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como en la irrupción de la ciencia y la tecnología. …

      O esta otra:

      Desafortunadamente o felizmente, son otros críticos, allende nuestras fronteras, los que se han preocupado por analizar esta novela. Tal es el caso, por ejemplo, de Guiseppe Bellini, Clementine Rabassa, Karl Heise, Michel Waag y, en especial, Mohammed Mikou, quien, en su Memoria para optar al grado de Doctor en la Universidad Complutense de Madrid, dedica todo el capítulo tercero de su tesis, La novela de la dictadura en el Ecuador de los años setenta, a estudiar muy detalladamente El secuestro del general. Como se ve, es hora de desempolvar esta novela que mucho tiene que decirnos y revelarnos hoy, en la actualidad. Pensamos que el análisis de las funciones, acciones y narración nos facilitará la tarea de acercarnos con mayor certeza al sentido del mundo novelesco de esta novela que, como bien lo señalara Eduardo Rodríguez Oramas, en el prólogo a la reedición publicada en la Habana, Cuba, en 1980, “es una novela que cumple perfectamente su doble función de entretener y hacer pensar”.

      A propósito de esta afirmación de Rodríguez Oramas, viene a mi mente la enorme felicidad que sentí al conocer personalmente a Demetrio Aguilera Malta. Él, en junio de 1977 en México, había presentado su nueva novela: Jaguar. El 16 de julio del mismo año, vino a Quito a presentarla. Este acto se realizó en una pequeña librería que quedaba en la Diez de Agosto y Veintimilla a la altura del Parque Julio Andrade. Yo, a la sazón, estudiante de pregrado de letras en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, motivado por mi gran profesor Diego Araujo Sánchez, asistí a la presentación llevando entre mis manos sus dos últimas novelas: El secuestro del general y Jaguar. Ya las había leído y muchas preguntas e interrogantes bullían en mi cerebro.

      Un breve marco teórico

      Por lo anteriormente expuesto, conviene hacer algunas anotaciones sobre tres obras clave que guardan entre sí mucha similitud y una misma línea de acción, y constituyen la base teórica principal de nuestro trabajo. Nos referimos a Introducción al análisis estructural de los relatos de Roland Barthes, Las categorías del relato literario de Tzvetan Todorov y La Temática de Tomashevski.

      De esta suerte, Barthes, Todorov y, en alguna medida, Tomashevski establecen una lengua del relato. Por ejemplo, Barthes,, para estudiar un relato, establece tres niveles: funciones, acciones y narración.

      Cuando Barthes habla del nivel de las funciones y establece los cuatro tipos de funciones: núcleos, catálisis, indicios e informaciones, nos parece estar leyendo a Tomashevski, cuando manifiesta sus motivos dinámicos, estáticos, libres y asociados. Y así como Barthes clasifica las funciones en dos grupos: distribucionales e integradoras, Tomashevski divide sus motivos en los que pertenecen al argumento y motivos que pertenecen a la trama. Y por este lado se conecta con el trabajo de Todorov, que establece una diferenciación del relato como historia y del relato como discurso.

      Otros puntos de coincidencia de estos trabajos son los relacionados con la situación narrativa, los modos del relato, el tiempo del relato.

      Y aquí conviene hacer una aclaración fundamental: estamos conscientes de que la “cosmovisión” de Aguilera presente en esta novela no es, lógicamente, producto de su sola experiencia o de su sola forma de pensar, sino el producto de la influencia de muchas experiencias, de muchos pensares; es decir, es la cosmovisión de un grupo social al que Aguilera estuvo fuerte o débilmente ligado. Sin embargo, no vamos a entrar en la tarea explicativa que señala Goldmann, esto es: insertar la cosmovisión de Aguilera en una estructura más vasta, reconocida en la tendencia de un grupo social, porque nuestra intención no es hacer “una sociología de la novela”. Pretendemos,


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