Unidos por el mar. Debbie Macomber
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© 2004 Debbie Macomber
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Unidos por el mar, n.º 296 - agosto 2020
Título original: Navy Woman
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
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Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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I.S.B.N.: 978-84-1348-745-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
LLUVIA. Eso era todo lo que se había encontrado la capitana de corbeta Catherine Fredrickson, desde que había puesto el pie en la base naval submarina de Bangor, como abogada militar, en Silverdale, Washington. Sin embargo, el mes de octubre en Hawai era sinónimo de una temperatura ideal, piscina y baños de sol.
En conclusión, había sido trasladada del paraíso al purgatorio.
Por si el mal tiempo no hubiese sido suficiente para desanimarla, su capitán de fragata era Royce Nyland. Catherine no había conocido a una persona más irritante en su vida. Entre los compañeros abogados de la base de Hawai había existido mucha camaradería y trabajar allí había resultado muy agradable.
Bangor era diferente, sobre todo por las diferencias que existían entre ella y su superior. Simplemente no le gustaba aquel hombre, y por lo visto era un sentimiento recíproco.
Desde el principio Catherine había sabido que algo no marchaba bien. En ninguna otra base le habían exigido que estuviera tantas horas de servicio. Los cuatro primeros viernes se los había pasado haciendo vigilancias de veinticuatro horas. Parecía como si el capitán de fragata Nyland se hubiese propuesto amargarle la vida.
Después de un mes de estancia estaba completamente segura de ello.
—Fredrickson, ¿tiene los archivos del caso Miller? —le preguntó él mientras trabajaba en su escritorio.
—Sí, señor —contestó ella poniéndose en pie y entregando una carpeta al hombre que había ocupado sus pensamientos todo el día.
El capitán Nyland abrió la carpeta y comenzó a revisarla mientras echaba a caminar. Catherine lo siguió con la mirada mientras se preguntaba qué había en ella que tanto molestaba a aquel hombre. Quizá no le gustaran las mujeres morenas. Era una tontería, pero es que no encontraba ninguna explicación lógica. Quizá fuera porque era menuda, o quizá le recordara a alguien que no soportaba. En cualquier caso, Catherine no había hecho nada para merecerse ese desprecio y no estaba dispuesta a tener que lidiar con él.
Los rumores decían que estaba soltero y no era difícil explicarse por qué. Si la forma en la que la trataba a ella era un ejemplo de cómo trataba a las mujeres, obviamente aquel tipo necesitaba un correctivo.
El desprecio que aparentemente sentía por Catherine al menos evitaba un problema. No existía el peligro de que se enamoraran el uno del otro. La forma más efectiva de poner fin a una carrera en la Marina era establecer una relación íntima con un superior dentro del mismo comando. La forma más rápida para sufrir un consejo de guerra. La Marina rechazaba de plano ese tipo de comportamiento.
No obstante, el capitán de fragata Nyland no era su tipo. A Catherine le gustaban los hombres más suaves y mucho más afables.
Durante los once años que llevaba sirviendo a la Marina, Catherine había trabajado con muchos superiores diferentes y con ninguno había tenido un trato tan malo.
Nada de lo que ella hacía parecía agradarle. Nada. No había sentido ningún reconocimiento hacia su trabajo, aparte de un leve movimiento de cabeza.
Pero lo más absurdo de todo aquello era que había algo que a Catherine le hacía gracia, y no podía evitar estar todo el día con una sonrisa tonta en los labios.
Necesitaba volver a Hawai, y necesitaba hacerlo pronto.
—Venga a mi oficina, capitana.
Catherine levantó la vista y se encontró con el capitán Nyland frente a ella.
—Sí, señor.