De la separación de pareja a la superación personal. Patricio Defranchi

De la separación de pareja a la superación personal - Patricio Defranchi


Скачать книгу
el hombre que vendría luego de esta experiencia.

      A partir de esos primeros momentos de soledad, comienzan a abonarse en mí esta serie de reflexiones o, mejor dicho, este método de superación personal que ensayé conmigo. Lo apliqué en mí hasta la última palabra de este libro. Aún lo sigo aplicando firmemente y puedo confesarte que jamás en toda mi existencia he crecido tanto y tan sostenidamente como luego de haber vivido esta experiencia de separación con mi ex.

      Puedo decirte que con este sistema hice muchas transformaciones en mi vida. Transformé mi cuerpo. Transformé mi mente. Superé la depresión hasta el punto de abandonar la medicación que tomaba por no necesitarla. Reconstruí la relación con mi ex, basada en la amistad, el respeto y la cocrianza amorosa y compartida. Reencaucé mi vida profesional, permitiéndome incorporar el arte a las herramientas con las que ya contaba. Encontré mi propósito personal de vida en la ayuda a otras personas como mi manera de contribuir al mundo.

      En fin, llegó finalmente una etapa de plenitud que jamás hubiera pensado que se encontraba escondida detrás de esta experiencia tan dolorosa.

      Espero que encuentres en estas palabras la fuerza necesaria para que comiences a liderar tu cambio, a liderar tu nuevo ser, porque te aseguro que esta situación, que hoy sin dudas percibís como un dolor desgarrador, es una oportunidad única que te brinda el universo para crecer a niveles extraordinarios y, puede ser, que detrás de éste proceso te espere la construcción de una vida soñada, una vida plena y un camino feliz en su desarrollo.

      2.

      En los segundos posteriores luego de terminada esa conversación en la que nuestra pareja nos comunica que decidió separarse o, quizás luego de esa conversación en que “decidimos juntos” la necesidad de poner un punto final al vínculo de pareja, generalmente nos impacta una suerte de shock emocional, el cual se caracteriza por las siguientes etapas bastante bien marcadas. El impacto inicial, la honda tristeza, el sentimiento de culpa, finalmente la aceptación, la etapa de reconstrucción y la transformación o resurgimiento.

      No interesa tanto que conozcas de memoria las etapas, sino que empieces a percibir el momento en el que sentís vos que estás ahora.

      Es necesario señalar que, a pesar de que existan ciertas etapas conocidas, la experimentación de este golpe o shock no tiene por qué ser lineal y ordenada. Podés avanzar y retroceder en las distintas etapas, y podés hacerlo varias veces.

      Este shock del que te hablo, se caracteriza por tener la sensación de que todo se detiene, casi como sentirnos paralizados, desorientados y descolocados.

      Es que no terminamos bien de entender qué significó lo que acabamos de vivir, qué consecuencias concretas van a suceder en nuestra vida y menos aún qué debemos hacer en ese minuto posterior. Esta situación puede durar en el tiempo indefinidamente, o, quizás mágicamente desaparecer de un momento a otro y reaparecer de golpe.

      En esos posteriores momentos, es muy común que repasemos mentalmente algunos de los conceptos que formaron parte de esa conversación, rumiemos en el significado de frases comunes utilizadas como que “nuestra relación no va a ningún lado”, “que no sé bien lo que siento”, “que no sé lo que me pasa”, “que necesito tiempo conmigo para descubrirme”, “que ambos nos sentimos solos, aun estando con el otro”, “que ya no compartimos tiempo juntos y tampoco lo buscamos”, “que apareció otra persona que me confundió y puso en dudas mis sentimientos” y las mil variantes de un mismo mensaje, que en el fondo, implica nada más y nada menos que algo tan disruptivo como un corte de un vínculo.

      A veces esa conversación es simplemente la comunicación de una decisión tomada, masticada, digerida y asumida por alguno de los dos, otras se da una verdadera conversación con intercambios de ideas y se llega a una conclusión común. Claramente el impacto en las personas es distinto en uno u otro caso, pero en todos, con distinta intensidad, existe un impacto relevante.

      Y entonces, quien se encontraba menos preparado para la situación, aunque por lo general ninguno lo está, comienza a experimentar diferentes emociones. Emociones que son simplemente soluciones adaptativas ante los cambios que se producen en nuestro entorno y en nosotros mismos por ésta nueva situación que se impone.

      Claro que en esta situación concreta y, con las creencias que forman parte de una consciencia colectiva que nos vende el amor dependiente al estilo Hollywood, donde los amantes no pueden vivir sin el otro, o donde medimos nuestro merecimiento de amarnos a nosotros mismos por la cantidad de likes que tienen nuestros posteos en Instagram, fácilmente podemos caer, luego de la pérdida de la pareja, en una profunda crisis de autoestima, existencial, y las emociones, lejos de poder ser utilizadas como vehículos naturales de salida o de superación de la crisis, se vuelven vehículos que profundizan con un espiral negativo, la caída y el sufrimiento.

      Sí podemos estar seguros, que esas emociones se alimentan, como combustible de alto octanaje, de la innumerable cantidad de pensamientos que la situación vivida invita a alojar en nuestra cabeza, o, mejor dicho, que nosotros nos permitimos alojar en nuestra mente.

      Y en ese lugar, es donde tenemos nosotros un papel central, aunque difícilmente en este momento podamos percibirlo sin ayuda externa.

      Aparece en mi mente la soledad, aparece la falta de amor propio cristalizada en una imagen nuestra siendo rechazados o excluidos de algún sitio, aparece nuestra desdicha en otros ámbitos (laboral, patrimonial, deporte, peso, etc.) y así se acumulan imágenes y pensamientos en nuestra cabeza que se arrastran uno tras otro, disputándose el premio mundial al pensamiento más negativo o catastrófico sobre mi presente y mi futuro.

      Este instante de quiebre en la relación que se desencadena en un momento, pero que muchas veces ya venía anunciado por actitudes, conductas, respuestas, emociones, palabras dichas y no dichas, comunicación o falta de y tantos otros indicadores que obviamos, nos pone obligatoriamente frente a una hoja en blanco que nos desespera.

      No sabemos para donde arrancar. No sabemos cómo comportarnos. Y esos primeros pensamientos negativos de los que hablábamos más arriba, nos dan las primeras pautas de acción sin excepción.

      Ira, bronca, odio, frustración, enojo, malestar, indignación, son las primeras emociones que pueden tocar tu puerta como consecuencia obligada de esos pensamientos.

      Algunas se instalan, otras van y vienen, pero es como que preparan el terreno para que llegue a alojarse, ya con una intensidad aún mayor, la tristeza, la melancolía, la depresión, la culpa y una seguidilla de otras emociones muy difíciles de digerir, que sacan número a ver cuál de ellas protagonizará nuestro día y nos atormentará aún más.

      Los sentimientos negativos acaban desbordando y quebrando nuestro equilibrio emocional. La sensación de soledad adquiere cierto protagonismo, y la vivimos con sustancial miedo e incertidumbre.

      La soledad es un estado subjetivo vivido de diferente forma según quién se enfrente a ello. Mientras que muchas personas disfrutan de este estado, de ese encuentro consigo que habilita el redescubrimiento y la creación, otras lo viven con terror y fácilmente se ven desbordados de emociones negativas.

      Claro está, y repito el concepto volcado anteriormente, que toda emoción es la consecuencia directa de un pensamiento. Necesariamente para que cada una de las emociones descriptas tenga lugar, necesitamos alojar, con carácter previo, un pensamiento en nuestra mente que la dispare o que la convoque.

      Los pensamientos que aparecen son de todos los colores, tamaños y gustos. Y generalmente tenemos la convicción de que no podemos controlarlos y que el estado en el que nos encontramos, es algo inevitable y no hay manera de vivirlo de otro modo. Estamos convencidos, de hecho, de que no hay manera de vivirlo sin ese sufrimiento que nos atraviesa el alma y que creemos viene obligatoriamente junto a la experiencia de separación.

      Claro que una ruptura de pareja implica dolor y cuanto más intensa y significativa haya sido para mí la relación dicho dolor es directamente proporcional, pero creo también que no necesariamente conlleva un sufrimiento, a pesar de ser esto lo que habitualmente sucede y se vivencia. Porque sufrir, aunque no podamos apreciarlo en este momento,


Скачать книгу