Los guardianes del mar. Fondo Editorial USIL

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los científicos en nuestro país.

      Toda herramienta que ayude a conocer más sobre la riqueza marina de la que disfrutamos y del arte de la pesca, o que sirva de inspiración para fomentar la ardua tarea por su conservación y protección, contribuirá con el ansiado crecimiento sostenido en nuestra patria. Este aporte es una palpable muestra de ello.

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       Vicealmirante (r) Javier Gaviola Tejada

      Presidente del Consejo Directivo del Instituto del Mar del Perú

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       Capítulo 1

       Mar peruano, escenario milenario

       Capítulo 2

       La biodiversidad del Pacífico

       Capítulo 3

       Preservando el mar

       Capítulo 4

       Los guardianes del mar

       Capítulo 5

       Cebiche: emblema del Perú

       Capítulo 6

       Propuestas gastronómicas

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      Las aguas del más grande y profundo océano de la Tierra bañan la extensa costa occidental y central de América del Sur. Allí, frente al litoral del Perú, dos muy distintas corrientes marinas se entrecruzan, proporcionando una condición propia y singular al mar y litoral peruano.

      Punta Pariñas, el ‘mentón’ del departamento de Piura -ubicado al norte del Perú- y cuna del nacimiento del almirante Miguel Grau, el héroe de Angamos, es el punto de unión, transición, agitación y barullo en el que se produce el dramático cambio entre una y otra corriente en el Océano Pacífico.

      En ese punto, la fría Corriente Peruana, que se extiende desde la costa central de Chile hasta el norte del antiguo imperio inca, abandona la costa para adentrarse en el Pacífico rumbo a las islas Galápagos, dejando paso a las aguas tropicales de la Corriente del Niño proveniente del norte de América.

      La Corriente Peruana, antes llamada Corriente de Humboldt, origina un enfriamiento generalizado frente al litoral, con una temperatura promedio menor de la que le correspondería por su latitud. La costa de Lima y las famosas playas de Copacabana, en Río de Janeiro, se encuentran a la misma distancia del paralelo del ecuador.

      Sin embargo, durante la mayor parte del año, la capital del Perú tiene los días opacos y grises, salvo la temporada de verano. La neblina, un mar aéreo formado por millones de pequeñas gotas de agua suspendidas en la atmósfera, se extiende de modo continuo y cerrado sobre toda la costa, y penetra por los valles y quebradas cercanas al litoral, llevando el aroma de las aguas marinas hasta las cumbres nacientes de la Cordillera de los Andes.

       «La marcada tonalidad verde de la fría corriente del mar que baña la costa sur y central del Perú es una inequívoca señal de vida».

      De las muchas virtudes del Océano Pacífico, el cronista Antonio de la Calancha destaca la tranquilidad de sus aguas, que llegan a la tierra con calma y en silencio, aunque en algunos lugares el mar es bravío y brusco, con ruidosas olas que no cesan ni de día ni de noche. No está de más decir que el Pacífico forma parte del Cinturón de Fuego y que en su lecho se generan los más catastróficos terremotos y tsunamis del mundo.

      Acompaña a su calma la austeridad de su geografía: la línea de contacto con la costa es simple, sin entrantes ni salientes extremas, apenas con una u otra pequeña península yerma, cubierta de arena y que termina en abruptos farallones. Es decir, una costa seria, sencilla y sin los excesos pintorescos de otros mares (Buse, 1973).

      Dotado de marcados contrastes y condiciones únicas, el Perú alberga numerosos ecosistemas que lo convierten en uno de los países con la mayor variedad de especímenes vivos. Parte crucial de tan abundante biodiversidad está constituida por las especies que habitan en su mar territorial, franja del Océano Pacífico que se extiende hasta las 200 millas a lo largo de sus costas y es el hábitat de 3853 especies, entre algas, moluscos, crustáceos, peces, aves, reptiles, mamíferos, equinodermos, poliquetos y braquiópodos (IMARPE, 2014).

       UN MAR RICO Y VENERADO

      La marcada tonalidad verde de la fría corriente del mar que baña la costa sur y central del Perú es una inequívoca señal de vida. Es el color del plancton que en escala masiva oscurece sus aguas, mostrándolas tan diferentes de los transparentes mares caribeños, pero que permite sostener uno de los bancos de peces más grandes del planeta.

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      Uno de los fenómenos singulares de ese mar -ausente en casi todos los del mundo- es el constante aporte de nutrientes que recibe de los fondos marinos; el afloramiento de las aguas profundas conteniendo ingentes cantidades de residuos orgánicos, producto de la continua acumulación de los restos de animales muertos y otros desechos vitales, que al poseer altos niveles de nitratos y fosfatos sirven de alimento y favorecen la rápida reproducción del fitoplancton, un conjunto de organismos microscópicos que flota en la superficie del mar -llegando hasta los 600 metros de profundidad- y es el factor primario de la rica cadena alimentaria marina.

      De esa manera, el fitoplancton es el alimento del plancton animal (zooplancton) que, a su vez, sustenta a pequeños peces y crustáceos que nutren a peces más grandes, aves, mamíferos de gran tamaño, depredadores y, finalmente, al hombre.

      Gracias a la abundante presencia de fitoplancton, la Corriente Peruana es uno de los ecosistemas marinos más productivos de la Tierra y, aunque representa menos del 0,1% de la superficie mundial de los océanos, en sus aguas se lleva a cabo más del 10% de las capturas de peces del orbe.

       LAS REDES DE PARACAS ENTRE LAS MÁS ANTIGUAS DEL MUNDO

      Este mar generoso ha tenido, desde tiempos ancestrales, una estrecha e intensa relación con el antiguo poblador costeño. El hombre de Paracas, que habitó la pampa de Santo Domingo hace nueve mil años, se alimentaba principalmente de los productos del mar, complementando su dieta con la recolección de frutos y el cultivo de plantas.

      Los hombres de la época comían -dice Engel- toda clase de moluscos. Entre


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