Tú y sólo tú - Esposa de verdad. Susan Crosby

Tú y sólo tú - Esposa de verdad - Susan Crosby


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      Todas las decisiones que había tomado en su vida adulta lo habían conducido hacia aquel día, aquel lugar, aquella oportunidad de poner ciertas personas en su lugar. Había vivido para aquello, así que más le valía apartar las dudas que estaban surgiendo en su interior y disfrutar de la gloria del momento.

      Jonas se metió la mano en el bolsillo y tocó el talismán que siempre llevaba con él, aquel talismán que siempre le había dado fuerza en los momentos difíciles.

      Ojo por ojo.

      Estaba decidido a dejar las cosas claras.

      Sobre todo, quería que le quedaran claras a Cagney.

      Y, luego, se iría de Troublesome Gulch y jamás miraría atrás.

      Entonces, estarían iguales.

      Empate.

      Aquel pueblo le había dejado muy claro doce años atrás lo que pensaba de él y, aunque ahora era inmensamente rico, seguro que seguirían pensando lo mismo. Le iba a costar mucho dinero, pero, por fin, la última palabra la iba a decir él.

      Cagney escuchaba distraída a Walt Hennessy, maestro de la verborrea, que estaba dando un discurso ridículo.

      Sobre la mesa que tenía delante de él había un tablero cubierto por una tela roja y todos los ojos estaban pendientes de aquello. Sin duda, era la maqueta de la nueva ala del hospital, aquella ala supersecreta de la que todo el mundo había oído hablar.

      Tras unos cuantos minutos más de discurso insufrible, el concejal le hizo una señal a las cuatro personas que tenían que levantar la tela roja.

      —Y, sin más preámbulos, me gustaría presentarles a la persona que va a hacer posible todo esto y que es uno de los nuestros, un paisano.

      ¿La persona que iba a pagar la nueva ala del hospital era de Troublesome Gulch? Aquello nadie se lo esperaba y Cagney sintió curiosidad. ¿Quién sería y cómo habría conseguido pasar inadvertido? Era imposible en un lugar como Troublesome Gulch.

      —Antes de que esta persona salga a saludarlos, me gustaría enseñarles la joya de la corona del hospital —concluyó Hennessy levantando los brazos—: el ala de terapia artística Ava Eberhardt —anunció de manera dramática.

      Entonces, sus cuatro ayudantes retiraron la tela y todos los allí reunidos se pusieron aplaudir y a gritar emocionados. Los periodistas dispararon sus cámaras y las personas se acercaron a la maqueta.

      Cagney se había quedado anonadada.

      ¿Ava Eberhardt?

      ¿Un ala de terapia artística?

      La madre de Jonas nunca había sido un referente en la sociedad de aquel lugar. Más bien, todo lo contrario. Entonces, ¿quién podía ser el donante más que…?

      —Y el hombre que va hacer todo esto posible, el hijo pródigo de Troublesome Gulch, el señor Jonas Eberhardt.

      Cagney ahogó un grito y sintió que la vista se le nublaba hasta tal punto que temió desmayarse.

      En aquel momento, el telón que había en la parte trasera del escenario se abrió, dando paso al chico con el que soñaba todas las noches, un chico que se había convertido en un hombre increíblemente guapo y, aparentemente, increíblemente rico también, un chico que la había escuchado y la había animado a hacer realidad su sueño de crear arte y ayudar a los demás, de combinar las dos cosas y ganarse la vida con ello, pero que la había abandonado en el hospital después de aquel accidente de coche la noche del baile de fin de curso, aquel chico que no la había llamado ni la había ido a ver, aquel chico que le había roto el corazón y al que, a pesar de todo, jamás había dejado de amar.

      Jonas había vuelto.

      Cagney sintió que las rodillas le temblaban y tuvo que apoyarse en el vehículo más cercano y tomar aire varias veces para lidiar con la miríada de emociones que sentía en su interior.

      Emoción.

      Miedo.

      Curiosidad.

      Rencor.

      Enfado.

      ¿Por qué habría vuelto después de tantos años? ¿Por qué y cómo iba a financiar un ala hospitalaria de terapia artística cuando ése era su sueño y no el de Jonas? Y, sobre todo, ¿por qué no se lo había dicho?

      La parte de ella que siempre lo había amado quería creer que aquel gesto estaba dirigido a ella, lo que la consolaba. Sin embargo, Cagney se daba cuenta de que aquello no tenía sentido. Lo más lógico era pensar que Jonas le había robado su sueño intencionadamente y que le estaba pasando por las narices su gran fracaso en la vida. Lo que estaba haciendo era recordarle que no había sido capaz de cumplir sus sueños, que había preferido un trabajo cómodo y estable.

      ¿Pero por qué habría de hacer algo así? Hacía doce años que no se veían y Jonas no tenía por qué saber nada de ella.

      Doce larguísimos y vacíos años.

      De repente, Cagney sintió que todo lo que no le gustaba de su vida se le caía encima y tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder ponerse en pie. Quería correr, esconderse, gritar y llorar, quería quitarse aquel estúpido uniforme y exigir que se le devolvieran los años perdidos.

      Necesitaba hablar con Jonas en privado, aclarar las cosas y no dejar que su loca imaginación se disparara.

      Sobre todo, quería mantener con él la conversación que habrían tenido que tener hacía más de diez años.

      Capítulo 2

      JONAS se dirigió al público en mucho menos tiempo del que había empleado Hennessy en presentarlo o, al menos, ésa fue la sensación que él tuvo. Fingiendo una sonrisa, aguantó toda la ceremonia, posó para los fotógrafos y habló con el arquitecto que había diseñado la nueva ala.

      En total, no tardó más de una hora, pero, al cabo de aquel tiempo, estaba emocionalmente destrozado y quería irse a su hotel, situado en Crested Butte, el pueblo de al lado.

      Aquel día estaba resultando muy raro, no estaba teniendo nada que ver con lo que él había esperado, la satisfacción que había pensado que se produciría no había llegado.

      Confuso y sumamente perdido, se despidió todo lo rápido que pudo y se dirigió a la rampa que lo llevaría al garaje, donde lo estaba esperando la limusina.

      Sus zapatos de piel italianos retumbaban contra el asfalto. Mientras caminaba por el aparcamiento desierto, se desabrochó la corbata y se la quitó, tomó aire profundamente, lo dejó salir, se pasó los dedos por el pelo y entonces… la vio.

      Cagney.

      Estaba junto a su limusina.

      Jonas se paró en seco y, para su sorpresa, lo invadió una oleada de incertidumbre.

      Su Cagney.

      Era ella y estaba más guapa que nunca. Llevaba el pelo recogido hacia atrás, pero se le habían soltado unos cuantos cabellos. Al verlo, se puso a juguetear con los dedos y, finalmente, se cruzó de brazos, como solía hacer cuando estaba nerviosa. ¿Estaba nerviosa? Al ver que avanzaba hacia ella, lo sonrió con valentía. ¿Estaría contenta de verlo?

      Jonas sintió que el corazón le daba un vuelco. Se suponía que debía odiarla.

      Seguía teniendo los mismos labios. ¿Seguirían teniendo la misma textura? Y su pelo rubio y voluminoso… ¿seguiría siendo tan suave?

      —Hola —lo saludó.

      Jonas sintió que toda su compostura se iba al garete. En aquellos momentos, lo único que quería era estar con ella. De repente, todos sus planes de venganza se le antojaron ridículos, lo único que quería era abrazarla y asegurarle que todo estaba bien. Ahora eran adultos y el sargento Bishop no tenía nada que decir sobre su relación. Ese asqueroso


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