Nieve De Colores. Juan Moisés De La Serna

Nieve De Colores - Juan Moisés De La Serna


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sobre todo cuando se trataba de industrias estatales o de monopolios.

      La concentración de estas industrias en una persona u holding hacía que nadie pudiese atacarlas jurídicamente, pues el suministro de su producto y los puestos de trabajo que conllevaban dependían de su buena marcha.

      Según me comentó hubo algún intento de multar a alguna fábrica por su contaminación, pero lo único que consiguieron después de mucho presionar fue que cerrase, y se trasladase a otro lugar, con el consiguiente despido de toda la plantilla, hecho que movilizó a parte de la población en contra del gobierno, e hizo que no se volviesen a aplicar estas sanciones lo que legitimó el descuido de cualquier ley ecologista.

      –A pesar de ello ―continuó la anfitriona―, nuestro país ha ido adaptándose a los cambios tecnológicos, y procurando no perder el tren de los biocombustibles, las energías alternativas y los motores no contaminantes.

      »No tanto por una conciencia ecológica y de cuidado del medioambiente como de competitividad con el exterior, como es lo que se demanda, es lo que se ha de producir.

      –¡Adaptarse o morir! ―exclamé usando una frase hecha.

      –Sí, así es, sobre todo por la competencia con China, nos ha quitado buena parte del mercado de nuestro país, con lo que hemos tenido que mejorar nuestra producción para poder competir.

      »A pesar de lo cual todavía quedan muchas zonas rurales, o de antiguas explotaciones ahora en ruina, nuestro gobierno a pesar de querer dar solución a todos a veces no le queda más remedio que priorizar.

      »La vieja industria y las producciones agrícolas apenas dan beneficios ahora, pues el esfuerzo económico y tecnológico se está centrando en aquello que económicamente nos beneficie.

      –Pero conozco que tenéis una gran industria petrolífera ―dije extrañado por ese comentario en el que parecía añorar mejores tiempos.

      –Sobre todo de explotación de gas natural que exportamos a Europa y China, pero ya habrás visto cómo unos pocos se aprovechan de ello.

      –No te entiendo ―dije extrañado.

      –Algunos de nuestros antiguos países aliados se han querido aprovechar de que nuestros gaseoductos pasan por sus tierras para poner aranceles y con ello enriquecerse sin hacer absolutamente nada, pues ni ellos pusieron los conductos ni suministran el gas, únicamente por estar ahí en medio se están enriqueciendo.

      –Bueno eso es política, cada uno tiende a quedarse con parte del pastel.

      –Sí, pero eso no es bueno, pues todos quieren la parte que no les corresponde por su esfuerzo.

      Veía que cada vez ella se iba molestando más con el tema, no sé si tendría razón o no en lo que decía, pero lo que parecía claro es que tenía un fuerte sentimiento nacionalista que le llevaba a ver y pensar en el beneficio de su pueblo, y poco más, por lo que di por terminada la conversación antes de que fuese a molestarse por algo que dijese.

      Era mucho lo que la necesitaba, estaba totalmente dependiente de ella en cuanto al idioma, y eso cuando te quieres mover de un lado a otro y hablar con unos y con otros es muy importante.

      Por fin amaneció, y pedí a mi anfitriona que me enseñase la ciudad de San Petersburgo, haciendo hincapié en el área del río, para ver si todavía se podían ver los residuos de aquellos efectos devastadores.

      Sabiendo que los peces no eran sino una señal de la calidad el agua, la cual se empleaba para mezclar con vodka, sobre todo en las marcas de menor calidad, por lo que el riesgo de contaminación en humanos a través de esa bebida era bastante probable.

      Ella aprovechó que iba a dedicarme el día a hacer turismo, así me llevó por el Jardín de Verano, pasando a visitar la iglesia de San Salvador de la Sangre Derramada también llamada catedral de la Resurrección, cuya belleza se puede observar desde fuera con sus nueve cúpulas recubiertas de láminas de oro y de esmalte policromado o por dentro, donde admiramos los espléndidos mosaicos.

      Luego fuimos a la Plaza de las Artes, para pasar a contemplar la catedral de Kazán, para terminar la visita en el museo del emigrante, uno de los museos más grandes y famosos del mundo que, cuenta con más de tres millones de obras repartidas en cuatrocientas salas.

      Al final del paseo desembocamos en un puente que atravesaba el río; mientras tanto me contaba como si se tratase de una guía turística que San Petersburgo era la segunda ciudad más grande de Rusia que, fue durante más de doscientos años la capital y uno de los dos puertos que desembocan al mar báltico del país.

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