Magia Para Los Corazones. Antonia Fernández Barba

Magia Para Los Corazones - Antonia Fernández Barba


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preocupados, la llevaron al médico y, tras una serie de pruebas y análisis, salió aquel diagnóstico: le quedaba muy poco tiempo de vida.

      Agnes se apagaba físicamente. Sin embargo, su mirada y su actitud eran de felicidad y entusiasmo, lo cual desconcertaba a todos.

      Los últimos días en la Tierra fueron muy duros, para ella y para sus familiares y amigos, hasta que una mañana fría de principios de invierno, Agnes no despertó.

      Un gorrión, aturdido, acertó a posarse en el alféizar de la ventana y se coló en la habitación. Revoloteó y volvió a salir volando hacia las nubes.

      Todos, en especial, sus padres y abuelos lloraron su marcha y se sintieron profundamente abatidos.

      Una noche, mientras su madre contemplaba el cielo cuajado de estrellas y meditaba sobre todo lo vivido, vio un brillo intenso en la inmensidad del espacio. Un brillo que tomó forma de un delfín. Su corazón se encendió con un calor extraño, cálido, amoroso y escuchó la voz de su pequeña nítida y clara entre sus propios pensamientos.

      Al principio, creyó que eran imaginaciones suyas, pero, luego, no tuvo duda alguna, era el timbre alegre como cascabel de su Agnes que le decía que liberara su corazón de la tristeza que lo albergaba, que soltara el dolor y abriera su mente, que la muerte no existe, sólo es un paso de una vida a otra más plena, como desprenderse de una carcasa densa y pesada para nacer a otra forma de existencia, más liviana y feliz.

      Le dijo que podía comunicarse con ella cada vez que quisiese.

      Su madre, se sintió invadida por una ternura, una serenidad y un amor indescriptibles, imposible de ser expresado con palabras… que disiparon sus lágrimas y su pesar.

      Y, desde esa noche, mantiene esa llama de certeza encendida en su interior y siente a Agnes prendida en su corazón como una mariposa a una flor.

      ..ooOoo..

       2. Mucho más que un cuerpo físico

      Daniela llevaba ya bastante tiempo con malestar en el estómago. Había acudido al médico del seguro, pero éste le había dicho, sin prestarle atención siquiera, que no tenía nada. Daniela le preguntó por una dieta adecuada, pues todo cuanto ingería le producía una quemazón y unas digestiones pesadísimas. El doctor, con mal talante, le dijo que podía comer de todo. Pero ella sabía que no era así, ella mejor que nadie estaba sintiendo que algo no iba bien en su organismo. Si, hasta un simple vaso de agua le provocaba ardor en el estómago…En vista de cómo se sentía cuando tomaba cualquier alimento, dejó de comer.

      Daniela era una chica alta, delgada, muy activa, responsable, en exceso, con sus estudios y con todas sus ocupaciones…

      Estaba de vacaciones, después de un intenso curso académico donde había obtenido unas estupendas calificaciones. Era verano y hacía calor. Todas las mañanas iba a la playa a disfrutar delmar, del sol y de la gente. El gasto energético al que sometía a su cuerpo era grande y la aportación pequeña. En una semana perdió 5 kilos de una vez. Esa pérdida, en esas condiciones y en una muchacha de constitución delgada, fue decisiva para debilitarla.

      Una mañana en que cambió de planes y, en lugar de ir a la playa, optó por ir al centro de la ciudad en autobús, tuvo una experiencia muy extraña.

      Estaba sentada cuando se fijó en una chica joven a la que no había visto nunca, que estaba sujeta a la barra de la puerta central del autobús urbano. Parecía como si fuese a bajarse en la próxima parada, pero, a la vez, se balanceaba en la barra como si estuviese jugando.

      Daniela la contemplaba desde el asiento posterior al del conductor, a la vez, que escuchaba los comentarios de las señoras que viajaban en el mismo autobús y decían, alarmadas, que esa niña se iba a caer. Lo repetían insistentemente y a ella le resultaba curioso, porque desde su percepción parecía que aquella niña, desconocida para ella, estaba jugando mientras aguardaba la parada para bajarse del autobús.

      En ese momento, todo se hizo oscuro, el tiempo se detuvo y perdió toda conciencia…

      Cuando Daniela se despertó, cuando volvió en sí abriendo los ojos, se descubrió sentada junto a la puerta donde estuvo observando a aquella joven y un grupo de señoras la abanicaba, tratando de reanimarla.

      Le tomó unos instantes comprender…Esa niña de la barra era ella. Había perdido el conocimiento y se había desvanecido mientras, ella misma se contemplaba sin reconocerse desde otro punto distante de aquel autobús urbano.

      Daniela se puso en mano de otro médico que acertó con un tratamiento adecuado y una dieta alimentaria que toleró estupendamente y le hizo recuperar peso y fortaleza en su cuerpo físico. Pero, la experiencia de haber estado, durante un breve tiempo, fuera de él la marcó profundamente y fue la puerta de acceso a otros horizontes y al conocimiento de que somos mucho más que un cuerpo físico.

      ..ooOoo..

       3. Viaje mental

      Ángela salió temprano de su casa y bajó a la playa. A esa hora no había bañistas, sólo algunas personas paseando. Se sentó sobre la arena fresca y contempló el paisaje. El cielo despejado y de un azul intenso, la brisa suave le encrespaba los cabellos, el olor a pino procedente de la otra orilla de la desembocadura del río, el sonido relajante de las olas al romper…En esos momentos, me sentía flotar y agradecía a la vida el poder percibir esas sensaciones…

      Adoptó la postura de loto aprendida en sus clases de yoga y se sumergió en esa fiesta para sus sentidos, en esa conexión profunda con la Madre Tierra.

      Transcurridos unos minutos en ese estado de meditación, su mente empezó a elevarse y se sintió transportada a otra realidad, a otra dimensión.

      Abrió los ojos y creyó estar soñando. El paisaje que tenía delante nada tenía que ver con la playa donde se sentó. Delante de ella se dibujaba un sendero bordeado de árboles majestuosos. Al fondo unas montañas rocosas y una figura humana con una túnica blanca y encapuchada. Se sintió atraída por ese ser que le daba la bienvenida desde la distancia y sin articular palabra alguna. Supo, entonces, que le estaba percibiendo desde sus pensamientos, desde su mente.

      Al llegar hasta aquella persona tuvo la sensación inequívoca de que volvía al hogar, de que pertenecía a aquel fantástico lugar.

      Aquella especie de monje la indujo a que le siguiera y ambos penetraron por una abertura en la base de la montaña. Caminaron un largo trecho entre rocas y lagos subterráneos hasta llegar a un ensanchamiento de la gruta desde donde se veía una enorme cascada de agua que emitía un rugido atronador. Lo más maravilloso era que, allí dentro, bajo la montaña, había un cielo azul donde brillaba un espléndido sol y aire puro.

      Entonces, la persona que la condujo se bajó la capucha de su túnica y se presentó ante Ángela. Su nombre era Herbás y dijo ser el guardián del planeta interno.

      Ángela no salía de su asombro, ¿un planeta interno? ¿Con otro sol? Recordaba haber estudiado en los libros de naturaleza que en el interior de la Tierra había un núcleo fundido y un manto sólido y que la temperatura llega a alcanzar los 4500ºC. Entonces, trajo a su recuerdo, también, el libro de Julio Verne “Viaje al centro de la Tierra” y pensó que muchas de las historias que se catalogan como ciencia ficción o fantasía pueden tener una base real y que nos cuentan muchas mentiras o nos ocultan las verdades.

      Herbás le explicó el motivo por el cuál había sido llamada. Ella estaba vinculada a ese mundo por la línea de su genética materna y la habían elegido para transmitirle los conocimientos que la humanidad tenía que despertar en estos momentos decisivos para el planeta Tierra. Ea, que así lo llamaba Herbás, está en un período de transición o evolución importante que afectará, irremediablemente, a los seres que habitan en su superficie. Ese proceso de crecimiento tendrá, como consecuencias, una serie de cambios físicos y energéticos y los seres humanos deben prepararse


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