La maleta. Serguéi Dovlátov
planificación socialista? ¿A quién le vendo ahora mis calcetines finlandeses? ¡Ni por un rublo los compraría nadie! Conozco de sobra a la puta industria nacional de los cojones. Primero, se pasan veinte años cavilando y, de repente, un buen día, ¡bang!, todas las tiendas rebosan de la misma basura. Si han iniciado ya la producción en cadena, no hay nada que hacer. Producirán calcetines de crespón a espuertas, a razón de un millón de pares por segundo…
A resultas de lo cual, nos repartimos los calcetines. Cada uno de nosotros se quedó con doscientos cuarenta pares. Doscientos cuarenta pares de calcetines idénticos, de un desagradable color guisante. El único consuelo lo aportaba el sello: «Made in Finland».
Después, hubo otros muchos asuntos. Una operación con impermeables de estilo boloñés. La reventa de seis equipos estéreo alemanes. Una pelea en el hotel Cosmos por una partida de cigarrillos norteamericanos. Una fuga con un cargamento de equipos fotográficos japoneses, perseguidos por la milicia. Y alguno más.
Pagué mis deudas. Me compré ropa decente. Cambié de facultad. Conocí a una muchacha, con la que luego me casé. Cuando arrestaron a Rímar y a Fred, pasé un mes entero en el Báltico. Inicié mis muy modestos primeros pinitos literarios. Fui padre. Me busqué problemas con las autoridades. Me quedé sin trabajo. Estuve recluido un mes, en la cárcel de Kaliáyevo.
Solo en un aspecto no experimenté cambio alguno. Durante veinte años anduve con calcetines color guisante. Los regalé a todos mis conocidos. Guardaba en calcetines los adornos del abeto de Año Nuevo. Los utilizaba para limpiar el polvo. Tapaba las grietas del marco de la ventana con calcetines. A pesar de lo cual, aquella montaña de basura nunca disminuía de tamaño, al menos de manera perceptible.
Luego me largué, abandonando un montón de calcetines finlandeses de crespón en el piso vacío. En la maleta solo metí tres pares.
Me recordaban mi juventud criminal. El primer amor. Los viejos amigos. Tras cumplir dos años en la cárcel, Fred se mató en una motocicleta Cezet. Rímar cumplió solo un año y ahora trabaja como operario dependiente en una sala de despiece de carne. Asya logró emigrar con éxito y actualmente enseña Lexicología en Stanford. No dejo de pensar en ella como en la más elocuente expresión del sistema americano de enseñanza.
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