Espiritualidad filosófica. Héctor Sevilla

Espiritualidad filosófica - Héctor Sevilla


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relación de los conceptos de jīva y ātman, ofreciendo una revisión de las implicaciones de la afirmación «Tú eres Eso». Precisamente, la correcta utilización del término Eso garantiza que lo innombrable e imposible de ser categorizado sea apartado del control del intelecto. Eso que es la Realidad, no puede ser conocido, pero es posible serlo. Lo que el Advaita denomina como disolverse en Brahman es la más brillante representación de la trascendencia de la razón sostenida en escalones aportados por la filosofía de las Upaniṣads.

      La tercera y última parte de este intrépido contenido está dedicada a Nishitani, miembro destacado de la escuela de Kioto y el más contemporáneo de los autores revisados en este compendio. En sintonía con la liberación propuesta por el Advaita, el filósofo japonés enfatiza la utilidad de dudar sobre lo que hemos considerado nuestro propio yo. De tal modo, la cotidiana y trivial invitación a ser uno mismo, escuchada sin ningún filtro escéptico, resulta inviable al considerar que el yo que hemos asumido no es remotamente lo que somos. Por ende, la facultad de considerar la vacuidad de nuestros saberes es el punto de partida de la espiritualidad filosófica que tantas veces proclamó el alumno de Tanabe.

      Con claridad se observa que las abstracciones insertas en la disertación de estos autores vuelven operante la necesidad de distinguir agudamente los conceptos y los peligros implícitos de permanecer en la confusión. Nishitani abunda en las distinciones entre nihilismo y vacuidad, religión y espiritualidad, Dios y deidad. Con precisión delineó las nefastas consecuencias de atribuir los acontecimientos del mundo a una personalización de Dios. Al igual que Nāgārjuna y Śaṁkara, el pensador de Kioto acusa la caricaturización que en nombre de las creencias religiosas se ha hecho de Dios. Esto no representa un acto de ateísmo, sino de compromiso filosófico sustentado en una profunda mística. La intuición de la deidad de los tres autores no está centrada en antropomorfismos de ninguna clase.

      La filosofía espiritual de Nishitani logró proponer la idea de una deidad centrada en la vacuidad. Precisamente en la perspectiva de la carencia es como inicia el pensar filosófico, de modo que la nihilidad del hombre, representada en su corrupción, su límite y su degeneración es siempre una oportunidad para comenzar la búsqueda. Esto, probablemente, resulte algo esperanzador en un mundo donde han sido desterradas las utopías. De los planteamientos de Nishitani es posible, por tanto, rescatar una propuesta ética cuyo baluarte primordial es la práctica de la responsabilidad a través del pensamiento.

      La elección de cada uno de los tres filósofos referidos ha seguido la intención de abarcar un periodo de dos milenios y una distancia de varios siglos entre sí. Naturalmente, el presente esfuerzo por delinear la filosofía del Camino Medio, del Advaita y de la vacuidad no representa ni abarca la totalidad de alternativas disponibles para su estudio. Hacer un recuento general no es, de ningún modo, una virtud de esta obra. Lo que sí se intenta es mostrar las intersecciones de tres autores que, distantes entre sí en el tiempo, han vislumbrado una evidente conexión entre su labor racional y la espiritualidad, incluso sin concebir la opción de separarlas.

      La filosofía puede resurgir como eslabón que favorece la recuperación de la conciencia en sociedades distraídas que han perdido la atención a lo esencial. La vuelta al pasado no es forzosamente un retroceso si se entiende que los tesoros se han descubierto tras excavar en las profundidades de la historia. Nadie encuentra diamantes en el aire. Los aportes de Nāgārjuna, Śaṁkara y Nishitani, así como la comunidad que los tres generan al sostenerse en el paradigma de la vacuidad, velada o desveladamente, constituyen un respiro ante el agobio, un derroche invaluable que exige disciplina a los que deseen enriquecerse. La pretensión de este libro es facultar la posibilidad de tan digna búsqueda.

      Sirvan estas páginas a aquellos que han hecho de su vida una prosa en donde las preguntas solo son superadas por el silencio.

      Parte I: Nāgārjuna

      En ningún lugar descubriremos jamás una entidad que podamos considerar como surgida a partir de sí misma.1

      El presente capítulo tiene la intención de mostrar la colindancia entre la filosofía de Nāgārjuna, conocida como el Camino Medio, y la vivencia mística. A través del análisis de los MMK, se referirá la implícita vacuidad de la idea misma de vacío y se conjuntarán argumentos para mostrar la paradoja que encierra cualquier expresión sobre la realidad del mundo y de las cosas. Asimismo, partiendo de dos traducciones al español de la obra cumbre del fundador del Madhyamaka, una elaborada por Abraham Vélez y la otra por Juan Arnau, se señalarán los aportes místicos y filosóficos de Nāgārjuna, se enfatizará su vínculo con las enseñanzas del Buda, se abordará la triangulación entre lo real, lo ilusorio y lo verdadero, y se aportarán algunos esbozos fundamentales de lo que podría denominarse metafilosofía, así como la relación de esta con la espiritualidad.

      El contenido se centrará, además, en comparar el uso de distintos términos utilizados en las dos traducciones referidas anteriormente, mostrando el mayor énfasis filológico en Vélez y la intención didáctica y explicativa en Arnau. Por su parte, el artículo tiene seis intenciones filosóficas concretas: a) mostrar que el Camino Medio, en su énfasis particular, no representa propiamente un Camino por seguir y que tampoco puede tener el carácter de estar situado entre otros dos caminos, es decir, no puede ser medio; b) delimitar las implicaciones de la idea de vacuidad en Nāgārjuna y clarificar la opción de interpretarlo desde un enfoque nihilista, pese a que es la veta menormente utilizada; c) vincular la filosofía con la mística, labor poco común en ámbitos académicos en los que cualquier cosa que vincule a la razón con la espiritualidad suele ser desestimada; d) señalar los elementos de interacción entre el Madhyamaka y el budismo del cual forma parte la escuela de Nāgārjuna; e) afirmar que el ejercicio filosófico conduce a la instalación de una actitud distinta ante la vida que, cuando es llevada hasta la última frontera, implica una vivencia metafilosófica; f) construir un puente entre lo que se ha denominado espiritualidad y lo que se ha construido como filosofía a través de la historia de la humanidad. En tales sentidos, la filosofía, enraizada en la honesta búsqueda, es también un modo, un camino alterno o una derivación de la pregunta por el mundo, por los hombres y por el ser, lo cual implica una animosidad que se dirige a la comprensión y es impulsada por la conciencia de una falta de respuesta o por un vacío que debe llenarse.

      En la tradición en la que fueron escritos los MMK se concebía la literatura como una herramienta de transmisión del pensamiento; en ese tenor, el presente texto no desestima la alternativa de utilizar metáforas y recursos propios del género explorado por Nāgārjuna. En los tópicos tratados se ha mantenido la precaución de evitar proponer el Camino Medio como la única vía al descubrimiento de la verdad, sobre todo si se considera que tal intención, en la óptica de la vacuidad, es desestimable y quimérica.

      1. La mística implícita en la filosofía de la vacuidad de Nāgārjuna

      Consideraciones preliminares sobre la filosofía de la India

      En Occidente se suele pensar que la filosofía se inició en Grecia y que todo el pensamiento ha tenido en los pensadores europeos la cuna central y exclusiva del ejercicio racional del mundo. Tal opinión, además de ingenua, está ampliamente dotada de ignorancia y miopía. Tal como refieren Tola y Dragonetti:

      Muchos estudiosos de la filosofía piensan y expresan que en la India no hubo filosofía, que la filosofía nació en Grecia y que solo existió en Europa. Esta opinión no deriva en la mayoría de los casos de un estudio serio y objetivo del problema de si existió filosofía en la India, pues este estudio requiere inexorablemente, ante todo y sobre todo, el conocimiento del pensamiento de la India, y los que se adhieren a esa opinión carecen en su mayoría de ese conocimiento.2

      La importancia que se otorga en Occidente a la filosofía de la India no ha sido proporcional a su influencia implícita en el mundo. Es notable la división de escuelas y corrientes derivadas de la historia del pensamiento en la India. Incluso, algunos libros ofrecen una labor didáctica sobre los elementos epistémicos que fueron utilizados en la argumentación realizada por filósofos hindúes antiguos,3 así como distintos referentes y distinciones entre sus mitos y sus razonamientos.4


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