Déjame en paz…, y dame la paga. Javier Urra

Déjame en paz…, y dame la paga - Javier Urra


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      No basta con amar a los adolescentes, han de apreciar que se les ama, pues hay un sufrimiento callado o desplazado en los mismos.

      Disfrutemos de lo positivo, de sus talentos, de su energía y capacidad de diversión, de su gusto por probar cosas nuevas, de su ocasional ilusión por aprender. Ellos y nosotros podemos darnos oportunidades de crecimiento, siempre recuperando la complicidad en la comunicación. Importante, la escucha de los adultos. Actitud y lenguaje respetuoso.

      Los adolescentes, en gran medida, siempre se han creído el centro del universo. Ahora algunos destacan en el cine, la música, la literatura; también lo hacen en defensa de la ecología. Además, la tecnología está de su parte. Hemos de escucharles y al tiempo hemos de decidir, ante conductas en las que la temeridad se hace presente o se juguetea con los excesos, muchos de ellos superfluos.

      Una buena forma de establecer un canal de comunicación es interesarse por sus gustos. Desde una actitud serena y positiva ante cada reto, habremos de fomentar su autoconfianza. Y promover puntos de encuentro. Perciben que todos y en todo momento les están observando. Quieras o no, tu hijo adolescente sufrirá por deslealtades de amigos, por fracasos de amores, por obsesiones pasajeras. Se trata de que con apoyo arregle sus temas.

      No solo comunicamos con palabras, podemos compartir un amanecer, visitar a la abuela con la enfermedad de Alzheimer, ir al fútbol o escuchar un grupo de música. No olvidemos que la calidez de los abrazos es fuente de energía. Y siempre desde la irrenunciable persistencia en los objetivos que queramos transmitir, en los que has de educar.

      Los adolescentes no atienden a discursos largos. En ocasiones, lo escrito alcanza donde la voz no.

      Claro que estudiar, recoger la habitación —que es su deber— les supone un esfuerzo. Además, muchas veces intentan imponer sus criterios y aprovecharse de las debilidades de los padres, esto lo debemos saber, pero no hemos de admitir un comportamiento hiriente o desconsiderado.

      Dota a tu hijo de responsable autonomía, capta si se siente fuera de su grupo, valora si fortalece su asertividad, aprecia su grado de lealtad. Desarrollando su resiliencia, estarás desmontando riesgos. Propicia experiencias vitales para que de adulto sea independiente. Aprovecha las noticias para hablar de los temas de los que tratan —acoso escolar, sexo, consumo de alcohol— y para educar en igualdad. Hazlo de corazón a corazón. Disfruta de sus amigos, de su primer amor, teniendo siempre presente que eres su modelo. Edúcale para que sea crítico con los estereotipos sociales.

      Hay luz al final del túnel. Se superará el chantaje emocional, se recobrará el control que pareciera haberse perdido. Quedarán en el pasado los trastornos de sueño, los trastornos de alimentación, las peleas por los horarios, por la higiene, por el consumo de alcohol u otras drogas.

      Son muchas las preguntas que se formulan los progenitores en relación con sus adolescentes: ¿por qué mienten?, ¿por qué se encierran en sí mismos?, ¿por qué en ocasiones se muestran agresivos?, ¿serán acosadores, víctimas o testigos de acoso escolar?

      Con tiento, los padres podrán encontrar cuál es el mejor momento para acercarse a ellos, para eso necesitaremos escucharles, y escucharnos. Habremos de ser siempre observadores para detectar conductas de riesgo como son las dependencias, las adicciones, la ludopatía, las autolesiones o la depresión, y otros sufrimientos como la desesperanza.

      Las conductas de riesgo se han de diferenciar de las que son propias de los adolescentes, que por serlo les gusta vivir situaciones al límite para percibir su propia identidad, individualidad de las que son de riesgo cierto que bordean o juegan con la muerte.

      Los adolescentes liberan una gran cantidad de dopamina, lo que les hace más proclives a actividades de riesgo. Por eso una de sus características es la facilidad para pasar con inmediatez al acto, a lo que se añade su sentimiento de inmortalidad.

      Dentro de las emociones y sentimientos que parecieran a veces una olla a presión, se encuentra el compromiso con los amigos. Magnifican la importancia de su círculo de relación y de las redes sociales.

      Las redes sociales e internet son herramientas fundamentales de socialización.

      Son parte de la trama vincular.

      Si en esta etapa sufren pérdidas de seres muy queridos, pueden generarles aún más inestabilidad, por tanto, habrá que estar atentos a cómo elaboran ese duelo.

      Junto a los padres hay otros agentes socializadores fundamentales, destaquemos entre ellos los abuelos, los tíos, los profesores que podrán coadyuvar en la educación. Como hemos visto, es necesario destacar en esta etapa vital la importancia de la presencia del padre y tener en cuenta en los casos de padres separados el rol que ejercerá la nueva pareja.

      6

      EDUCACIÓN PREVIA (EDUCAR-NOS)

      Llama la atención que cuando el hijo abandona

      el hogar de los padres lava la ropa, hace la compra…

      A eso le llama liberarse.

      Los incendios de verano se previenen en los inviernos, limpiando la maleza, realizando cortafuegos, al igual los vientos huracanados de la adolescencia se combaten con una educación correcta en la niñez, de esta forma se atemperará la virulencia, sin erradicar que acontezca.

      Siempre he transmitido el criterio de que hay que educar a los niños, y a los adolescentes, desde el respeto, que hay que plantearles preguntas, dilemas, para que piensen, para que reconviertan sus emociones y sentimientos. Interioricemos, que la gestión de las emociones, la reelaboración en sentimientos, anteceden a la incorporación de valores de aprendizajes académicos.

      Somos sabedores de que los sentimientos son material inflamable, precisamos, por tanto, alfabetización sentimental y mostrar las salidas de emergencia. Por cierto, que el sentido del humor exige esa capacidad de abstracción y también de relación, traspasa los objetos, los momentos y aun la realidad.

      Quizás no seamos creadores de nuestras emociones, pero somos responsables de su dominio.

      Se habla mucho de inteligencia emocional, ¿a qué nos referimos? A la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Los adolescentes han de aprender a reconocer y manejar los inaprensibles sentimientos, las intangibles emociones. A convivir con la memoria afectiva, sabedores de que siempre reviviremos como se nos hizo sentir. Hemos de formularnos la que será nuestra última pregunta y compartirla con nuestros hijos: ¿para quién he vivido? Hablamos del final de una vida e interrogándonos casi al inicio de la misma. Pero es importante tener un objetivo, una razón existencial, una causa. Luego habrá que levantarse día a día, pero tendremos un horizonte, una meta, el resto será un camino por recorrer. Y los niños y los adolescentes agradecen que se les hable, como decía, con respeto, valorando su capacidad de comprensión, de elaboración y de respuesta.

      PREPARARLES CON CRITERIO SIN OCULTARLES LA VERDAD

      Si algo hay que transmitir a los hijos, es el ser agradecidos a los que nos han antecedido, a los que nos acompañan, a los que nos continuarán. Ser agradecidos a nuestros padres, es decir, a sus abuelos. Esta será la forma en que puedan agradecernos haberles traído a la vida, una vida que no es fácil, una vida que no es justa. Una vida a veces que es ingrata, a veces dura, a veces incomprensible. Sí, el mundo no es un parque temático, la vida no es Disney. Preparémosles, por tanto, para afrontar los socavones existenciales, hagámosles resilientes, adaptables, flexibles.

      No hay que ocultarles que existe la enfermedad, la tristeza, la melancolía, la depresión, que la vida no es justa, porque solo así podrán volver a mirar la vida cuando les golpee cara a cara.

      Compartamos con nuestros hijos el optimismo y la esperanza, elementos esenciales para vivir, para dejar vivir, para compartir la vida. Dice un proverbio chino que si vas a hacer un túnel en la montaña empieces por los dos lados; si se une, tendrás


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