Ocho lecciones de yoga. Aleister Crowley
Título original: Eight Lectures on Yoga
© De la traducción del inglés y de la introducción: Albert Fuentes
© Editorial Melusina, s.l., 2008
www.melusina.com.
Primera edición digital, 2020
Diseño de cubierta: David Garriga
Reservados todos los derechos de esta edición.
eisbn: 978-84-18403-11-8
Contenido
Nota del traductor
«por una inversión de valores muy difundida», advierte Italo Calvino en Por qué leer a los clásicos, «la introducción, el aparato crítico, la bibliografía hacen las veces de una cortina de humo para esconder lo que el texto tiene que decir y que sólo puede decir si se lo deja hablar sin intermediarios que pretendan saber más que él». Al parecer, no es ésta la suerte que ha corrido la obra de Crowley hasta la fecha, aunque no le faltan méritos para convertirse en un clásico. Pululan por internet las obras del mago, se reproducen hasta la extremaunción y el vértigo, y no existe todavía una edición crítica, aparatosa y momificada de sus textos que pueda servir de tabla de salvación al traductor que, a instancias de un editor de inescrutables y certeros designios, se ve sumido en la gozosa tarea de verterlos al castellano. En inglés, hablan las obras de Crowley aún en tiempo presente, que es tiempo sin aparato crítico ni historia ni antología, y así estuve tentado de llevar estas conferencias al castellano, libres de notas y de fárrago. No pudo ser. El lector comprobará que aquí también escuchan los muertos y que el público destinatario de estas charlas extraordinarias desapareció hace tiempo, llevándose con él el oráculo de sus años.
Encontrará el lector unas pocas notas, en ocasiones donde el traductor no alcanza, en otras donde parecía obligado esbozar el mundo perdido al que alude Crowley, tarea para la que me ha resultado de suma utilidad la biografía Su satánica majestad, Aleister Crowley, publicada en esta misma editorial. También encontrará una breve y miscelánea serie de notas que proceden del texto inglés, debidamente indicadas, en las que se apuntan las reacciones del público de las conferencias y algunos de los malvados dobles sentidos tan propios de Crowley. Espero en cualquier caso no haber traicionado un texto que a veces se quiere opaco para confundir a quien a finales de los años treinta del siglo pasado era alumno y hoy es lector. De lo contrario, ¡que caiga la desgracia del aborto sietemesino sobre mí!
Asimismo, quisiera expresar mi agradecimiento a Maia F. Rius por la inestimable ayuda prestada con las fuentes bíblicas, que Crowley maneja con deliciosa soltura.
Yoga para catetos
Primera conferencia
Primeros principios
Haz lo que quieras será la totalidad de la Ley.
Es mi deseo abordar el tema del yoga empleando un lenguaje sencillo, sin recurrir a jergas ni planteando hipótesis fantasiosas, a fin de que esta ciencia sea comprendida cabalmente y se le reconozca su valor universal. Pues, al igual que todo lo que es valioso, el yoga es simple; pero al igual que todo lo que es valioso, se ve desfigurado por un pensamiento confuso y, a menudo, es ridiculizado por las maquinaciones de los mezquinos.
No hay otro tema bajo la luz del Sol que se preste a más estupideces por escrito o de viva voz. En gran medida, estas estupideces, a las que dan pábulo los charlatanes, se basan en la idea de que el yoga tiene algo de oriental o misterioso. Pues no. No esperéis de mí obeliscos u odaliscas, delicias turcas, ruiseñores persas o los oropeles a los que nos tienen acostumbrados los practicantes del yoga. Soy elegante, pero no extravagante. Cualquiera que haya vivido un tiempo y con los ojos abiertos en África o Asia sabrá que no hay nada que merezca los adjetivos de oriental o misterioso. Propongo invocar al más remoto e inalcanzable de los dioses para disipar las tinieblas de este tema. Éste no es otro que el dios de la luz del sentido común.
Cualquier fenómeno del que tengamos constancia tiene lugar en nuestras mentes, de modo que el lugar al que habremos de prestar toda nuestra atención es la mente, cuya reparto entre las distintas especies de la humanidad es más equitativo de lo que se suele creer. Lo que parecen diferencias radicales, irreconciliables por naturaleza, suelen deberse a la testarudez de la costumbre, resultado de generaciones de aprendizaje sistemático y sectario.
Por ello, deberemos comenzar nuestro estudio del yoga echando un vistazo al significado de la palabra. Yoga significa unión, de la misma raíz sánscrita que la palabra griega «zegma», la voz latina «jugum» y la española «yugo» (de la raíz indoeuropea «Yeug», juntar).
Cuando una bailarina está consagrada al servicio de un templo existe un yoga de sus relaciones que hay que celebrar. Yoga, en pocas palabras, puede traducirse como una discusión de salón de té, lo que sin duda explica que todos los estudiantes de yoga en Inglaterra no hagan más que chismorrear durante sus interminables libaciones de té Lyons.
Yoga significa Unión.
¿Cómo debemos interpretarlo? La palabra yoga, ¿implica un sistema de aprendizaje religioso o una descripción de una experiencia religiosa?
Podéis reparar, de paso, en que las palabras religión y yoga son identificables. Ambas aluden a juntar cosas.
Yoga significa Unión.
¿Qué elementos se unen o deben unirse cuando la palabra yoga se emplea en el sentido más extendido de una práctica muy difundida en el Indostán cuyo objetivo es la emancipación del individuo que lo estudia y practica con respecto a los avatares menos agradecidos de su vida en este planeta?
Decía Indostán, pero en realidad debería decir cualquier rincón del mundo, pues diversas investigaciones han revelado que existen métodos parecidos con resultados parejos a lo largo y ancho del mundo. Pueden cambiar los detalles, pero la estructura general es la misma. Porque todos los cuerpos, así como todas las mentes, poseen formas idénticas.
Yoga significa Unión.
En la mente de una persona piadosa, el complejo de inferioridad, que es la razón de su piedad, le obliga a interpretar esta emancipación como la unión con ese vertebrado gaseoso de su invención al que llama Dios. Entre los nublados vapores de sus miedos, su imaginación ha proyectado una gigantesca y distorsionada sombra de sí