Desafíos pastorales. Anthea Harrison
comunión personal con Dios mismo. Se expresa en el uso de los pronombres y adjetivos posesivos –“mí” y “me” más de 30 veces, “tú” y “te” unas 25 veces. Él sabe que Dios lo conoce, lo rodea (vv. 1–6) y le es fiel en toda circunstancia de la vida. Otros escritores expresan o sugieren: “[Dios es quien] en el vientre de mi madre me hizo a mí” (Job 31.15); o “[Dios] me sacó del vientre, desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios” (Sal 10.9–10). El profeta Jeremías habla de sí mismo en estos términos (Jer 1.5), e Isaías lo hace con referencia al “Siervo de Jehová” (Is 49.1, 5).
En el Nuevo Testamento, en el encuentro entre María, recién embarazada, y Elisabet, ya encinta por seis meses (Lc 1.39–45), leemos que “la criatura en su vientre (de Elisabet) saltó” al saber las noticias dadas por María. Esto indica el conocimiento fetal respecto de Juan Bautista y una identidad personal en el feto, tanto de Jesús como de Juan. Lucas 1.41, 44 emplean la misma palabra griega (brephos) para referirse al niño en el vientre como del niño recién nacido (Lc 2.12, 16) y de los niños traídos a Jesús (Lc 18.15–16). Al hablar de su vocación de apóstol, Pablo dice: “Dios […] que me apartó desde el vientre de mi madre” (Gá 1.15–16).
Conclusión
Varios estudios médicos sobre el “código genético”, parecen apoyar estas enseñanzas bíblicas, o sea, que una sola célula va desarrollándose y multiplicándose desde el momento de la concepción. De todos modos, desde el punto de vista cristiano, el principio bíblico es claro: el feto humano es persona inviolable y es “el embrión de una vida capaz de llegar a reflejar la gloria de Dios”. Comenta William Barclay: “El uso del aborto como método conveniente para deshacerse de un niño no deseado que ha concebido en manera irresponsable, no es correcta nunca o, al menos, en muy pocos casos”. Sin embargo, es muy fácil declarar tajantemente “¡No al aborto!” y no hacer nada más. El cristiano, adicionalmente, debe tener compasión y buscar alternativas prácticas y tiernas para las mujeres con embarazo no deseado (cf. Stg 2.14–17). A continuación, consideramos algunos consejos al respecto.
Consejos
El problema del aborto tiene varios aspectos: legal, médico, ético, teológico, social y personal. El aborto no es parte de un surtido de alternativas, sino el último recurso. Las mujeres en una crisis de embarazo necesitan amor, cuidado y apoyo, no un aborto. Hay una gran necesidad de consejería antes y después de un aborto. Es imprescindible que antes de esto, haya tiempo para tomar una buena decisión y considerar las varias alternativas. Los efectos prolongados de un aborto necesitan la consejería compasiva y sabia durante el tiempo necesario. Tiene que haber una persona (consejera o pastor) dispuesta a escuchar sin condenar, para animar y, cuando sea apropiado, buscar ayuda cristiana. Algunos creyentes intervienen en el trabajo de dar ayuda práctica durante un tiempo o todo el embarazo; a veces, incluso, cuando la situación es delicada, reciben a la futura madre en su hogar por varios meses.
Es fácil considerar solamente la decisión hecha por la mujer respecto al aborto. El feminismo dice que una mujer tiene el derecho de controlar su propio cuerpo. Sin embargo, si Dios es reconocido como el autor de la vida, ambos —el hombre y la mujer involucrados— tienen juntos responsabilidad delante de Dios. El aborto parece ofrecer, una solución conveniente y sencilla en forma física a este problema complicado, pero tiene un costo muy alto. La adopción puede ser una alternativa al aborto cuando por cualquier razón, la madre se siente incapaz de cuidar y criar su bebé.
Es responsabilidad pastoral buscar alternativas prácticas y compasivas para las mujeres que están enfrentando un embarazo no deseado (Stg 2.14–17). Se necesita un ministerio que brinde soporte a mujeres embarazadas y ofrezca sugerencias prácticas para resolver problemas de finanzas y alojamiento para las madres antes y después del nacimiento con el fin de ayudarlas a conseguir empleo, dinero y contacto con grupos de apoyo personal, etc.
Como creyentes, debemos oponernos al aborto y recomendar el nacimiento sano de cada bebé. Para ser “una luz en el mundo” en esta área, la predicación en las iglesias debe incluir una enseñanza bíblica sobre el tema y el apoyo positivo para las personas que enfrentan este problema.
Consejos antes del aborto
Es imprescindible antes de tomar la decisión de realizar el aborto, un tiempo para explorar las diferentes alternativas. Hay necesidad de “centros para la crisis del aborto”, que bajo el liderazgo de cristianos, ofrezcan pruebas médicas del embarazo, consejería especializada y compasiva por voluntarios bien preparados, e información clara acerca de las opciones disponibles, ayuda práctica, auxilio y tiempo para explorar todas las emociones conflictivas y las implicaciones de largo plazo que trae un embarazo no planeado. En vez de condenar y juzgar, estos centros ofrecen compasión y empatía. Si no existen tales centros, la iglesia debe proveer tal ayuda. Los voluntarios preparados son mayormente mujeres o parejas que han sido afectadas personalmente por el aborto y sus consecuencias. Esta ayuda demuestra las cualidades de cristianos auténticos que manifiestan el amor de manera práctica, costosa, con sentido común, realista y con empatía, respeto y sacrificio.
Con el trasfondo de reverencia de la vida humana y con Dios como autor y creador de toda la vida, es necesario tener una persona que escuche bien y tenga simpatía y compasión. Entre algunos de los problemas complicados, se incluyen la mujer no casada, la mujer con familia ya muy grande (especialmente si ella es la asalariada), la posibilidad de un bebé menos válido o con enfermedad hereditaria, o la mujer que ha sido asaltada y violada. Estas alternativas y sus implicaciones requieren ayuda muy práctica y especializada.
El trauma postaborto
Es importante escuchar personalmente lo que cuentan las mujeres que han tenido abortos, y sus parejas también. Muchas veces, tales experiencias del aborto no se cuentan y llevan siempre cicatrices físicas, emocionales y espirituales:
María contó: “El día que me sometí al aborto yo lloraba por horas. Me sentía la peor persona del mundo. Yo no podía comprender cómo yo había asesinado a mi propio hijo. Ahora cada día pienso en esto, pienso cuán egoísta soy. Tengo pesadillas de dar a luz, de buscar a mi hijo perdido”.
Juan dijo: “Yo sólo podía estar pensando ¿qué he hecho?, ¿qué le he hecho a la chica a quien amo y al bebé que hubiéramos podido tener? Siempre lamentaré esta cosa”.
» El remordimiento. Muchas personas cargan este sentimiento por haber ejercido presión para tener un aborto sin pensar en las consecuencias. Es una decisión irrevocable. Muchas veces, hay presiones familiares o sociales que miran el aborto como una solución rápida y fácil.
» El sentido de aislamiento. “Nadie me hablaba ni trataba de entenderme o darme una explicación. Terminé con un sentido de impotencia, de ineficacia, antipatía y a solas”. Muchas veces, se quiebra la comunicación entre la pareja y hay sentimiento de culpa en ambos que los lleva a culparse mutuamente.
» La vergüenza. Un sentido de vergüenza profunda de lo que se ha hecho, lleva a un “silencio” y una falta de capacidad para comunicarse con otra persona. La persona siente vacuidad, culpabilidad y rabia. Se siente perdida.
» La denegación (o negación). Muchas veces después de un aborto, hay una denegación o racionalización de lo que ha pasado. Pero, temprano o tarde, entran los pensamientos como: “¿Qué edad hubiera tenido mi bebé ahora? ¿A quién se parecería?”, etc. Una chica, quien había tenido aborto, cubría sus problemas con una vida de fiestas, y cuando finalmente se casó, no pudo aceptar a su nuevo bebé y sufrió depresión posnatal.
» Los efectos del trauma. Son depresión, escena retrospectiva, culpabilidad, rabia, pensamientos de suicidio y alejamiento, que muchas veces llegan a dependencia de drogas o alcohol, anorexia, etc.
» La sanidad. Es difícil superar el sentimiento de culpa por haber matado a su propio hijo. Solamente por medio del arrepentimiento, la confesión del pecado y el perdón de Dios, se puede empezar la curación. La persona tiene que aprender a perdonarse a sí misma y a otros por la decisión de tener un aborto. Algunas personas encuentran una ayuda en escribirlo todo y presentarlo delante de Dios, pidiendo su perdón por medio de la sangre de Cristo, quien murió por todos nuestros pecados.