Jaime Garzón: mi hermano del alma. Marisol Garzón Forero

Jaime Garzón: mi hermano del alma - Marisol Garzón Forero


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      Matrimonio de Daisy Forero y Félix Garzón (mis Papás)

      Mi Mamá resistió con él toda su enfermedad, ella inicialmente trabajaba como enfermera en las Clínicas Central, del Doctor Peña y Marly donde la querían y le tenían fe, pues nunca se le murió un enfermo. Después se casó con mi Papá y dejó de trabajar, pero como enfermera que había sido lo atendió divinamente, después decía en las ironías de la vida, que el único enfermo que se le murió fue mi Papá.

      De niña, mis primeros recuerdos datan del año 1965. Tendría tres o cuatro años cuando conocí la casa donde después fuimos a vivir, ubicada en la Carrera 12 No 24 -71 Interior 1 en San Diego, teléfono 348010, el cual memoricé por seguridad y para saber qué responder si en algún momento me llegaba a extraviar y alguien me preguntaba dónde localizar a mis papás. Debía sabérmelo de memoria.

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      María Consuelo izq. junto a Jaime, detrás Jorge, Luz Helena, Patricia, atrás Margarita y la mayor de todos: Martica, adelante Alfredo (der.) y Marisol .

      La primera imagen que tengo es entrando a lo que antiguamente se llamaba las “Residencias del Doctor Cavelier” en ese tiempo eran los comienzos de los conjuntos cerrados: varias casitas custodiadas por un portón de reja con un jardín adentro, un pequeño prado y las casas alrededor. Recuerdo a algunas de nuestras vecinas. A la señora Mavir que vivía enseguida y a la señora Flor de Kronfly, que vivía al frente.

      Entramos junto con mi Mamacita y mi tía Soledad y yo estaba muy feliz porque íbamos a conocer la casa donde viviríamos por ocho años y aunque no éramos los dueños, tenía mucha alegría. Veo a un señor obrero que arregla el escaloncito de entrada de la casa y me veo en la reja, esperando a que nos abran. Esa casa me gustaba mucho, me encantaba porque era una casa de dos pisos muy bonita y amplia.

      Ahí vivimos hasta mis once años de edad cuando nos trasladamos a la que hoy es mi casa en San Diego, en la Calle 29 Bis abajo de la Carrera 5ª, al costado nororiental del Museo Nacional. Acá pasamos nuestra infancia, nuestra adolescencia y estuvimos siempre muy cerca de la Parroquia de San Diego. Mi mamá siempre quiso vivir acá, según cuenta mi Tía Emita: “Daisy quería estar en el centro fuera donde fuera, no quería ningún otro barrio, solo el centro”, por eso hemos vivido siempre en San Diego.

      Esta casa nos la regaló mi tía Emita, era de un solo piso con teja de barro; por un aguacero que ocurrió hace unos treinta años, muy rememorado, se cayó la casa y mi Mamá nos tuvo que repartir a todos los hijos en las casas de mis tíos, quedándose ella para supervisar a los obreros, reconstruir la casa y aprovechar para hacerle el segundo piso.

      De mi Papá me acuerdo muy poco. Veo fotografías donde mi Papá me alza y yo no me acuerdo de esos momentos. Me acuerdo un día que estábamos jugando en el prado que había frente a mi casa y mi Papá llegó pero de él no tengo muchos recuerdos, no se si no me consentía mucho o lo que sucede es que yo no recuerdo bien. Por las fotos veo que a mi Papá le gustaba jugar tejo, tal vez su deporte favorito, eso concluyo por una foto de él y sus amigos jugando con uniforme deportivo.

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      Jaime (adelante), mi Mamá (Daisy) junto a mi Abuela Carmen; mi Papá (Félix) conmigo (Marisol) en sus brazos; adelante Jorge y Alfredo(der.).

      Los siguientes recuerdos con mi Papá son de cuando lo cuidé en la casa de la Carrera 12 con Calle 24, luego que le descubrieron cáncer en la cabeza. Yo me sentaba a cuidarlo en una banquita que todavía conservo. Lo cuidé tanto que me decían “la enfermerita”. Duró un año enfermo, se deterioró y murió a los treinta y ocho años, el 23 de septiembre de 1968. La enfermedad le afectó la parte donde están los sentidos y mi Papá quedó casi ciego, sordo y mudo; quedó muy mal, fue muy difícil ver tan enfermo a mi Papá cuando antes había sido la versión del Jaime alegre y fiestero.

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      Banquita de la “enfermerita” donde me sentaba a cuidar a mi Papá

      Tengo muy en mi memoria el día que el Papa Paulo VI vino a Colombia. Mi Mamá le preguntó a mi Papá si quería algo y él, que ya no podía hablar, con señas le dijo que no. Mi Mamá le preguntó si quería ir al baño y nuevamente mi Papá le dijo que no. Mi Mamá entonces salió de la casa para ver pasar al Santo Padre por la Carrera Décima, en medio de un tumulto, ya que si hoy la llegada de un Papa es un acontecimiento, en esa época lo era más. Era la primera vez que un Papa visitaba a Colombia.

      Mi Mamá salió confiada y yo quedé al cuidado de mi Papá, quien me hizo señas y le entendí que quería ir al baño. Yo tenía cinco años y medio, era muy pequeña, y como pude ayudé a mi Papá a desplazarse hasta el baño que tenía un desnivel, pero se me resbaló y se cayó. Yo reaccioné, salí corriendo al balcón de la casa y en ese momento pasaba Eulalia, una Señora que era la empleada doméstica de la casa de enfrente, quien después trabajó para nosotros, y yo le dije: “Eulalia, por favor busque a mi Mamá y dígale que mi Papá se cayó”. Imagine a una niña de cinco años y medio sin ninguna dimensión respecto a llamar a la Mamá en medio de un tumulto. Y Dios es tan bondadoso que Eulalia la encontró en medio de la gente y la trajo.

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      Félix (mi Papá) y Jaime

      Inicialmente mi Mamá le ocultó a mi Papá que tenía cáncer, ella lo llevó a consulta cancerológica sin que él se diera cuenta hasta que un día, dice mi Mamá, “una vieja bruta le pregunto: usted ¿dónde tiene el cáncer?”, entonces mi Papá se dio cuenta y se deprimió mucho más. Mi Mamá no dejó que le hicieran un poco de cosas porque le dijo al médico: “Doctor para qué se van a poner a aprender en él si no hay nada que hacer”, pues un tumor en la cabeza es de lo mas grave que puede haber, sumado a los conocimientos pobres de la medicina de la época.

      Mi Mamá le preguntó al médico acerca de lo que iba a comenzar a suceder y el Doctor le dijo: “Doña Daisy, él va a dejar de hablar, va a dejar de escribir, para lo que tenga que firmar que lo haga pronto”; sin embargo, pobrecita mi Mamá porque mi Papá tenia la Escuela de tabulación en compañía de un socio, quien finalmente nos dejó sin nada.

      En esa época la gente aprendía tabulación que era la profesión primigenia de lo que ahora son los Sistemas. Las personas aprendían en unas tarjetas especiales de cartón a las cuales les abrían unos huequitos, unas perforaciones que se codificaban y decodificaban de acuerdo con un lenguaje especial. Mi Papá enseñaba el lenguaje y el uso de las tarjetas y los alumnos tenían que ser muy inteligentes para aprender eso.

      La Escuela de tabulación de mi Papá estaba ubicada en la Calle 24 con Carrera 7, donde ahora hay un centro comercial llamado Terraza Pasteur. No recuerdo cómo se llamaba la Escuela, pero mi Papá era profesor y de ahí creo yo que viene nuestra vena Pedagoga. Mi Mamá sin tener formación en pedagogía también fue una gran pedagoga toda la vida.

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      Mi Abuela Carmen, Félix (mi Papá) y Marisol, detrás Alfredo

      Los últimos recuerdos con mi Papá tienen que ver con el día de su fallecimiento. La relación de mi Mamá con su suegra y con su cuñada no fue muy buena. Mi abuela paterna, María del Carmen Cubillos, se casó con un señor de apellido González y tuvo un hijo que se llamaba Jorge González y luego, al enviudar, se casó con mi abuelo Benjamín Garzón y tuvo a mi Papá y a mi tía Blanca Cecilia Garzón Cubillos. La relación de mi Papá y mi Mamá tampoco fue buena debido en gran parte a que mi abuela paterna no fue una buena suegra, según lo que me contó mi Mamá.

      Aunque nosotros no teníamos mucha cercanía con ella, mi Mamá los mandó llamar y les dijo “vengan porque Félix esta agonizando”.


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