Etiopía. Varios
la paloma de pecho amarillo se encuentra principalmente en la región de Tigray. Los turacos enmascarados y cenicientos, reconocibles por su esponjosa cresta, a veces se hallan en bosques abiertos de acacias. El loro de frente amarilla y los inseparables de abisinia, de un verde fluorescente, son dos especies endémicas.
Es imposible cansarse del encanto de este espectáculo en cambio constante.
Flora
Marcada por un fuerte endemismo, la flora etíope es de una diversidad extraordinaria pero aún poco conocida.
Durante el período de floración, entre septiembre y octubre, verdaderas alfombras de flores amarillas cubren el campo. Las llamadas flores de Meskel (adey ababa, en amárico), de la familia de las margaritas, en honor de la fiesta de la Cruz que se celebra en esa época coincidiendo con el nuevo año etíope, son el símbolo de la flora etíope y anuncian el retorno de la estación seca y el tiempo de la cosecha. Algunas flores que crecen en las altas mesetas son comunes en otras zonas de climas templados, como la pimpinela escarlata, que es de color rojo o azul. Más arriba, en las montañas y especialmente extendida en la de Bale, el aloe vera, una pequeña planta con campanitas y la Knipholia foliosa, en forma de antorcha, muestran sus colores rojizos.
Característica de las zonas habitadas a media altitud, la euphorbia, una especie de cactus con forma de candelabro, se utiliza a menudo a modo de valla alrededor de casas o campos.
Las regiones montañosas se caracterizan por una vegetación de brezos de la familia Erica, salpicada de muchas flores endémicas y siemprevivas multicolores y dominada por lobelias gigantes.
Particularmente densos en el sudoeste y en el macizo de Bale, los bosques cuentan con una gran diversidad de especies, entre las que destacan el ficus, el Cupressus, el Hagenia abyssinica, denominado cabotz, o el Juniperus. El imponente sicomoro o el tulípero de Gambia, reconocible por sus grandes flores anaranjadas, son también especies comunes. En las regiones más áridas, la acacia es el único árbol que resiste entre una vegetación arbustiva dominada por el Balatines aegyptica, o datilero del desierto, de espinas impresionantes.
La aclimatación de muchas especies vegetales europeas convierte a Adís Abeba en una capital muy florida, dominada por el omnipresente eucalipto, otra especie introducida que ha proliferado rápidamente.
El eucalipto
En los últimos treinta años, cerca del 80 % de los bosques etíopes han sido talados para cubrir las necesidades de combustible y madera para la construcción. Se calcula que cada año se destruyen entre 150 000 y 200 000 hectáreas de bosque. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) es la autoridad nacional responsable de la lucha contra la desertificación y la sequía. A finales del siglo XIX, se introdujeron eucaliptos de Australia y Madagascar para combatir la deforestación. Así, el eucalipto salvó la capital Adís Abeba que, sin él, se habría trasladado más al oeste, a Adís Alem. Sin embargo, estos árboles de crecimiento muy rápido han tenido un efecto negativo en el medio ambiente. No gustan a la fauna endémica y nada crece alrededor de sus raíces (debido a su gran consumo de agua), por lo que los bosques de eucalipto acrecentan el empobrecimiento del suelo. Hoy en día, y para garantizar un mejor equilibrio natural, la reforestación debe basarse en la diversidad de especies y promover, en particular, la recolonización de las especies autóctonas.
Siete especies endémicas emblemáticas
Historia
Los primeros etíopes
Considerada la cuna de la humanidad hasta que nuevos descubrimientos en la cuenca del lago Chad revelaron restos anteriores, Etiopía sigue siendo uno de los asentamientos humanos más antiguos conocidos hasta la fecha.
Puede que los primeros homínidos aparecieran hace entre tres y cuatro millones de años en el valle del Rift, concretamente a lo largo del río Awash, que entonces era una zona boscosa y rica en caza. En 1974,