Que te lo cuente mi perra. Mª Carmen Morillo Martín
resultado de un nueve en matemáticas! Podría vivir muy feliz, si no fuera porque tengo que compartir mi perruna vida con un felino. Sí, un gato flaco y esmirriado que me saca de mis casillas porque el pobre es algo bobalicón. Su dueña era la señora Ginia, la abuela materna de las niñas, bueno, de hecho sigue siendo su dueña, lo que pasa es que la pobrecita ya no puede cuidarle porque está muy mayor, pero ya os hablaré más tarde de ella. El caso es que aquí tengo a Chusta, que es un minino que no se entera de nada, entiende todo al revés y tergiversa las cosas de mala manera, es decir, que lo interpreta todo mal, para que me entendáis. Y si me quiero enterar de las cosas que pasan en la familia, muchas veces tengo que recurrir a él, porque él duerme dentro de casa. ¡El muy petardo!... A mí, en cambio, me tienen fuera. Hombre, la verdad es que Versia me cuida muy bien y me ha hecho una casetita personalizada muy mona, en la que pone «Xena», con letras a todo color. Está llena de cojines muy esponjosos y es muy acogedora. Pero en fin, ¿por qué el petardo duerme dentro y yo no? Creo que en realidad es porque un triste gato no sirve para nada, y en cambio yo guardo y cuido la casa como cualquier otro can; vamos, como cualquier otro perro, para que me entendáis... Aunque no tengo muy claro que sea por eso. Puede que también sea porque él siempre hace sus cacas en una especie de recipiente con arena, donde solo falta que le pongan una palmerita de plástico. En cambio, yo planto un pino donde me da la gana, y claro, a la señora Plinia al principio casi le daba un pampurrio cada vez que veía mi plasta en los sitios más insospechados. Así que un buen día espetó:
—¡Esto se acabó! ¡Afuera con la chucha, y no quiero ver en el jardín ninguna caca! ¡Versia, encárgate de recogerlas y tirarlas a la basura!
Y Versia, que como os he dicho es una niña muy buena y obediente, siempre recoge mis cacas con toda su paciencia. La verdad es que yo siempre procuro hacerla en el mismo sitio para que no tenga que recorrerse todo el jardín en busca de la caca perdida, ¿o era En busca del arca perdida? Ah, sí una película de aventuras muy famosa. Aunque a veces protesta, porque, claro, no es nada agradable llevar a cabo esa tarea cuando acabas de comer, o cuando se ríen de ella Lita y Lota si la ven con un palito en la mano dando vueltas por el jardín.
«¿Qué, Versia, haciendo el pincho de caca?», suele decir siempre Lota mofándose de Versia.
«¿O lo deberíamos llamar brocheta?», se pitorrea Lita inmediatamente después.
Debo decir que, aunque vivo fuera de casa, a veces me dejan entrar durante el día. Eso sí, solo puedo estar en la cocina mientras que el petardo se recorre la casa de arriba abajo. Pero me conformo con esos ratitos que me dejan entrar aunque solo sea en la cocina, porque así tengo ocasión de enterarme de las cosas que pasan de primera mano y sin tener que depender de él.
También es verdad que no le envidio mucho porque toda la familia me hace más caso a mí que a él. Y es que nadie le presta mucha atención, solo la señora Plinia, y tampoco tiene mucho tiempo. Por las mañanas trabaja en una oficina, y durante las tardes aprovecha las horas de colegio de las niñas para hacer sus actividades como ir a manualidades, ponerse a tono en el gimnasio haciendo ejercicios de musculación, ir a la biblioteca a leer, o asistir a sus clases de francés. El caso es que el muy petardo se pasa la mayor parte del día tirado en su cesta como un escupitajo. Así que Chusta, entre que sale poco de casa y lo cobardica que es, tiene la cara tan descolorida que parece que acaba de salir del hospital. Es tan poca cosa el pobre petardo que más que envidia me da lástima. Yo, en cambio, tengo un color sano y saludable porque paso mucho tiempo fuera, y además estoy fuerte y musculosa porque correteo por todas partes y hago mucho ejercicio.
4
PARA EL PLANETA
CUIDAR,
LA BASURA HAS
DE ORGANIZAR
–¡Litaaaa! | |||
¡Lotaaaa! | |||
¡Versiaaa! | |||
¿Dónde estáis? |
Buenooo, ya está liada. Su madre las está llamando a gritos. Seguro que no han cumplido con algunas de sus obligaciones. Probablemente no han recogido sus habitaciones, o no han tirado la ropa sucia por el tubo, porque esta casa es muy moderna y tiran por un tubo la ropa sucia que va a caer directamente al lavadero, donde Everia, la señora de la limpieza, se pasa horas y horas dándole a la plancha. La señora Everia es una mujer chaparrita y regordeta que conduce un coche pequeñito de color azul, que parece el coche fantástico. Y es que Everia tiene problemas para llegar al volante y casi no se la ve, así que parece que el coche va solo.
Como os decía, también puede que tengan sus escritorios desordenados, cosa bastante habitual en ellas. Tiene que ser algo de eso, porque la verdad es que son unas niñas ejemplares. Todas tienen el defectillo de ser un poco desordenadas, y su madre siempre las está reprendiendo por lo mismo.
—Ah, estáis aquí. ¿Qué os tengo dicho acerca del orden?
¡Ay, madre!, se avecina tormenta. La que se va a liar…
—Mirad, me tenéis aburrida, hijas. Siempre estamos con la misma cantinela. Sois unas niñas muy desordenadas, esta casa está…
—Sí, mamá ya lo sabemos, «está pensada para que no tengamos que hacer ningún esfuerzo y todo esté en su sitio».
—¿Es que acaso no es verdad? Vamos a ver, tenéis el zapatero a la entrada, justo al lado de la puerta de la calle, pero nunca dejáis los zapatos en su sitio, ¿por qué? Ah, sí, porque según vosotras a lo mejor no es ese el sitio para un zapatero. ¿Dónde si no? Claro, mejor estaría en la despensa al lado de las legumbres, ¿no?
—Pues podría estar...
—¡Lita! ¡No me interrumpas! Cuando los albañiles hicieron esta casa, colocaron un tubo en el baño para que cuando os duchéis tiréis por él la ropa sucia para que caiga directamente al lavadero, pero eso tampoco lo hacéis. La dejáis tirada en el suelo porque, a lo mejor, tampoco ese es el sitio para el tubo. Claro, que ahora que me doy cuenta, ese tubo debería estar en el tejado al lado de la chimenea. ¡No te fastidia!... Y además sois un poco cochinas porque no habéis recogido la mesa, y yo os he enseñado a, por lo menos, retirar vuestros platos cuando acabáis de comer.
—¿Quééé? ¡Yo no soy ninguna cochina! ¿Por qué me has llamado cochina?
Buenooo, ya está Versia toda ofendida. No se le puede decir nada. Madre mía, seguro que ahora tiene para rato la pobre Plinia, porque Versia es un poco rencorosilla, como os he dicho anteriormente, vamos, que no perdona tan fácil, para que me entendáis...
—Vale, no sois cochinas, he querido decir que sois un poco desordenadas.
—¡No, no, mamá! Nos has llamado cochinas y esa palabra no me gusta. Yo me ducho todos los días, me lavo el pelo tres veces por semana, me lavo los dientes después de todas las comidas, y tiro a cada contenedor de basura la bolsa que corresponde, amarillo para plásticos, verde para botellas…
—Ya, ya, ya vale. Que no he querido decir que seas una cochina en realidad...
—En el azul tiro los cartones, y en los grises, la basura orgánica…
Eso es verdad. Versia es la encargada de sacar la basura, y yo voy con ella. El caso es que acabo con un mareo de padre y señor mío, porque ahora al contenedor gris; luego, al verde; después, al amarillo; de vuelta, otra vez al verde porque había una botella entre los plásticos, y ya para terminar, en el gris de nuevo porque se había colado una peladura de naranja con las botellas. Y es que Versia es capaz de volver sobre sus pasos aunque esté a cien metros del contenedor si encuentra en mitad de la calle un tapón de botella para ir a tirarlo al contenedor de los plásticos. En el colegio aprenden mucho sobre el reciclaje de las basuras porque es muy importante para conservar el planeta, y en casa de los señores Reverte esto se lleva a rajatabla.
—¡Versiaaaa! Por favor, déjalo ya. Perdón mil veces. No he querido decir que seas una cochina.
—Pero lo has dicho. Y no me ha gustado.
—Bueno, perdóname, pero es