Poder evangélico. Ariel Goldstein
De este modo, hay una definición de identidades por oposición entre los evangélicos, cuya cúpula está dominada por autoridades que suscriben a valores conservadores, y la figura de Francisco, que representa una Iglesia más abierta a la denuncia de las desigualdades provocadas por el mercado y favorable al diálogo con los movimientos sociales.
Una dimensión central en el evangelismo es la conversión religiosa a través del “avivamiento” o el “despertar”.12 Se trata de una experiencia emocional, no intelectual, que es vivida como un llamado directo de Cristo. A diferencia de los católicos, que colocan en un lugar central a la Virgen María, para los evangélicos el papel fundamental es cumplido por Cristo y su llamado.
Desde su prédica en la Reforma Protestante, Lutero postuló la necesidad de establecer una relación personal con Dios, que debe ser “el único confidente del hombre”. Su mensaje suponía una valoración ética de la vida profesional junto con una conducta ascética y laboriosa en el mundo. Lo común a todas las denominaciones protestantes suponía la doctrina del estado de gracia, que postula un alejamiento del mundo, con principios apolíticos, que termina en una conducta ascética abocada a la profesión. Estas disposiciones a la acción fueron importantes para el nacimiento de la formación de la conducta burguesa y el espíritu capitalista.
La rama del pentecostalismo cree en las manifestaciones de Dios a través de expresiones sobrenaturales, lo que admite las profecías, demonios, milagros y hablar en lenguas. Puede entenderse como una “modalidad religiosa del protestantismo cristiano altamente emocional basada en el reconocimiento de los dones y carismas del Espíritu Santo”.13
La “teología de la prosperidad” es una de las características del neopentecostalismo que empieza a liderar el movimiento evangélico en la región desde la década del 90, importando a la realidad latinoamericana el discurso de los movimientos evangélicos de Estados Unidos.14 Frente a una situación donde “las raíces religiosas comenzaron a secarse y ser sustituidas por consideraciones utilitarias”, postula entre Dios y el fiel una relación pragmática y carismática.15 Esta teología sostiene que la prosperidad económica es el signo de que es Dios, y no el Diablo, el que actúa en la vida de la persona, promoviendo la actuación de los fieles como emprendedores.16 Por lo tanto, para obtener una mayor prosperidad es necesaria una contraparte económica, de la cual estas iglesias evangélicas se benefician: el diezmo.17 Esta visión entra en directa confrontación con la propia del cristianismo dirigido a los más pobres, que busca representar Francisco e identifica a la pobreza con lo beato.18
Estas nuevas subjetividades involucran la percepción de la movilidad social como un resultado del esfuerzo individual y con la manifestación de la gracia de Dios en las propias obras. La “teología de la prosperidad” postula una afinidad entre una visión neoliberal y la prosperidad económica, ajena al reconocimiento de la acción del Estado y las políticas públicas. Los programas televisivos de estas iglesias hacen referencia al “Pacto con Dios” y el progreso económico que sobreviene del mismo de la mano del emprendedorismo y la iniciativa individual. Según promueven, “la pobreza y la tristeza no son una condición social, sino un mal espiritual”.19
El programa de la Iglesia Universal del Reino de Dios en la Argentina, llamado Nación de Vencedores, hace una permanente referencia a esta cuestión. El testimonio de Carlina dice: “No tenía visión para emprender, soy contadora pública, pero siempre había una barrera. Hice un pacto y todo cambió. Hoy tengo mi auto 0 km, vivo en un barrio cerrado y puedo ahorrar. Les digo a los jóvenes que, confiando en Dios, uno puede encontrar su camino”.20
A su vez, las iglesias pentecostales realizan un importante trabajo social en los barrios populares, y es en esa acción donde encuentran la penetración en el mundo de los pobres que les permite mantener el crecimiento en la cantidad de fieles. Esta construcción de lazos de solidaridad y pertenencia es parte del trabajo cotidiano de las iglesias evangélicas en lugares donde el Estado se encuentra presente de forma represiva o corrompida. Donde los lazos sociales se encuentran atravesados por adicciones, violencia doméstica, inseguridad y narcotráfico, y predomina lo que se ha denominado como “cadenas de la violencia”, una violencia refuerza a la anterior y genera nuevas violencias.21 Es por eso que existe un vínculo entre el florecimiento de las iglesias evangélicas y las barriadas populares que cuentan con mayores carencias.
Los grupos pentecostales se han ido expandiendo en distintos lugares del mundo, especialmente en África, en países como Angola y Nigeria, donde han construido enormes iglesias.
Si bien África y América Latina parecen ser los espacios continentales donde se expande especialmente el evangelismo, hay países de Asia, como Corea del Sur, Filipinas e Indonesia, donde adquieren cada vez mayor importancia.22 En Corea del Sur, el pastor Rev. Jun Kwang-hoon se ha convertido en una figura conservadora central, está contra el aborto y la homosexualidad, y cuestiona la figura del presidente Moon Jae-in, acusándolo de “comunista” de Corea del Norte y pidiendo su renuncia en marchas multitudinarias.23 En Australia fue elegido como primer ministro un cristiano evangélico, Scott Morrison, el primer mandatario pentecostal de la historia del país, quien se opone a los migrantes, y que al vencer en 2018 destacó: “Siempre he creído en los milagros. Estoy de pie con los tres milagros más grandes de mi vida y esta noche nos han entregado otro”.24 Al igual que Donald Trump, cuenta con el apoyo del magnate de medios Rupert Murdoch, quien defiende una visión conservadora del orden social.25
Los grupos evangélicos neopentecostales pretenden erigirse en defensores y custodios de los “valores tradicionales” de la familia, la juventud, la niñez, el divorcio y la educación sexual y reproductiva.26 En esta visión, se destaca el carácter jerárquico de ordenación de la vida cotidiana de las iglesias evangélicas a partir de normas que rigen el funcionamiento de la familia como base de la sociedad. Este crecimiento ha evolucionado de forma conjunta con la llamada “revolución de las mujeres”, que ha puesto en crisis las jerarquías en las relaciones de género en distintas sociedades. El movimiento feminista ha desarrollado una notable influencia sobre la agenda pública de Argentina, Estados Unidos, Brasil y Chile.
En Estados Unidos, el movimiento #MeToo, liderado por cantantes y actrices del mundo del espectáculo, cuestiona el carácter patriarcal y racista de las instituciones norteamericanas. Tras el discurso inaugural de Trump, se realizó la marcha de mujeres más importante de la historia estadounidense el 21 de enero de 2017, con epicentro en Washington, Nueva York y Chicago. La actriz y activista, America Ferrera, hija de padres hondureños, destacó que “el presidente no es América. Su gabinete no es América. ¡Nosotras somos América! Y estamos aquí para quedarnos”.27
Estos nuevos movimientos tienen una impronta generacional que pone en crisis la reproducción histórica de las relaciones de género. Un rasgo que caracteriza actualmente el escenario internacional es que la oposición a la agenda de derechos liberales y el feminismo acerca a grupos católicos conservadores y grupos evangélicos.28
Analizaremos en este libro las raíces de los movimientos y las coyunturas consideradas clave y que manifestaron el paso de los evangélicos hacia un mayor protagonismo político en cada país. Se trata de un fenómeno que se expresa actualmente en todo el hemisferio, que ha sido poco estudiado de forma comparada, y representa una presencia considerable que modelará el futuro de nuestro país y la región.
Nos proponemos, así, observar los vínculos entre los grupos evangélicos y las expresiones políticas autoritarias. Es importante destacar que no se pretende reducir las formas del evangelismo a la derecha tanto a nivel religioso como político. El evangelismo comprende una diversidad religiosa e ideológica, y sería un error colocar a todos los evangélicos en esa categoría. Sin embargo, el propósito aquí es estudiar, en esta coyuntura internacional, cómo se ha producido esta amalgama y entroncamiento creciente entre el evangelismo y las expresiones políticas autoritarias.
Hemos seleccionado aquellos que consideramos como los casos más significativos que expresan este giro a la política autoritaria y popular de las ramas del evangelismo en Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay, México, Perú, Colombia, Venezuela, Estados Unidos y Centroamérica.