Todo empezó con un baile. Louise Fuller
mientras los camareros recogían la mesa.
Philip frunció el ceño.
–Hemos tratado de reducirlos a unos doscientos –comentó.
Mimi estuvo a punto de soltar una carcajada. Luego comprendió que la boda no era tan solo un intercambio de votos matrimoniales. Era un evento muy importante en el calendario social.
–Supongo que la vais a celebrar en Fairbourne –dijo ella tras aclararse la garganta.
Antes de que su vida se hubiera puesto patas arriba, ella había sido una habitual en Fairbourne, la mansión de estilo georgiano en la que vivían los Caine. Aún recordaba la primera vez que fue, lo impresionada que se quedó por la grandiosidad y belleza de la casa y la perfección que reinaba por todas partes, aunque no tanto como cuando el atractivo heredero de la casa la besó hasta llevarla a su dormitorio, cerró la puerta, se desnudó y luego la desnudó a ella.
Sintió que los dedos se deslizaban por el blanco mantel. Recordó que Bautista era increíblemente atractivo vestido. Tenía la clase de físico esbelto, tonificado y esculpido que le permitía ponerse cualquier cosa y llevarlo mejor que nadie, pero desnudo…
De repente, sintió que la boca se le secaba. Desnudo, era igual de atractivo, pero aún más impresionante. Piel dorada y suave, que se plegaba delicadamente sobre los músculos. Recordó a Bautista estirándose encima de ella… Parpadeó rápidamente al ver que Alicia sacudía la cabeza. De repente, sus ojos marrones se habían llenado de lágrimas.
–¡Oh, Lissy! ¿Qué te pasa?
Philip tomó la mano de Alicia.
–Bob tuvo una fuerte infección vírica en Navidad y lleva un poco decaído desde entonces. Por eso, hemos decidido adelantar la fecha a mayo.
Mimi asintió y trató de calmar su agitado corazón. Había visto al padre de Alicia, el financiero y filántropo Robert Caine en muchas ocasiones y él siempre había sido un anfitrión amable y generoso. Sintió una fuerte sensación de culpabilidad. Eso había sido antes de que su frágil estado de salud se hubiera deteriorado tras la traición del padrastro y del tío de Mimi.
–Y por eso hemos decidido celebrar la boda en Argentina –añadió Philip–. Allí será otoño y el clima es más cálido, no tan húmedo.
Alicia sonrió débilmente.
–Y Basa nos ha ofrecido muy amablemente usar su estancia en la Patagonia para la ceremonia en sí. También permitirá que los invitados se alojen en su casa de Buenos Aires de camino hasta allí.
Mimi sonrió automáticamente para responder la alegría que se reflejaba en la voz de su amiga. Sin embargo, durante un instante, le resultó imposible respirar o hablar. Las palabras de Alicia no paraban de resonar en el interior de su cabeza, como si fueran las notas discordantes de un piano desafinado, pero consiguió hablar con bastante normalidad.
–Lissy, eso es maravilloso…
Los camareros llegaron con los postres. Tras mirar su bizcocho borracho con gelatina de hibisco, Mimi sintió náuseas de repente. Desde que aceptó la invitación de Alicia, había sabido que era cuestión de tiempo que el nombre de Bautista surgiera en la conversación, pero incluso así le sorprendió escuchar lo mucho que le dolía oírlo nombrar en voz alta.
¿Era así como se sentía él cuando oía el nombre de Mimi? ¿Sentía vergüenza por el modo en el que la había tratado? O, dado lo que Charlie y Raymond habían hecho, ¿se sentía aliviado de no haberse acostado con ella?
Mimi dudaba que tener relaciones sexuales con la hijastra de uno de los hombres que habían estado a punto de arruinar a su familia ocupara un lugar muy importante en la lista de objetivos personales.
–Es un lugar precioso, Mimi. El cielo parece más grande y más azul, las montañas en la distancia y la amplia extensión de hierba dorada en todas direcciones –comentó Alicia sonriendo–. Basa dice que es el primer escalón para llegar al cielo.
Mimi sintió que el corazón se le detenía. No. El primer escalón hacia el cielo había sido el contacto de los labios de Bautista con los suyos. Sintió cómo la piel se le acaloraba al recordar lo que había sentido cuando él la besó.
La mano le temblaba ligeramente cuando agarró su copa para tomar un sorbo de vino.
–Estoy deseando, Lissy –dijo con una convicción que no sentía–. Va a ser un día muy especial, pero, ¿hay algo que yo pueda hacer? Es decir, estoy segura de que tienes montones de gente ayudándote…
–En realidad, hay una cosa que te íbamos a pedir…
Philip y Alicia se miraron el uno al otro.
–¿De verdad? –les preguntó Mimi inclinándose hacia delante–. ¿A mí?
–Vamos a tener un fotógrafo –contestó Philip–. En realidad, todas esas fotos tan formales no son lo nuestro, pero Bob y mis padres son un poco más tradicionales. Sin embargo, lo que realmente nos gustaría sería que nos hicieras una película.
–Algo personal –añadió Alicia rápidamente–. Ya sabes, como las que hacías en el colegio, con nosotras hablando y comportándonos como nosotras mismas. Tienes un don, Mimi. Sabes capturar el momento y conservarlo para siempre. Pensé que podrías hacer eso por nosotros.
Mimi parpadeó. Las manos le temblaban y sentía un nudo en la garganta.
–¿Confiaríais en mí para que hiciera algo así?
Los dos asintieron sin vacilar. Alicia la miró a los ojos y sonrió.
–Te he confiado mi vida… ¿O acaso ya se te ha olvidado lo de jugar lacrosse contra St. Margaret’s?
Mimi sonrió.
–Lo tengo grabado en el recuerdo.
Miró a su amiga y deseó poder decir que sí. Adoraba a su amiga y ¿qué mejor manera tenía de demostrárselo que convirtiéndola en la estrella de su propia película? Sin embargo, conocía a Alicia demasiado bien y, sin duda, aquella era su manera de demostrarle su apoyo. No tenía por qué hacerlo, al menos no públicamente y mucho menos el día de su boda. A Mimi le bastaba saber que ella siempre había sido una aliada sincera y leal.
–Ay, Lissy… yo solo soy una aficionada. Y es tu gran día…
–¿No es eso exactamente lo que te dije que diría? –le preguntó Alicia a Philip sacudiendo la cabeza–. Ojalá pudiera hacerte creer en ti misma como yo creo en ti.
Mimi hizo un gesto de desaprobación con los ojos.
–Tú eres una buena amiga y es una idea preciosa, pero no creo que seas objetiva.
–Sabía que también dirías eso –repuso Alicia con una sonrisa–. Y tienes razón. No soy objetiva, pero eso no importa porque no ha sido idea mía. Ni de Philip –añadió al ver que Mimi miraba a su prometido–. Ha sido idea de Basa.
Mimi se quedó completamente inmóvil. El corazón le latía con tanta fuerza que le sorprendió que nadie más pudiera escucharlo.
–No te creo –consiguió decir por fin.
Los Caine no vivían en un castillo, pero, después de que su padrastro y su tío hubieran sido arrestados, la familia parecía haber retirado el puente levadizo, por decirlo metafóricamente. De la noche a la mañana, sencillamente habían dejado de invitarla a su mundo. No había habido drama alguno al respecto. Estaban demasiado bien educados como para causar una escena, pero ella había deducido por lo que Alicia no había dicho que Robert y Bautista pensaban que ella no era buena para la familia y no había habido razón alguna para pensar que hubieran cambiado de opinión.
Sintió que la respiración se le entrecortaba. Lo único que tenía eran aquellas pocas horas en la fiesta, cuando, erróneamente, había creído que Bautista sentía por ella lo que ella sentía por él.
–Y