Sean. Virginie T.

Sean - Virginie T.


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frunce el ceño.

      – Me suena. He escuchado hablar de él.

      Consulto su ficha.

      – Seguramente sea porque es médico.

      – Probablemente. Tuvo que ser mientras estudiaba enfermería.

      Es probable, pero no responde a nuestras preguntas. En todo caso, complica el misterio. Coincido con Connor, no podemos permanecer en la ignorancia. Digo en voz alta lo que todos están pensando.

      – Hay que interrogar a la enfermera.

      – Estoy de acuerdo. Y mi diosa podría emplear sus poderes para ver el futuro de su amiga.

      Sevana asiente con la cabeza de tal forma que sus largos mechones con reflejos azules cosquillean el torso de su compañero. Nos quedamos quietos y en silencio. Nuestra hembra alfa necesita calma para controlar su poder. Las premoniciones a distancia son algo relativamente nuevo para ella y requieren mucha concentración. Al cabo de un cuarto de hora, abre los ojos visiblemente fatigada y frustrada.

      – Lo siento, he logrado percibirla, pero nada más. Me resulta imposible ver su futuro. Lo único que puedo afirmar es que, por el momento, está bien.

      Necesitaba tener contacto físico para emplear su don hasta hace poco. El vínculo de unión lo ha amplificado, además de darle acceso a otros poderes, pero aún le requieren mucho esfuerzo y la gran distancia entre ambas es claramente un obstáculo. No es de extrañar que no lo haya logrado. Requiere práctica. Las fateles jóvenes se entrenaban todos los días desde muy temprana edad para controlar sus dones a la perfección. Y como supongo, por lo contrariado que parece, que lo último que quiere Connor es separarse de su chica para irse de misión, me ofrezco voluntario. Como beta, es mi deber tomar el relevo cuando el alfa no está disponible. Además, tengo una ventaja frente a los demás.

      – De acuerdo. En ese caso, iré yo. Ashley no me conoce, no creo que desconfíe de mí.

      Como de costumbre, Connor me apoya, y en vista de la sonrisa que dibuja en su cara contemplando a Sevana, está contentísimo de quedarse con ella, pero pone una condición.

      – Vale. Es cierto que la primera y última vez que nos vio, nos transformamos en los pasillos del hospital, dejamos a dos lobos muertos a nuestro paso, nos llevamos a Sevana, y no la ha vuelto a ver. Eso no genera mucha confianza. Pero te llevas a Owen. Podrías necesitar refuerzos y, a diferencia de ti, sabe ser diplomático.

      Asiento con la cabeza y nos separamos mientras nuestro alfa se lleva a su risueña compañera a la habitación. Saldremos en cuanto mi compañero de misión esté listo.

      

Ashley

      Aún no me lo creo. El imbécil de mi ligue me apagó la alarma ayer por la noche porque quería dormir hasta tarde. ¿En serio? Al zángano ese que ni siquiera trabaja le molesta que le despierte con el estridente sonido de la alarma que me pongo para ir a trabajar. Me parece que la fase de pseudo luna de miel que se vive al comienzo de las relaciones ha llegado a su fin. Al igual que nuestra relación. Ese no vuelve a verme el pelo. Qué más da, encontraré otro novio. Uno que trabaje y no me reproche no dedicarle todos los días de mi vida. Mientras tanto, llego tarde y enfadada. Voy por la calle corriendo como una loca y empujando a mi paso a unas cuantas personas que deambulan distraídas, con las que me disculpo entre dientes, pero sin reducir la velocidad. Ahora mismo no tengo tiempo de ser educada.

      Finalmente llego al hospital treinta minutos tarde. Mi jefe de unidad me va a echar la bronca. Sobre todo porque andamos faltos de personal desde que algunas enfermeras dimitieron atemorizadas tras la agresión a Sevana. La sangrienta pelea entre varios metamorfos que tuvo lugar una semana después en el recinto del hospital tampoco ayudó a convencerlas de reincorporarse. Al contrario, reforzó su decisión de no volver a poner un pie en este hospital incapaz de proteger a su personal. Eso significa que voy a tener que usar mis encantos si no quiero escuchar hablar de esto durante días o llevarme una reprimenda. Como era de esperar, mi jefe, sobrepasado por la situación, me pesca en cuanto llego a la planta.

      – Señorita Peterson, llega tarde. ¡Es inaceptable! ¿No tiene usted sentido de la responsabilidad profesional? Sabe que andamos cortos de personal y aun así se permite llegar a la hora que le da la gana.

      Me tomo un momento para abrir la mente y respirar hondo antes de girarme con mi sonrisa más seductora.

      – Lo siento, señor Raze. He tenido un problema esta mañana. No volverá a pasar.

      Proyecto ondas relajantes y pensamientos positivos hacia su cerebro en plena ebullición. Parece que soy la tercera en llegar tarde hoy y piensa utilizarme como ejemplo para contener la hemorragia de impuntuales. Voy a tener que emplear todas mis fuerzas en salir de esta. ¡Qué fastidio! Estaré cansada el resto del día. Pero no tengo elección. No puedo perder el trabajo. Tendría que volver a vivir en el territorio de la manada y no quiero ver a Nathan en mucho tiempo. No hasta que encuentre a su compañera y deje de insistir.

      – Lo siento muchísimo, señor Raze.

      Su frente se relaja a medida que mis poderes se adueñan de él. Bien, está funcionando. Resulta tan fácil manipular a los humanos. Un simple juego de niños que practico desde muy pequeña. Es una pena que consuma tanta energía. Mi jefe, algo desorientado, acaba balbuceando.

      – No pasa nada por esta vez. Pero que no se vuelva a repetir. Y avísame en cuanto sepas algo de Sevana. Nos hace mucha falta en la unidad. Siempre sabía cuándo los pacientes iban a necesitar atención de urgencia. Un verdadero regalo del cielo.

      Asiento con la cabeza y me voy a cambiarme sin añadir nada más. Por los pelos.

      Sevana, mi mejor amiga desde que la conocí hace seis años. Adoro charlar, reír y llorar con ella. Siempre está ahí para mí, aunque la incordie con su inexistente vida sentimental. Yo nunca le he hablado de una parte de mi vida y ella nunca me ha confiado su secreto, pero no por ello somos menos amigas. Me preocupo por ella. Ya hace dos semanas que desapareció literalmente de la faz de la Tierra. No hay ni rastro de ella. Espero no haber cometido un error al hablar de su don con aquel metamorfo, Connor. La protejo desde hace tantos años. Ni siquiera mi familia sabe que es una fatel, y me ha costado ocultárselo. Hablo muy a menudo de mi amiga humana y Peter trabaja en estrecha colaboración con los servicios de sanidad, por lo que me veía obligada a emplear todo mi ingenio en evitar que se encontraran cada vez que venía al hospital de improviso. Nunca le habría hecho nada malo, pero ciertos miembros de la manada son algo cerrados de mente, por no decir retraídos. En fin, no soportan conocer gente nueva. Además, conozco las recomendaciones de los padres de Sevana en cuanto a los metamorfos. Me habló de ello un día que debíamos tratar a un animorfo, y yo no quería ponerla en una situación difícil obligándola a acercarse a uno a sabiendas de que su familia se lo había prohibido. Tal vez debería haberlo hecho, pero protegiéndola creía estar a la altura de la misión que yo misma me había encomendado. Lamentablemente, no pude hacer nada contra los Black. No fui capaz de evitar que la atacasen. Perdí el conocimiento antes de siquiera adivinar sus intenciones y tratar de intervenir. Cuando desperté, ya estaba gravemente herida. La habían hecho pedazos. Había sufrido tanto que aún podía percibir vestigios de miedo y dolor en su cabeza, incluso a través de la bruma del coma. Objetivamente, no habría podido reducir a dos animorfos en el acto. Uno vale, pero no dos. Cuando Peter se enteró del incidente, me pidió que no me entrometiera. Estaba muy preocupado por mí y tuve que convencerle de que no corría ningún peligro para que me permitiese conservar mi puesto. Cuando los hombres del gobernador llegaron al hospital, mi primera reacción fue temer por Sevana. Supe inmediatamente que eran metamorfos. Sus espaldas, sus músculos y ese brillo en los ojos no dejan lugar a dudas. Me crie en una manada. Reconozco a un animorfo cuando lo veo. Sin embargo, al entrar en la habitación vi que la miraban con tristeza, no con animosidad. A causa de los medicamentos que le habíamos administrado por vía intravenosa, no se habían dado cuenta de que no era humana. Conozco los efectos de las sustancias farmacológicas en la sangre de los fateles. Era mejor así. Podrían haberse asustado, enfadado o qué sé yo. La erradicación de los fateles no es un secreto para nadie; la supervivencia de algunos, sí. Y la forma en que la miraba el alto


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