Escribir cuento. Varios autores
embalsamada de venado que está encima del hogar da la impresión de que hubiese venido de la nieve. Robin odia sus ojos plásticos y mirones, y hay algo sombrío a propósito de la cocina, con sus paredes naranja, los gansos azules de madera, volando en V, sobre la pileta, la mesa de la cocina que se tambalea.
«Quemaduras»
Claire Keegan
Es innegable que en esa cocina, Robin, la niña, siente la presencia de la antigua mujer (y lo odia). Lo percibimos también en la mirada del venado que hay encima de la chimenea. Es una casa que guarda secretos, secretos que quizás podemos ver representados en forma de animales muertos. Muy importante que sea la niña la que descubre la cucaracha. Y esa capa de polvo que lo cubre todo, pues se parece a los sobrentendidos de la pareja, a ese contar sin contar, al efecto del paso del tiempo. Os recomendamos leer del todo el relato porque las descripciones del resto de la casa (y lo que sucede cuando deciden cambiar la cocina) no tienen desperdicio y ahondan aún más en la potencia del cuento.
3.4. Algunos trucos
En este último apartado daremos algunos consejos prácticos que podéis aplicar en la creación de atmósferas para vuestros cuentos en función del efecto que queráis conseguir.
Las descripciones detalladas no siempre son recomendables. Es cierto que sumergen al lector en la historia, aumentan la verosimilitud y ambientan y sitúan la acción; pero tenemos que sopesar si eso es eficaz en el caso que nos ocupa, y si una descripción demasiado pormenorizada no irá en contra de la esencia misma del cuento —brevedad, condensación—. Quizás estemos desviando la atención del lector de lo importante. Nuestro consejo es centrarse en determinados elementos esenciales para la trama y ambientar a partir de ellos. Por ejemplo: si estamos describiendo la habitación de un personaje y lo importante es destacar que a sus treinta y cinco años no ha madurado, no nos dedicaremos a describir la forma de sus armarios o de la lámpara, puesto que serán detalles anodinos. Probablemente nos interese más describir ese peluche sobre la cama o ese póster en la puerta del armario. Y lo mismo podríamos hacer con ambientes y espacios exteriores.
Además de centrarnos en algunos detalles concretos, también es eficaz describir al hilo de la acción, de una manera dinámica. En el ejemplo anterior, nos interesaba destacar el peluche y el póster, así que quizás podríamos hacerlo insertándolos de algún modo en la trama, como si por ejemplo lanza el peluche o arranca el póster en el transcurso de una bronca. De esa forma estaremos haciendo avanzar el argumento mientras describimos.
Es importante evitar los comienzos que dan el «parte meteorológico». Muchas veces necesitamos un poco de rodaje al comenzar a escribir antes de meternos de lleno en nuestra historia y en nuestros personajes; escribimos hasta que, como se suele decir, entramos de lleno en la acción. Es habitual comenzar describiendo el tiempo que hace o el lugar en el que se encuentra el personaje, pero es un lugar común que debemos evitar. ¿Por qué? Por la misma razón que no son recomendables las descripciones minuciosas. Estamos escribiendo un cuento, todo lo que no sea información relevante para el argumento o la trama debe evitarse en la medida de lo posible. El relato de Ray Bradbury que hemos mencionado comienza con una descripción espacial, climática, que no por ser descriptiva y demorada deja de ser fundamental para la sensación que transmite la historia. Si simplemente vamos a describir el tiempo que hace para ambientar, es mejor eliminar esa imagen —o incluirla posteriormente, cuando sea relevante—.
No hay ninguna diferencia, desde el punto de vista literario, entre describir espacios reales e inventados. Ambos tienen que ser visibles y verosímiles para el lector. Quizás los inventados necesiten una descripción más precisa si se alejan mucho de la realidad, pero para describirlos siempre nos basaremos en referentes visuales trabajados de forma «realista» —reconocibles, exactos, sugestivos—, puesto que de otra manera serían difíciles de imaginar para el lector.
Para crear atmósferas es recomendable hacer uso de palabras que pertenezcan al campo semántico asociado al sentimiento o sensación hacia los que queremos apuntar. Si toda la acción que vamos a desarrollar en nuestro relato sucede en un bosque y queremos transmitir terror, tendremos que emplear términos de la naturaleza que puedan resultar terroríficos: ruidos extraños de animales salvajes, crujidos, humedad, podredumbre, murciélagos, insectos o aves, telarañas, olores raros y agresivos, etcétera. Lo mismo haríamos —pero buscando en el campo semántico opuesto— si quisiéramos transmitir seguridad o calidez.
Por último, no debemos olvidarnos de usar los cinco sentidos en nuestras descripciones espaciales. A veces tendemos a concentrarnos en un sentido determinado cuando describimos —generalmente la vista—, pero en correcciones o revisiones posteriores es recomendable buscar un equilibrio entre los otros sentidos y tratar de incluir el gusto y el olfato, que son los más complicados y, al mismo tiempo, los más potentes. Recordemos la descripción de una calle que decía Umbral que hacía Pío Baroja, escribiendo únicamente que «era larga y olía a pan».
4
Mostrar y decir.
Lo abstracto y lo concreto
Isabel Calvo
No lo digas, muéstralo.
Henry James
¿De qué hablamos cuando decimos que algo es abstracto, que algo es concreto? Puesto que se trata de un asunto esencial en literatura, empecemos primero por comprender, en términos muy sencillos, ambos conceptos.
Lo abstracto es la consecuencia que ha extraído la mente de lo vivido y lo sentido, es decir, la síntesis intelectual a la que ha llegado nuestro pensamiento a raíz de lo concreto que hemos vivido o experimentado. Sin embargo, no es la experiencia misma. La abstracción corresponde al pensamiento en frío que nace de la reflexión intelectual que hacemos sobre la experiencia. Palabras como felicidad, amor o miedo resultan abstractas, porque son el producto de haber reducido la experiencia vital a su esencia intelectual, desdibujada, reducida. Lo abstracto las hace igual a otras experiencias similares, y se trata, por lo tanto, de palabras que atienden a lo general.
Por otro lado, lo concreto será lo sólido, lo compacto, lo material, lo preciso, lo determinado sin ningún tipo de vaguedad. Ser concreto consiste en mostrar aquello a lo que nos referimos de manera exacta y dibujar con ello una imagen lo más certera posible, que no dé lugar a ambigüedades o confusión.
Puede suceder que nuestra vivencia sea ir cantando por la calle, sonreír a todo el mundo, ver la ciudad resplandeciente —aunque esté nublado—, sentirse flotar y respirar un aroma como de hierbabuena. Esa sería la experiencia particular y sensible, concreta, mientras que la idea abstracta y general que nos permite nombrarla y compartirla sería la de «ser feliz».
Veamos un poco más en profundidad cada uno de estos dos conceptos.
4.1. Lo abstracto
A veces uno tiende a creer que no ha entendido un texto por su poca capacidad de comprensión; puede ocurrir que hayamos captado algunas cosas, la idea general, pero no hayamos comprendido el sentido del texto al completo. O nos parece que está bien escrito, pero nos aburrimos. En estos casos podemos llegar a sentirnos culpables —o tontos—, porque pensamos que el escritor escribe cosas fuera de nuestro alcance. Pero si tenemos en cuenta que el fin del leguaje es la comunicación, podríamos llegar también a la conclusión, más sencilla, de que —a menudo— es el escritor el que no ha sabido hacer adecuadamente su trabajo, porque no ha sabido transmitir lo que quería contar, y que, por muy extraordinario que sea el tema, no ha encontrado la manera de trasladarlo al lector.
Por supuesto que el lenguaje abstracto tiene su lugar en la escritura. Pero ese lenguaje es más propio del ensayo, de la ciencia o de la filosofía, que de los textos literarios y en especial de la narrativa. El interés por lo general frente a lo particular y la exigencia de objetividad alejan al discurso ensayístico de la experiencia. Veamos un ejemplo:
A diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir,