La cábala. Mario Saban

La cábala - Mario Saban


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exterior a mi subjetividad queda anulado de modo anticipado, debido a que mi propio Yo mental puso en tela de juicio las fronteras fijas de su propia subjetividad.

      Por lo tanto, cualquier ataque exterior a mi subjetividad se debe volver ineficaz porque en realidad no ataca a ningún sujeto, en tanto considero que mi subjetividad representa una verdadera distorsión para alcanzar mayores niveles de consciencia. Un proceso constante que lleve al Yo a reconocer las «seguridades» de la Biná como ilusiones en el mundo superior, y que estas seguridades son las que causan mi falta de crecimiento definiendo mi subjetividad en un punto estático dentro de la realidad.

      La verdadera amenaza a la identidad del Yo es cuando el Yo percibe las diferencias como amenazas, es decir, cuando son las percepciones negativas de mi Yo las que constituyen realmente la verdadera amenaza. Y mi Yo percibe las amenazas a su subjetividad en cuanto considera al sujeto como un punto fijo y dogmático, porque si el sujeto destruye su subjetividad en la máxima medida posible, la flexibilidad que adquiere es de tal nivel que no existe ataque a ningún punto fijo dogmático.

      El mal antes de atacar debe establecer un punto fijo; y si en un plano superior disolvemos transitoriamente nuestra subjetividad dentro de las manifestaciones cosmogónicas del Ein Sof, entonces no existe el mal ni el bien como entidades estructuradas y conceptualizables. Cuando reducimos dogmáticamente un concepto dentro de la realidad (y no trabajamos en las constantes matizaciones), el mal puede atacar, porque, en realidad, la misma dogmatización es un elemento de seguridad ilusoria de la Biná que distorsiona la realidad, y entonces se produce el efecto contrario al buscado por la Biná. Si la Biná psicológica buscaba seguridad a través de las dogmatizaciones conceptuales, lo que ha dado como resultado es el ataque más radical a entes fragmentarios que se autoconsideran como absolutos.

      25. Los conflictos potenciales en defensa de mi subjetividad estática

      «Podemos vivir sin un padre que nos acepte, pero no podemos vivir sin un mundo que tenga sentido».

      ROLLO MAY (1975)

      En realidad, cuando mi Yo se cree que es algo es cuando debe defender ese algo. Cada vez que defiendo mi Yo en su estructura finita de identidad se crean las bases del conflicto. En realidad, mi Yo no tiene que defender ningún Yo, ya que todas mis energías deben encontrarse al servicio de direccionarme hacia el Ein Sof, pues cualquier defensa de mi Yo por parte del Yo constituye indudablemente una pérdida de energía psíquica considerable que debe estar al servicio del ascenso y mejoramiento constante que nos conduce en dirección a Keter. Si mi Yo se concentra exclusivamente en su trabajo específico, que es la extracción de todas sus potencialidades interiores (incluso en la relación social de la dimensión de Yesod), entonces no desgasta sus energías psíquicas en estos conflictos.

      Cuando los «Otros» no encuentran su propia definición subjetiva y «atacan» a nuestro Yo, debemos aprender que siempre tenemos la tendencia (que debemos superar) de definir nuestra identidad estática a través de una dogmatización agresiva con el entorno.

      Cada vez que mi Yo pierde toda su energía psíquica en los conflictos, lo que demuestra es que no se sabe definir a partir de su propia identidad interior dentro de la Tiferet. Esta actitud, por la cual el Yo no se estructura a partir de su interioridad sino del reconocimiento exterior, se da cuando el Yo tiferético desciende al yo yesódico. Existen, pues, altas dependencias de mi Yo en relación al entorno (elogios de los demás, criticas, agresiones, etc.). Si mi Yo se defiende, entonces no crece mi Kli de recepción; en cambio, si mi Yo acepta las diversas situaciones, aumenta constantemente mi Kli.

      Paradójicamente, defendiendo la identidad de mi Yo a través del conflicto demuestro el bajo nivel de mi propia potencia identitaria, ya que mi Yo no se encuentra anclado en su Tiferet, sino en su dependencia social en el nivel más bajo de la Yesod. Es cuando decimos en la psicología del misticismo judío que el Yo desciende al «Ego». Lamentablemente, muchos sujetos trabajan toda su existencia en ampliar el nivel egoico (el Yo yesódico) que les otorga una felicidad dependiente del entorno. La superación del nivel egoico es clave para adquirir niveles de felicidad relacionados con nuestra propia interioridad.

      Percibiendo las diferencias de los «otros» como oportunidades de comprensión de mi propia interioridad es, entonces, cuando refuerzo mi identidad, porque mi verdadera identidad debe estar fundamentada en la flexibilidad del Daat Elyón (el Conocimiento superior), y no en los puntos fijos de seguridad del Daat Tajtón (el Conocimiento inferior). La diferencia entre el Conocimiento superior y el inferior se encuentra dada porque en el superior existe un equilibrio constante de oscilación entre la Biná y la Jojmá, en cambio, el Conocimiento inferior está exclusivamente sujeto a las seguridades imaginarias que le otorga la Biná psicológica.

      El «otro» siendo parte integrante del Ein Sof me tiene que aportar un tipo de conocimiento de la realidad (una perspectiva de verdad) del que mi Yo carece al encontrarse condicionado por el tiempo y el espacio.

      Si puedo comprender la posición de los «otros» a partir de dichos condicionamientos de tiempo y espacio, entonces, logro verificar qué características son esenciales y cuáles son las temporales. Los condicionamientos son temporales y espaciales, lo que hace que me encuentre aún operando dentro del Universo de Briá; en cambio, si logro percibir la esencia de la posición dejando de lado todos los condicionamientos espacio-temporales, he logrado percibir el nivel del Universo de Atzilut.

      Toda expansión de mi Yo hacia el No-Yo fortalece el Yo. Cada vez que el Yo intenta defender un Yo estático, entonces baja de nivel de consciencia, y cada vez que el Yo toma conciencia de su estado real de No-Yo frente al Ein Sof, automáticamente el Yo no defiende ni ataca, porque en realidad todo el potencial energético se encuentra al servicio del ascenso constante y no tiene tiempo que perder en conflictos del mundo inferior. Cuando el Yo trabaja exclusivamente en reforzar su subjetividad fija, entonces opera con el Daat Tajtón (el Conocimiento inferior), y cuando el Yo destruye los límites fronterizos inexistentes de una subjetividad fija, y establece una dinámica de ruptura de los límites identitarios de forma permanente, crea un estado de subjetividad dinámica, y es entonces cuando decimos que estamos operando sobre el Daat Elyón (el Conocimiento superior).

      Estos conflictos del mundo inferior se fundamentan sobre la base de una desmedida expansión de todo Yo y por un trabajo agotador de autodefinición constante de cada Yo en relación a los demás. Esta locura comparativa en la identidad del Yo rebaja nuestra Tiferet a los estados de Yesod y Maljut. Toda competitividad del Yo en relación a los «Otros» me hace descender a los niveles inferiores; en cambio, si busco en mi interioridad todo el potencial subjetivo de mi Tiferet y lo sitúo en una posición elevada, es decir, percibiendo la Tiferet en dirección a Keter, entonces extraigo de mi interioridad todo el potencial para atarme al Infinito (en palabras de Abulafia).

      Abraham Abulafia dijo que uno es a lo que se ata, y cuando uno se desata de los nudos del mundo inferior, entonces automáticamente se debe atar necesariamente con el Ein Sof, y cuando uno se encuentra atado al infinito y su crecimiento es infinito, entonces no tienen sentido las comparaciones con los otros porque el camino del «Otro» es su camino.

      Mi Yo debe, entonces, extraer sus potencialidades abriéndose su propio camino, porque no existen dos recorridos iguales para cada Yo en esta existencia.

      Cada alma tiene su propio sendero para ascender hacia el Ein Sof, y cuando dicha alma sube por su propia vía, encuentra necesariamente el sentido de su existencia, porque el sentido de la existencia del alma surge como consecuencia del mismo derrotero que ha tomado.

      Si el camino es incorrecto, el alma lo sabe, y si lo sabe y percibe que no tiene las posibilidades de modificar la situación, entonces el cuerpo enferma, pero si el alma logra cambiar el camino erróneo, entonces no se produce la enfermedad, sino la muerte natural por el desgaste de la materia (Nefesh).

      Entonces, la raíz del alma aparece cuando nuestra potencia interior nos eleva hacia el Ein Sof, porque sabemos que todo camino que no nos conduce hacia el Ein Sof representa la falta de aprendizaje (y la reiteración de la misma situación hasta que el Yo toma consciencia de su solución); en cambio, cuando a pesar del camino que hemos tomado (en apariencia equivocado) ha sido cuando justamente hemos aprendido, al recorrer dicha


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