E-Pack Bianca 2 septiembre 2020. Varias Autoras
que todo hubiera ido bien. Siempre hay una posibilidad de error, y fue ese argumento el que utilizaste para sembrarme la duda.
–¿Y cómo estás tan seguro de que yo había mentido?
–Empecé a sospechar cuando no vi ningún síntoma… Además, después de un incidente, admitiste que era mentira.
–¿Un incidente?
Él asintió y se alejó de ella una pizca.
–Yo estaba en Londres y regresé rápidamente después de que Rhea me llamara preocupada. Tú estabas celebrando una fiesta con unos amigos nuevos que habías conocido. Te encontré esnifando cocaína y bebiendo. Cuando te serenaste, admitiste que todo había sido una trampa para cazarme.
Sasha se sentó de nuevo en la silla. Sintió un escalofrío y se abrazó a sí misma.
Se obligó a mirar a Apollo. En el fondo sentía que no podía haber sido capaz de hacer tal cosa… Mentir sobre su embarazo. Consumir drogas… No.
¿Y él por qué iba a mentir? Aquello explicaba por qué se mostraba antipático hacia ella y por qué Rhea y Kara la miraban como si fuera una bomba a punto de explotar cuando regresó del hospital.
–Tú no querías casarte conmigo.
–No.
«¿Por qué no?»; pensó ella, pero no se atrevió a preguntarlo. Después de la primera noche, él perdió el interés por ella. Su inocencia debió decepcionarlo.
–En Londres me invitaste a cenar… Y a tu apartamento… ¿Te gustaba? –preguntó, odiando parecer insegura.
–Me cautivaste. Eras diferente.
–¿Diferente a qué?
Sasha estaba pálida y lo miraba con asombro.
¿De veras fingía amnesia? ¿Se estaba riendo de él? ¿Obligándolo a que dijera por qué le gustaba?
Sin embargo, algo le decía que no podía estar fingiendo. Parecía demasiado agobiada.
–Diferente a todas las demás. A otras mujeres.
Sasha se sonrojó y, durante un momento, Apollo recordó su rostro sonrojado a causa del placer, moviéndose bajo su cuerpo.
–Quieres decir que no era tan sofisticada –dijo ella.
Apollo tuvo que esforzarse para controlar su deseo. «Maldita sea».
–Llamaste mi atención. Eras una mujer abierta. Amistosa. Aunque todo era mentira.
Sasha recordaba que aquella noche se había sentido invisible. Hasta que él la miró y una ola de calor se apoderó de ella, provocando que se le tambaleara la bandeja. Él se acercó para estabilizársela. Sonriendo de manera encantadora.
–Prométeme que vendrás a tomar una copa conmigo y te devolveré la bandeja.
Ella no podía recordar haberse acostado con él, pero podía imaginar cómo habría sido el final. Él diciéndole que no esperara nada más. Un hombre así estaría acostumbrado a ese tipo de situación con las mujeres. Y ella, ¿habría estado tan desesperada como para suplicarle que le diera algo más? Sentía vergüenza de sí misma.
En cierto modo, Sasha se alegraba de no recordar exactamente lo que había pasado. Aquello ya era lo suficientemente humillante sin recordar los detalles de lo que para él fue una experiencia banal. Dormir con una mujer virgen. Era evidente que ella había sido una novedad para él y su atractivo no había durado demasiado.
Empezaba a dolerle la cabeza.
–¿Y ahora qué pasará?
–Nada. Hasta que te hayas recuperado del todo. Después, podremos hablar del futuro.
El futuro.
Sasha se sentía un poco histérica. Si no podía recordar el pasado, tampoco podía pensar en el futuro.
Se puso en pie.
–Me duele la cabeza. Me voy a la cama.
Apollo la observó mientras se marchaba. Estaba muy pálida. ¿Quizá se había precipitado al contarle la verdad? Daba igual que ella hubiera insistido en que quería saberlo.
Apollo sintió ganas de ir tras ella y preguntarle si estaba bien, pero pensó que era ridículo. La mujer que había fingido un embarazo para conseguir que se casara con ella, no era tan delicada. Al margen de que hubiera tenido un accidente.
Se sirvió otro brandy y se lo bebió de un trago. No consiguió quitarse la imagen de su cara pálida y su mirada de asombro de la cabeza. Debía admitir que empezaba a resultarle muy difícil continuar sospechando que la amnesia era fingida. Sasha no habría sido capaz de mantener la mentira tanto tiempo sin equivocarse.
Lo que significaba que aquella noticia era tan sorprendente para ella como lo había sido para él en primer lugar.
Apollo blasfemó y dejó el vaso. Se dirigió al piso de arriba y permaneció en la puerta de la habitación de Sasha durante un rato. No se oía ningún ruido.
Llamó con suavidad, pero no hubo respuesta. Abrió la puerta y entró. La habitación estaba en penumbra, pero él vio que ella no estaba en la cama. Entonces, la vio en la terraza.
Ella debió de oírlo porque se volvió. Se había cambiado de ropa y llevaba un albornoz sobre un picardías. Desde donde estaba, Apollo podía ver la silueta de su cuerpo. Sus curvas y su tez pálida.
Al instante, supo que no debía haber subido a su habitación. Sasha entró desde la terraza y preguntó:
–¿Ocurre algo?
En lugar de marcharse, Apollo se acercó a ella como si tuviera un imán. La luna estaba en el cielo y su reflejo añadía un toque plateado a su melena.
Él percibió su aroma y sintió ganas de acariciarla, pero se detuvo.
–Dijiste que te dolía la cabeza.
–Estoy mejor, gracias. Creo que fue por tratar de asimilar tanta información…
Sasha no estaba segura de si estaba alucinando. ¿Era verdad que Apollo estaba en su habitación, mirándola como si no la hubiera visto antes?
–Solo quería comprobar que estabas bien –dijo él, y se volvió para marcharse.
Sasha actuó de manera impulsiva y estiró la mano para retenerlo.
–Espera.
Él se detuvo y se volvió hacia ella. Sasha ni siquiera sabía qué quería decirle. Entonces, retiró la mano y comentó:
–No recuerdo nada de lo que me has dicho… No me parece algo que yo pudiera hacer, pero ¿cómo voy a saberlo?
Se mordió el labio.
–¿Tú tenías interés por el bebé?
Apollo tuvo que controlarse para no revelar nada que no quisiera. El dolor de haber perdido a toda su familia en unos pocos años había sido tan intenso que había prometido que evitaría exponerse a un sufrimiento parecido y, para ello, había decidido no formar nunca una familia.
Para su asombro, después de la sorpresa y rabia inicial que había sentido tras la noticia, se encontró con que la idea de tener un bebé al que criar y proteger había provocado que algo se ablandara en su interior. Y había reparado parte de su esperanza y optimismo.
Entonces, el hecho de que ella hubiera mentido y provocado en él esos sentimientos, solo sirvió para que se diera cuenta de que las defensas que había erigido durante años no eran lo bastante fuertes. Ella había provocado que aflorara su debilidad, y que se reabriera su herida. Y él, nunca la perdonaría por ello.
–No era mi intención tener una relación seria ni convertirme en padre. No después de haber perdido a toda mi familia. Por supuesto, aun así, me habría ocupado de mi hijo. No soy un monstruo.
Sasha