Reposofía. Manuel Arduino

Reposofía - Manuel Arduino


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fuente espacial y a ella deberíamos remitirnos con reverencia y amorosamente, si es que aspiramos a percibir su perfume y a ser transmutados en profundidad por el único poder transformador. La paz y el equilibrio de todas las fuerzas y funciones espaciales han de ser experimentados en uno mismo y por extensión en nuestras relaciones; de ello deviene la más genuina forma de la sabiduría práctica, la ciencia y el arte de vivir, la gloriosa armonía de las esferas.

      El espacio es la vida y la vida está saturada de realidad, de experimentación y conectividad. La Repososofía pretende entregarse al espacio/vida para ser intervenido por las modalidades profundas de semejante fuente y desarrollar las fuerzas, facultades, cualidades y aptitudes que hacen que un ser humano practique la sabiduría, por encima de todo aislamiento en torres de marfil o de disquisiciones teóricas distantes del corazón de los hechos.

      Estamos hablando de desarrollar una mente abierta, casi “cósmica”

      El espacio es la fuente del poder universal y de su excelencia, la sabiduría práctica; aquel poder que nos permite comprender intuitivamente, espontáneamente, el qué y el para qué de cuanto no ocurre y su conexión con el todo, con el cosmos. Una mente cósmica es una inteligencia espacial, libérrima, fundida con la grandiosa probabilidad fundamental, con sus leyes y funciones, con cada uno de los centros y puntos matemáticos virtuales desde los que se abren las puertas de la visión, de la percepción y del inaudito abrazo con “la cosa universal”. No deberíamos subestimar la propiedad espacial, por excelencia la propiedad de conformar lo que llamamos vida, la totalidad de la vida, emanarla e irradiarla constante y rítmicamente, logrando que todas las criaturas y energías sean conducidas hacia la final iluminación: el encuentro interior con la esencia radiante que cubre el océano sin orillas. En el tiempo, en la duración, en el acontecer, ocurren las inmersiones dentro del grandioso e inconcebible océano y el fruto es la ciencia y la sapiencia, la cenital perfección de los medios y los fines, el abrazo con la infinitud, el salto hacia el ser de lo real desde el ser de lo virtual, desde la personalidad temporaria y fugaz, desde lo fantasmático, lo coyuntural, vehículo múltiple de la vida espacial.

      Entregarse a la calma de la mente es realizar el espacio en nuestro interior

      Fluir en el tiempo con la sutil presencia del espacio, equivale, en cierta medida, a entregarse a la calma inherente a la esfera de lo inmutable y permanente. Si logramos establecernos en esa atmósfera, por cierto elevada de síntesis de los opuestos, de unidad y completitud, nuestra travesía humana y terrestre se verá potenciada, reforzada de una manera significativa. En las tradiciones orientales y en particular en el naturalismo taoísta, esta expresión, la del “fluir” al ritmo de la propia energía de vida, es algo de lo más corriente. Los sabios de esas tradiciones experimentaron y experimentan en sí mismos la superioridad de asimilarse a los ritmos de la naturaleza desde un calmo fuego en el corazón. Una llama que se enciende para siempre y que no produce humo, ni escorias ni residuos psicológicos. Una parte de la yoga taoísta hace hincapié en la unión con los cinco elementos de la vida, una suerte de consubstanciación y resonancia en el tiempo en que la naturaleza canta y respira. Respirar adecuadamente y vivir ese canto, una reverente entrega feliz a los hechos, resume el propósito de esas técnicas de auto-adiestramiento en los cánones de índole superior radicados por igual en nuestro fuero interno. Somos espacio pero también somos su emanación, la naturaleza visible y la invisible, y es en ella, integralmente, donde debemos actuar, movernos y tener nuestro ser.

      La concepción taoísta del Wu Wei

      La acción sin actuación ni premeditación, como parte de la doctrina china de Wu Wei, reconoce el magisterio superior de la múltiple naturaleza y de la energía que la nutre, y en ambas hace su énfasis: fluir en el tiempo como navegando en las aguas cadenciosas de un océano sin límites, he allí el secreto para la edad de la vida explícita, manifestada, el gran secreto, el verdadero secreto del arte de la existencia superior.

      Por otra parte, ensamblarse con el tono en el que vibra la vida, practicar la paz y en paz con todos los seres, abandonar la preocupación, la inquietud y la ambición desenfrenada y establecer en nuestro interior un reino de satisfacción, de contento y equilibrio, no son sino instrumentos idóneos propios de quien acaricia la verdadera sabiduría de la vida. Todas las nociones metafísicas verdaderas son de recibo, sin lugar a dudas, a lo largo del proceso de la existencia, pero llega el momento de pasar a la acción, a lo fáctico y dejar el pensamiento en manos del conocimiento directo, lo simbólico en manos de lo práctico. Para eso no existe otro camino que la experiencia, la práctica de los medios más sabios y propicios para armonizar nuestra mente, nuestro corazón y nuestro cuerpo físico, y acceder a las enseñanzas intuitivas, silenciosas, que aporta la vida misma, una vez que el individuo destina su mejor energía y su tiempo a la acción armoniosa, una vez que se entrega a las disciplinas señaladas desde la más remota antigüedad como las más competentes y aptas para fluir en el espacio, en la asertividad del océano sin orillas.

      El reposo es una ola amable en el mar de la vida

      El verdadero reposo no es estancamiento ni anulación. El reposo que implica una realización de la naturaleza particular de los desafíos de la vida, es, como acabamos de desarrollar, un fluir, un devenir consciente, una suerte de navegación o de nado sobre las aguas del océano sin orillas. De otra forma, si interpretáramos como reposo la cesación del flujo de la armonía, la ausencia de radiación interior, probablemente lo tomaríamos por una alternativa soporífera, por un sueño sin grandeza, por una noche para dormir y olvidarse de cuanto nos interpela, de los retos y demandas de la existencia.

      La quietud y la yoga taoísta e indostánico

      El reposo que es dinámico se emparenta con las modalidades posturales de las yogas taoístas e indas, en que la posición mental y corporal son alimentadas por un emplazamiento del correcto circuito de la energía interior, fuerza motora de todo cuanto sentimos, pensamos y hacemos. Semejante ciencia de la dinámica, inspirada en el equilibrio interior puesto de manifiesto en la ejercitación armoniosa de precisas técnicas antiguas, no ignora que es requisito indispensable el silenciar la mente y ensamblar la energía que circula por el cuerpo físico con la fuente superior, dispuesta en una mente quieta y perceptiva, por completo contemplativa, calma y atenta. En tal sentido, la atención vigilante, la observación propia y en ciento ochenta grados, se ofrece como una instancia imprescindible para ensamblarnos con el trasfondo preñado de significado y sentido que enmarca las modulaciones el espacio, del movimiento irrefrenable que es el tiempo, que es la duración. El ritmo y la regularidad del tiempo, el orden cósmico expresado en la duración, ha de encontrarse manifiesto en nosotros con total sutileza y refinamiento. Sutileza y refinamiento que incluyen una percepción sin velos de cuanto está teniendo lugar en nuestro fuero interno y en nuestras circunstancias. Naturalmente, estamos mencionando la labor contemplativa por excelencia y poniéndola en primer plano en este arte ciencia, del cual surge la genuina sabiduría práctica.

      Equilibrio en la vida interna y en las relaciones en el mundo

      Reposo considerado como dinámica de la vida interior expuesta en el mundo de las acciones y las relaciones: una plataforma subjetiva de lanzamiento a la vida comunitaria, capaz de templar al ser humano, de armonizarlo y dotarlo de capacidad de respuesta, a partir de la alerta atención y del despliegue del valor y de la capacidad de resolución. Un acondicionamiento integral, en medios y habilidades, cuya fuente inspiradora es la atmósfera de la fuente interna, el flujo de la energía del alma y los canales que ella escoge para propulsar al individuo en el campo integral de la existencia manifestada. Una disciplina no displacentera, que arranca en la necesaria toma de conciencia sobre la ineficacia y parcialidad de los caminos corrientes del mundo, y que busca su luz y su vitalidad en el ámbito del espacio más puro y espléndido, uno con nuestro ser espiritual.

      La armonía y el silencio se pueden experimentar

      Un


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