querer ver a la garra. Es una leyenda y hacía años que no jugaba.” Ella se puso se ladeó de manera para mirarle directamente a los ojos, y el muslo de su pierna rozaba contra el. “Supongo que has venido por el mismo motivo.”
“No puedes comparar mis acciones con las tuyas.”
¿No, seguro? Ella levantó una ceja esperando respuesta.
“Desde luego que no.” Ramsbury frunció el ceño. “Soy un hombre, y soy capaz de protegerme a mi mismo.”
Hannah alcanzó