Registro de La Habitada. Andrea Crespo Granda
muchacha N º 1 presenta los siguientes enunciados a la culebra:
En la noche vi cabalgar a mi madre hacia el camposanto, recolectó el cabello de su hermano fallecido y cortó con navajas de cal los hilos de la ceniza; con este material elabora un morral que mi Padre me muestra en el menguante del mar, allí –con sigilo– guardan tres monedas de oro para mi viaje hacia el centro del aire; pero no recibí un manual para vencer al viento, ni datos para besar demonios.- el demonio se llama tedio, engaña con su útil presencia.
Los hombres descansan las visiones de topacio. El fuego danza como la vida dentro de cada mineral. Urgen las manos en vapor del sueño del beso en boca rota por el ruido de la leña.
Aquí, personas que no conozco, me peinan. Dividen los cabellos de mi cabeza como se dividen las aguas para el paso de los justos. En cada caudal se diseña un tugurio de trenzados y fantasmas.
Por cada brocado de hebras, las personas que no conozco despiden una queja tan atroz como el silencio de su boca; un susurro de rezos anhelan que dios me acompañe, pero yo he merendado con dioses y nada hacen en mi las lanzas de sus bocas.
Mi madre acomoda sus miedos en mis recuerdos * lustra cada botón del chaleco que ha cosido con escamas de nutrias * en la noche vi cabalgar a mi madre hasta la cama, recolectó los frutos de sus tristezas.
La muchacha Nº 2 presenta los siguientes enunciados a la culebra:
la palabra de dios bajó.
su aliento era un espeso gluten fornicando insinuaciones
sobre mi cabeza fue formando su morada, su nube de Lepanto siguió a mi cuerpo en sus quehaceres.
- pero estas cosas yo no las supe hasta que los rostros de los ciudadanos eran opacos y cuarteados cada vez que cruzaban comunicación con mi cuerpo.
cómo una oscuridad sediciosa, la palabra de dios iba descendiendo su amalgama hasta inflamar mi coronilla, entonces supe que los designios habían obrado sobre mi cuerpo sin ser yo notificada.
La masa ingresa por los orificios, impide la formación de ardores,
sus letanías petrifican el pubis y el hambre.
dios amasa y hornea sus lamentaciones en las hijas.
Ahora los ciudadanos frotan las lenguas en comunión virtual, aguardan la merienda de mi carne.
La muchacha Nº 3 presenta los siguientes enunciados a la culebra goteante:
Yo que temo a las urgencias me he distanciado del sabor de los huesos, de una estrella verde agotando su aroma filoso entre las piernas de otros niños.
Yo que temo a las noches no disipo el camino de fragmentos, ni las anclas en las que dejé encallada una vena, una pregunta en la que brillé –por vez primera– como si el amor recubriera estas manos.
Tengo una locura añejándose en el hígado.- temo la noche y su despertar.
Yo que temo a los hábitos y las gotas platinadas cayendo desde los molares no he visto un oxímoron acostado en el vértigo plano del aire
y es una destreza el amor de muchachitas acopladas al silencio de las constelaciones.
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