Porno feminista. Группа авторов

Porno feminista - Группа авторов


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descripción incluye a la espectadora femenina, lo que probablemente desea ver (deseo activo, consentimiento, orgasmos auténticos, poder y agencia) y lo que no (pasividad, estereotipos, coacción, orgasmos falsos). El lenguaje empleado es lo bastante vago como para no ser prescriptivo, pero al mismo tiempo valora la agencia y la autenticidad, con un reconocimiento entre paréntesis a la posibilidad de que «tener el control» no es necesariamente la fantasía de toda mujer. Aunque estas directrices se centran claramente en la implicación de una mujer en la producción, los cineastas premiados abarcan una amplia variedad de personas: desde las que se autodefinen como pornógrafas feministas hasta las mujeres directoras independientes, pasando por quienes producen porno convencional. Estos criterios tan amplios consiguen por tanto un cierto nivel de integración y reconocen que una amplia variedad de trabajos puede ser percibida como feminista por la audiencia, los críticos y el mundo académico. La ceremonia de los fpa atrae y premia a cineastas de todo el mundo, y cada año ha ido creciendo en todos los aspectos, desde el número de películas concursantes hasta el número de asistentes. Los fpa han logrado dar una mayor difusión al porno feminista entre una audiencia más extensa y han contribuido a la formación de una comunidad de cineastas, intérpretes y fans. Los fpa resaltan la existencia de una industria dentro de la industria, y al mismo tiempo nutren este creciente movimiento. En 2009, la doctora Maura Méritt (originaria de Berlín) creó la campaña PorYes y el European Feminist Porn Award, basado en los fpa. Dado que el movimiento tiene mayor empuje en Europa y Norteamérica, este libro se concentra en la investigación y las películas de las naciones occidentales. Somos conscientes de esta limitación. Para que el porno feminista sea un proyecto global, habría que hacer más para incluir en la conversación a investigadores y pornógrafos no-occidentales.

      En este libro identificamos un movimiento que comenzó hace cuarenta años en el que participan pensadores, espectadores y creadores, basado en su deseo de utilizar la pornografía para explorar la representación de nuevas sexualidades. El trabajo que hemos recopilado aquí desafía otras concepciones feministas de la sexualidad en la pantalla, en las que la sexualidad está eternamente marcada por una amenaza. Esa amenaza es el espectro de la violencia contra las mujeres, que es la manera en la que generalmente se ha visto la pornografía. Defender que las representaciones sexualmente explícitas no son otra cosa que opresión de género implica que mostrar actos sexuales explícitos es una forma de castigo y subyugación total de la mujer. En este marco de referencia, las mujeres que ven, estudian o trabajan en la pornografía llevan una marca de falsa conciencia: como si estuvieran jugando con fuego mientras ignoran el hecho de que pueden quemarse.

      La apabullante popularidad de la literatura erótica femenina, ilustrada por el reciente éxito del superventas mundial Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, así como el florecimiento de la comunidad de fanfiction de la cual surgió, prueba que hay una gran demanda entre las mujeres de representaciones sexuales explícitas. Millones de lectoras dieron la bienvenida a la trilogía Cincuenta sombras de Grey (que sigue las aventuras de una joven que se convierte en la sumisa de un hombre dominante), y no lo hicieron por su retrato de la opresión, sino por su exploración de la libertad erótica. El erotismo y la pornografía creados por mujeres conecta con las fantasías que las mujeres tienen en realidad, fantasías que se encuentran en un mundo donde las mujeres tienen que negociar poder constantemente, incluyendo dentro de su imaginación y sus deseos. Del mismo modo que los criterios para obtener un fpa, estos libros y el movimiento del porno feminista muestran que «las mujeres están tomando el control de sus propias fantasías (incluso cuando esa fantasía consiste en ceder el control)».

      Uno de los resultados desafortunados de las guerras del porno fue la consolidación de unas trincheras enfrentadas: la trinchera antipornografía enfrentada a la trinchera sex-positive/pro-pornografía. A un lado, la «Pornografía», con p mayúscula, era una encarnación visual del patriarcado y la violencia contra las mujeres. Al otro lado, el Porno se defendía como «expresión» o como una forma que no debería desahuciarse pues algún día podría transformarse en un vehículo para la expresión erótica de la mujer. Los matices y complejidades de las «pornografías» en minúscula se perdieron en tierra de nadie. Por ejemplo, el pensamiento sex-positive no siempre admite las maneras en las que la sexualidad limita a las mujeres. Pero el problema con la asunción de la antipornografía de que el sexo es inherentemente opresivo para las mujeres —de que las mujeres se degradan si realizan actos sexuales delante de una cámara— ignora y reprime la sexualidad de las mujeres. De ahí que para nosotras el porno feminista sex-positive no implique que el sexo es siempre una caja envuelta en papel de regalo llena de felicidad y alegría. En su lugar, el porno feminista captura la lucha para definir, comprender y encontrar la propia sexualidad. Reconoce que es importante no realizar juicios apresurados sobre el significado del sexo en las relaciones íntimas y sociales, y no presuponer cuál es el significado del sexo para personas concretas. El porno feminista explora ideas y actos sexuales que pueden resultar tensos, desconcertantes o incluso muy perturbadores para algunas personas, y al mismo tiempo liberadores y empoderadores para otras. Lo que vemos aquí son definiciones de la sexualidad que compiten unas con otras, y que muestran el poder de la sexualidad en toda su indisciplina.


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