La corona de luz 1. Eduardo Ferreyra
Bibliotecario en Jefe. Creía que quizás, si el tal Ude era un personaje tan importante, ese dato podría facilitarles mucho las cosas. Puede que efectivamente los haya ayudado, pero en realidad una estatura imponente, una colección de abultados músculos, un semblante temible y una espada al cinto constituyen excelente documentación para cualquier trámite, y en este caso todo eso venía multiplicada por dos.
Los soldados intercambiaron miradas de desconfianza.
—Muy bien: adelante–dijo al fin uno de ellos.
Pero cuando el trío cruzó la puerta, el que había hablado dijo a uno de sus camaradas:
—Son ellos. Ve a dar parte a Orûf–y añadió para sí: –. Así que el mensajero no mentía. Increíble.
Azrabul y Gurlok, demasiado lejos para oírlo, estaban exultantes; y entre carcajadas triunfales, alzaron y abrazaron a Amsil, quien sonrió tímido, pero feliz. Creían que la parte más difícil ya estaba hecha y que sería pan comido hallar la Biblioteca y entrevistarse con el Bibliotecario en Jefe. Quizás no habrían sido tan optimistas si hubieran sabido que llegaban a Tipûmbue en pésimo momento, bajo el reinado de un monarca inepto y en el transcurso de una polémica celebración religiosa.
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