Cómo leer y escribir en la universidad. Mauricio Aguirre
escritura sigue siendo fundamental para lograr el eficaz procesamiento de datos, incluso hoy, en una época de constantes cambios y aparición de diversas formas de soporte e intercambio de información. Por ello, para el estudiante universitario, leer y escribir con corrección constituyen herramientas fundamentales en su desarrollo. Pasará cinco años como mínimo apropiándose de información, incorporándola a sus saberes. El no tener las competencias de lectura y redacción debidamente establecidas puede convertirse en una seria desventaja y en un obstáculo para el logro de sus metas formativas. Cuando estudia, resume, reseña e interpreta, está aprendiendo, procesando conocimiento.
La universidad, además, es un contexto en el que, de modo permanente, se solicita del alumno la demostración de conocimientos. Evaluaciones de diversa índole se han incorporado a las opciones de validación de lo aprendido. Pero muy pocas de estas, por más variadas e innovadoras que sean, pueden evadir o escapar a la necesidad de escribir para demostrar lo aprendido. Desde exámenes clásicos, pasando por monografías, informes o planes de negocios, todas las formas de evaluación necesitan del discurso y de su producción. Así, para probar que sabe, el estudiante universitario debe ser capaz de expresarse de modo óptimo, tanto oralmente como por escrito. En tal sentido, al objetivo de procesar información se une el de demostrar conocimiento y dominio del mismo. Los resultados académicos de un futuro profesional pueden verse potenciados o limitados en función de qué tan competente es comunicativamente hablando. Leer y escribir con solvencia es, por tanto, fundamental.
La vida universitaria tiene como objetivo generar o crear conocimiento. Cualquier profesional debe ser capaz de enfrentar su realidad con las herramientas que su especialización le ha proporcionado. Sus capacidades de análisis, de evaluación y de propuesta, puestas en práctica, deberán generar respuestas a problemas tanto concretos como abstractos. Todo informe de consultoría, diagnóstico, proyecto o propuesta que plantee serán fruto de su saber y de la aplicación de este, el que se dará a conocer gracias a, nuevamente, sus habilidades para comunicar. En ese comunicar, debe resolver creativamente los problemas a través de las respuestas que habrá sido capaz de formular. Ello también constituye conocimiento. Si a esta aplicación práctica se le suma la capacidad de investigación, tendremos coronados los esfuerzos que comenzaron en los primeros años, con los cursos que pretenden dotar al estudiante de una competencia de comunicación lo suficientemente sólida como para permitirle llegar satisfactoriamente a sus objetivos.
La enseñanza del lenguaje desde el enfoque de las competencias
El diccionario de la RAE define «competencia» como la «pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado» (RAE 2013). Sin embargo, esta capacidad no supone considerar únicamente una cualidad. Las competencias, desde la perspectiva pedagógica, son capacidades que integran y articulan, en concierto, conocimientos, habilidades, valores y actitudes. Dicha integración considera tres niveles claves de cualquier desarrollo personal: el saber conocer, el saber hacer y el saber ser. Como es lógico, esos tres niveles también se integran y le permiten al individuo interactuar socialmente con éxito. Así, el buen desarrollo de estas competencias repercutirá positivamente en los diferentes ámbitos de la vida humana: el personal, el social y el laboral.
Como sabemos, dicha interacción social estará mediada por el discurso. Por ello, la competencia comunicativa es fundamental en todos los planes curriculares, tanto en el básico (escolar) como en el superior. Las razones ya fueron explicadas en los primeros párrafos de esta introducción: el alumno, en su proceso formativo, procesa, demuestra y crea conocimiento. En algunas instancias, solo procesará y demostrará lo aprendido; en otras, también generará saber. No obstante, en todos los casos, el estudiante debe darse cuenta de lo que está aprendiendo; de lo contrario, solo estaríamos ante una secuencia mecánica que no lo tendría como agente fundamental de su propio crecimiento. Ese darse cuenta supone brindarle al alumno, con claridad, las herramientas y los criterios básicos con los que pueda medir su desarrollo. También supondrá que el docente cuente con dichos insumos y los maneje con idoneidad para sacarles el máximo provecho.
En el caso de nuestra institución, la UPC, la competencia de comunicación es transversal: forma parte de las nueve competencias básicas que la universidad fomenta y cuyo desarrollo propicia en todas sus facultades y carreras universitarias1. Asimismo, el Área de Humanidades, dentro de la cual se inscribe la coordinación de Lenguaje, considera que esta competencia forma parte crucial de su quehacer. En ese sentido, señala que el estudiante que ha alcanzado el nivel de logro más alto en ella es aquel que «comprende y produce mensajes que le permiten dialogar eficazmente tanto en situaciones comunicativas académicas como en el marco de un proceso general de interacción social»2. Como ya señalamos, la comprensión y la producción constituyen dos habilidades fundamentales que todo ser humano necesita para interactuar en situaciones diarias3. Ello se puede evidenciar tanto en el plano oral (para poder responder a alguien se requiere haberlo comprendido) como en el escrito (para producir un texto es imprescindible haber comprendido lo que otros autores han escrito sobre el tema para evitar ser reiterativo y sí relevante).
No obstante, tanto la comprensión como la producción solo pueden ser desarrolladas a partir de habilidades más específicas que el cerebro humano realiza. Por ejemplo, en el caso de la comprensión, una persona cualquiera debe incorporar lo que lee o escucha. Para ello, debe identificar ideas nuevas, y diferenciarlas o contrastarlas con las antiguas que forman parte de su conocimiento; debe analizarlas, inferir significados no expresos, interpretar intenciones, etc. En el plano de la producción, no solo hay que tener claras las ideas por desarrollar, sino también cómo organizarlas y jerarquizarlas en un esquema; asimismo, se debe estar en capacidad de distribuirlas en ideas secundarias y terciarias, relacionarlas lógicamente, expresarlas en oraciones gramaticalmente correctas cuyo léxico sea el adecuado para el contexto y que cumplan los requisitos formales de este (en el caso de los textos del ámbito académico, los requisitos de la normativa del español: ortografía, puntuación, etc.).
Cómo leer y escribir en la universidad. Prácticas letradas exitosas
Es en este contexto de reflexión que surge la propuesta de este libro, la cual tiene su origen en la necesidad de sistematizar nuestro trabajo en la comprensión lectora y en la redacción de textos como equipo de profesores de un curso universitario de primer ciclo: Comprensión y Producción de Lenguaje 1. Nuestro curso, desde su creación en 1994 en la UPC, busca desarrollar, en alumnos ingresantes a la universidad, las habilidades necesarias para la redacción de textos en el ámbito académico y para la lectura comprensiva. Luego de más de 18 años de trabajo de un equipo que se ha enriquecido con la experiencia de profesionales cuya formación proviene, básicamente, de las Ciencias Humanas (este es un equipo conformado, sobre todo, por lingüistas, literatos y educadores) y de la publicación de diversos materiales, decidimos presentar un libro que recogiera tanto ejercicios de trabajo y reglas básicas para su desarrollo como una reflexión sobre los temas fundamentales implicados en estas habilidades.
Nuestra labor docente nos ha llevado a elaborar diversas herramientas para el desarrollo de la competencia de comunicación tanto en el trabajo individual como en el colaborativo. Con este objetivo, partimos de la premisa metodológica de situar a los alumnos en contextos de escritura (casos) que les exijan un compromiso. De esta manera, creemos que la actividad de la redacción puede resultar más real (o menos artificial) de lo que puede ser en un contexto de clase. El producto que solemos esperar de nuestros estudiantes es un texto breve, de cuatro párrafos como mínimo (dos páginas en promedio), en los que no solo expongan un tema sino que lo analicen y expliquen. Para ello, nuestros materiales didácticos (que solemos entregar en clase a nuestros estudiantes) hacen uso de distintas estrategias discursivas necesarias para una explicación cabal: definición, enumeración, comparación, causalidad, etc. Además, proponemos fuentes de información de diversa naturaleza, de manera que las clases promuevan la confrontación activa de ideas y la producción de nuevas perspectivas.
El libro que ofrecemos busca, en conclusión, dotar a los estudiantes de nuestro curso de las herramientas