Dijo el Buda.... Osho
mejor, que alimentar a cien malos.
«Es mejor alimentar a uno que observe los cinco preceptos del Buda que alimentar a mil hombres buenos.»
¿Quién es ése al que el Buda denomina el «que observa los cinco preceptos del Buda», los pañcha silas?
Los pañcha silas son los cinco preceptos: no matar, no robar, no mantener relaciones sexuales impropias, no mentir y no consumir intoxicantes. Quien sigue esos cinco preceptos del Buda no sólo es bueno, no sólo es bueno para con los demás, no sólo es moral… sino que empieza a ser religioso.
Existe una diferencia entre un hombre bueno y un hombre religioso. El hombre bueno vive a través del intelecto: piensa, contempla, intenta hallar vías a través del pensamiento y llega a sentir: «De igual manera que yo existo, igual que yo tengo derecho a existir, también lo tienen los demás; de igual manera que a mí me gusta ser libre, a los demás también les gusta la libertad». Ésa es su considerada opinión. Piensa en ello. No es religioso; se trata de un hombre muy inteligente.
Un Bertrand Russell es un hombre bueno, un hombre moral, pero no es religioso. Todo aquello que piense y que sea bueno, lo practicará. Pero la bondad llega por la vía de la lógica, como un silogismo, es una conclusión del pensamiento.
El hombre religioso no sólo es bueno a través del pensamiento, empieza a ser bueno siendo, empieza a crecer introspectivamente. La persona religiosa sigue esos cinco preceptos. Todos ellos son negativos: no matar, no robar, no mantener relaciones sexuales impropias, no mentir y no consumir intoxicantes. La persona religiosa es negativa porque todavía no ha experimentado qué es la verdad. Ha llegado a sentir la verdad a través de alguien más: sigue al Buda, vive cerca de un maestro, ha visto a alguien convirtiéndose en una llama, ha visto que ocurría en algún lugar… pero no le ha sucedido a ella misma. Se siente atraída, está convencida de la verdad de todo ello, pero todavía desde fuera… es un seguidor.
Por eso el Buda dice:
«Es mejor alimentar a uno que observe los cinco preceptos del Buda que alimentar a mil hombres buenos.»
Su enfoque sigue siendo negativo, porque la verdad positiva sólo puede ser realizada por ti mismo. Puede que alguien la haya realizado. Al observarle, al mantener una relación cercana con él, puedes sentir que sí, que la verdad es… pero eso es quedarse fuera, no es tu propia experiencia.
Estás sediento y ves a alguien que llega del río, con su sed apagada. Puedes verlo en su rostro, en el brillo de sus ojos. Y puedes sentir que debe haber hallado un manantial, y le sigues hacia el río, pero todavía no has saciado tu sed.
Pero es mejor que ser sólo bueno. Porque no te estás moviendo sólo a causa del intelecto, sino que has empezado a moverte según tu intuición. Ahora no sólo eres una cabeza; te mueves, inclinándote hacia el corazón.
Hallar un maestro es la única manera de convertirse en religioso. Sin un maestro como mucho puedes llegar a ser una persona moral, una buena persona, pero no una persona religiosa. Porque, ¿cómo creer en algo que nunca has probado? ¿Cómo creer en algo que nunca has experimentado? ¿Cómo creer en algo que no has visto que le ocurriese a una sola persona?
Cuando un buda pasa por el mundo, son muchos los que se estremecen, que se entusiasman enormemente, que empiezan a sentir que sí, que el mundo no se acaba en las cosas mundanas, que hay más. La propia presencia de un buda –su frescura, su silencio, su gozo y compasión desbordantes, su luminoso ser iluminado, su vibración– te impulsa hacia una nueva vida, te abre las puertas de lo desconocido. Pero el Buda dice que no obstante, estás siguiendo, todavía no llevas tu propia luz. Tus ojos están traslumbrados, pero no has realizado tu propia llama.
«Es mejor alimentar a un srotapanna que a diez mil que observen los cinco preceptos del Buda.»
A continuación, el Buda dice que es mejor alimentar a un sannyasin –srotapanna quiere decir sannyasin–, el que ha entrado en la corriente, que ya no está en la orilla, observando a los demás nadando en el río, revolviéndose en el agua, disfrutando, celebrando la frescura del río.
La persona religiosa está de pie en la orilla. Puede ver que hay gente en el río, muy feliz, pero todavía no ha reunido el coraje suficiente para darse un chapuzón. Sigue muy implicado en los asuntos de la orilla, en el mundo. Está muy involucrado con las cosas mundanas, ordinarias –dinero, poder, prestigio, familia, cuerpo, salud–, con una y mil cosas. Todavía no ha reunido el valor suficiente para soltar.
Srotapanna quiere decir quien se ha entregado, que ha entrado en la corriente. Exactamente, srotapanna significa lo que yo llamo sannyas: la persona valiente que ha dado el salto. Es un salto casi demencial, porque los que siguen en la orilla se reirán y dirán: «¿Pero qué estás haciendo? ¿Adónde vas? No sabes nadar. Primero aprende a nadar, y luego salta». ¿Pero cómo se puede aprender a nadar sin entrar en el río?
Su lógica es impecable: dicen que primero hay que aprender, primero hay que saber, y luego saltar. Pero primero aprender en la orilla, si no se corre un riesgo. El río puede ser demasiado profundo para ti y puede que no regreses a casa. ¿Y quién sabe adónde irías a parar? Los que están en el río tal vez estén engañándose, incluso puede que estén locos. Fíjate bien, la mayoría sigue en la orilla, sólo unos pocos se han metido en el río. La mayoría no puede estar equivocada.
Los de la orilla dicen: «Los menos pueden estar equivocados, la masa no. En el mundo sólo hay unos pocos sannyasines, escasos son los budas. Tal vez se estén engañando a sí mismos. No tengas prisa. Tal vez estén engañando a otros, ¿quién sabe? Tal vez tengan motivos ocultos para hacerlo. Espera y observa. No vayas con prisas».
Pero esas cosas sólo se hacen con prisas, de repente. Si esperas y observas, el esperar y observar se convierte en un hábito mecánico. Te limitas a ir esperando y observando. Eso es precisamente lo que hacen muchos durante muchas vidas.
Dice el Buda:
«Es mejor alimentar a un srotapanna que a diez mil que observen los cinco preceptos del Buda.»
Porque el srotapanna contará con cierta experiencia de la corriente. Contará con su propia experiencia para confiar, conocerá en parte la corriente, habrá tenido la refrescante experiencia de la corriente, que relaja, y donde las preocupaciones y ansiedades mundanas desaparecen. Uno se torna más recogido y sosegado. Pero eso sólo lo sabe un srotapanna, un sannyasin.
Un sannyasin ha dado un paso existencial. Se ha lanzado al abismo. Ha arriesgado su vida.
El Buda dice que hay que respetar a alguien que ha arriesgado su vida. Tal vez tú no tengas todavía el suficiente coraje, pero permanece cerca de gente valiente. El coraje también se pega, como todo lo demás. Encuentra gente que haya entrado en la corriente, permanece con ellos, aliméntalos, al menos eso te dará una idea de lo que les está sucediendo. Podrías empezar a soñar, a desearlo. Tus energías ocultas podrían empezar a manifestarse. Podrías empezar a sentir el reto de lo desconocido.
La persona religiosa es negativa, el srotapanna es positivo. La persona religiosa sigue a alguien, el srotapanna ha entrado en la corriente de la vida, en la corriente de la conciencia. Ha abandonado su ego. Ahora ya no es el seguidor de un buda. Hay que entender esto muy bien.
Por lo general, si sois sannyasines de mi orden la gente dirá que sois mis seguidores. Al convertirte en sannyasin, has pasado a ser parte de mí, y ya no eres un seguidor. Antes de hacerte sannyasin puedes haber sido un seguidor. Luego decidiste que seguir no era suficiente, que estabas listo para ir conmigo de cabeza, que estabas listo a ir conmigo allá donde yo vaya.
Ahora bien, una vez que eres sannyasin dejas de ser seguidor, formas parte de la energía que yo soy, eres uno conmigo. La gente me pregunta: «Si no tomamos sannyas, no nos ayudará? ¿Dejará de ayudarnos?». Y yo les contesto: «Ayudaré, eso no es problema, pero no podréis tomar la ayuda porque estaréis separados de mí, seguiréis en la orilla».
El río está dispuesto a llevaros