Dijo el Buda.... Osho
quieres una casa así de hermosa, sigue a Jesús».
Ahora bien, este tipo de actitud parece muy mundana, pero así ha sido siempre. Excepto la actitud del Buda, el resto de religiones te piden de una u otra manera que no sueltes el deseo, sino que cambies el objeto de ese deseo. Ésa es la diferencia. Te dicen: «No desees objetos mundanos, sino celestiales. No desees dinero, desea a Dios».
Ahora puedes ver la diferencia, el cambio revolucionario que eso supone. El Buda dice simplemente que no desees. No es cuestión de qué se desea. Si deseas seguirás siendo desdichado. No desees, eso es todo. Sé sin deseo, eso es todo. Y cuando eres sin deseo estás sosegado, tranquilo y recogido. Cuando eres sin deseo el ego desaparece, desaparece la desdicha y sintonizas con la ley.
Tu deseo siempre entra en conflicto con la ley. Tu deseo simplemente dice que no estás satisfecho con lo que te ha sido dado. Pides más o pides otra cosa. Una persona sin deseo dice: «Cualquier cosa está bien. Cualquier cosa que suceda, sucede. Lo acepto y lo tomo. No tengo otro pensamiento. Si eso es lo que pasa, me deleito en ello, sea lo que fuere. Lo disfruto. Soy con ello».
Eso es lo que denomino entrega. Entregarse significa no desear.
«No se ve obstaculizado por pensar en el camino.»
Si deseas a Dios, el paraíso… De hecho, la palabra “paraíso” significa jardín vallado… Si deseas bellos palacios en el otro mundo, entonces incluso el camino, el sendero, la religión, la Biblia, el Corán, la Gita, serán un obstáculo para ti, serán una gran carga, porque una mente de deseo siempre se halla desasosegada, siempre vacila, siempre piensa en lo que pasará o dejará de pasar, y siempre duda de si alguna vez le ha pasado a alguien.
«¿Soy tonto por desearlo? ¿Existe en realidad? ¿Existe el otro mundo? ¿Dios? ¿La felicidad? ¿El paraíso? ¿O se trata simplemente de un mito, de una fábula infantil para gente que necesita juguetes?». E incluso en esas circunstancias, el camino se convierte en tensión, porque lo utiliza todo como medio para alcanzar un fin.
El Buda dice que el ser que comprende ni siquiera se ve obstaculizado por pensar en el camino, porque no va a ninguna parte, y por ello no hay “camino” alguno. Está sencillamente aquí. Cuando se va a alguna parte se necesita un camino. Cuando comprendes, simplemente disfrutas de estar aquí. Basta con este momento. No hay lugar alguno al que dirigirse, ¿qué sentido tiene pues un camino, un sendero, unos medios? No hay meta, no hay fin, ningún sitio al que ir.
Yo también insisto en lo mismo. No hay ningún sitio al que ir. Sólo hay que estar aquí todo lo posible. No permitas que tu mente vaya a ninguna parte. Y en ese momento, cuando no vas a ningún sitio, todo se aquieta. Experiméntalo. Puedes experimentarlo ahora mismo, escuchándome, si no vas a ninguna parte.
Puedes escucharme de dos maneras. Una pertenece a la mente, al deseo. Puedes escucharme a fin de descubrir alguna clave y así iluminarte; hallar alguna clave para que así puedas entrar en el palacio de Dios; descubrir la llave. Así estarás intranquilo, incómodo.
O bien puedes escucharme sin albergar la idea de ir a ninguna parte. Puedes limitarte a escucharme, puedes permanecer aquí conmigo. En ese silencio, cuando estás simplemente ahí, deleitándote conmigo, escuchándome como quien escucha una cascada, como quien escucha el trinar de los pájaros en los árboles, como quien escucha al viento entre los pinos –escuchando sin ninguna razón–, entonces, en ese momento, estás sintonizado con el tao, estás sintonizado con el dhamma, estás sintonizado con el universo.
El universo va a alguna parte; tú sintonizas con él, y te mueves con el río, sin meterle prisa, y de ese modo no tienes más objeto que el todo.
«…ni se enreda en el karma.»
Quien comprende no ha de hacer nada, sólo es. Su ser es toda su acción. Su acción es su deleite, su disfrute. Pregúntale a un pintor. Si es un pintor auténtico, entonces disfrutará pintando, no a causa del resultado. Puede que haya o no haya un resultado, pero eso es irrelevante.
Alguien le preguntó a Van Gogh: «¿Cuál es su mejor cuadro?». Él estaba pintando algo, así que dijo: «Este mismo, el que pinto ahora mismo». La gente se preguntaba por qué pintaba Van Gogh si no vendía ni un solo cuadro. No vendió ni un solo cuadro en vida. Y se moría de hambre, porque no tenía suficiente para vivir. Cada semana su hermano le pasaba una cierta suma, justo para vivir. Así que comía tres días a la semana, y los otros cuatro ayunaba para ahorrar dinero para las pinturas, los pinceles, y los lienzos, que no vendía. La gente creía que estaba loco, pero él era tremendamente feliz… muriéndose de hambre y feliz. ¿Cuál era su felicidad? El acto mismo de pintar.
Recuerda, una acción se convierte en un karma, en una dependencia, si tiene alguna finalidad, si “vas a alguna parte”.
Pero si tu acción es sólo tu deleite –como juegan los niños, haciendo castillos de arena, disfrutando, sin que su actividad tenga un objeto, sólo jugar, siendo la actividad el juego en sí mismo–, entonces no hay karma, no hay dependencia. Entonces cada acción conlleva más y más libertad.
«…sin prejuicios, compulsión, disciplina.»
Quien comprende no requiere de disciplina. Su comprensión es su disciplina. Tú necesitas disciplina porque tu comprensión no basta.
Alguien me escribió una carta diciéndome que sabía lo que estaba bien pero que no dejaba de obrar mal. Sabe lo que está mal pero continúa haciéndolo. «¿Cómo puedo cambiar, Osho?», me preguntaba. Ahora bien, si realmente sabes lo que es correcto, ¿cómo puedes obrar mal? Tu conocimiento debe ser prestado, no puede ser verdaderamente tuyo. Si supieras de verdad lo que está mal no lo harías. Es imposible. Si lo haces demuestras que no lo sabes.
Sócrates solía decir: «El saber es virtud». Si sabes algo, empieza a pasar. Pero el saber debe ser real, y con real quiero decir que debe ser tuyo, debe haber llegado a través de tu propia vida, debe ser una esencia de tu propia experiencia. No debe ser prestado, ni académico, ni escriptúrico, no debe ser información y ya está. Debe ser tu propia experiencia, debes de haberlo vivido. Si es así no puedes ir contra ese saber, es imposible.
¿Cómo puedes atravesar una pared sabiendo que es una pared? Pasas por la puerta. Nunca se te ocurrirá venir a decirme: «Lo sé, Osho, ya sé donde está la puerta, pero sigo intentando primero atravesar la pared. Siempre me doy de cabeza. ¿Qué puedo hacer?». Si sabes dónde está la puerta pasas por ella. Si dices que sabes y no obstante sigues intentando pasar por la pared, estás demostrando que no lo sabes. Puedes haber oído hablar de qué es una puerta, tal vez te lo haya contado alguien, pero no confías en ello. Tu acción demuestra lo que sabes. Tu acción es la única prueba de tu conocimiento, y de nada más.
El Buda dice que si el saber está ahí entonces no hace falta disciplina alguna. El saber conlleva su propia disciplina intrínseca, interna.
Existen dos tipos de disciplina, al igual que dos tipos de saber. Si el saber proviene del exterior, entonces debes forzarte a seguir una disciplina. Si ese saber mana, rebosa de tu interior, entonces no es necesaria disciplina alguna. La disciplina llega como una sombra de ese saber.
«…sin disciplina, iluminación, y sin ascender escalón alguno.»
Y el Buda dice que no hay escalones. Hay gente por ahí que llega y me dice: «Soy avanzado pero todavía no realizado». Pretenden que se lo certifique, que les dé una indicación de lo lejos que han avanzado, o del nivel en el que están.
El Buda dice que de hecho no hay graduaciones. Sólo hay dos tipos de personas: iluminadas y e ignorantes. No hay nada en el medio. No hay nadie que esté en medio. O estás vivo o estás muerto, pero no hay nadie en el medio. O sabes o no sabes, pero nada más. Los escalones no existen.
Todas las graduaciones son trucos del ego. El ego dice: «Sí, todavía no estoy iluminado, pero estoy muy avanzado. Tengo una nota de noventa y nueve, un punto más y estaré iluminado. No me queda mucho… estoy muy adelantado». Abandona todas esas tonterías. Si no estás iluminado entonces no estás iluminado, así de simple.
Toda la gente ignorante es igual y todos