Introducción al Nuevo Testamento. Mark Allan Powell
rel="nofollow" href="http://www.IntroducingNT.com">www.IntroducingNT.com. Los lectores que tengan alguna facilidad con el idioma inglés encontrarán materiales que podrían ser útiles en este curso y después del mismo. Si lo desea, puede imprimir y reproducir estos materiales. Por supuesto, los instructores o estudiantes también pueden tener la libertad de traducir cualquiera de estos recursos para hacerlos más adecuados para los contextos del idioma español.
Reconocimientos y un anuncio interesante
Los que aprecian este libro y les parece valioso para su estudio del Nuevo Testamento tienen una deuda de gratitud con el Trinity Lutheran Seminary, la magnífica institución donde enseño. Los líderes de la comunidad de Trinity me otorgaron tiempo y recursos para completar este proyecto, y lo hicieron sin más motivo que el compromiso de promover la educación bíblica y teológica. De igual manera, los que aprecian este libro deben estar agradecidos con muchas buenas personas asociadas con Baker Academic: James Kinney y James Ernest tuvieron la visión de que este proyecto culminara en la altamente exitosa primera edición de la obra; Brian Bolger fue el administrador del proyecto; Rachel Klompmaker aseguró los derechos de la mayor parte del arte; y Jeremy Wells desarrolló el sitio web. Kinney, Bolger y Wells continuaron con su servicio en esta nueva edición; a ellos se unió la especialista de libros de texto, Christina Jasko, quien tuvo la responsabilidad principal del sitio web que se ha expandido considerablemente, y a la asistente de adquisiciones, Brandy Scritchfield, quien obtuvo los derechos del arte y otras imágenes maravillosas. Le invito a que juntos agradezcamos a todas estas personas.
Creo que eso es todo por ahora. ¿Por qué está leyendo el prefacio? ¿No debería estar estudiando?
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Contexto del Nuevo Testamento
El mundo romano
El mundo del Nuevo Testamento puede ser un lugar desconocido para el principiante. La gente se golpea el pecho (Lc. 18:13; 23:48), se rasga su ropa (Mr. 14:63), habla en lenguas (Hch. 2:4-13; 1 Co. 14), y se lava los pies entre sí (Jn. 13:3-15). Algunas personas usan filacterias, que Jesús cree que deben ser angostas no anchas (Mt. 23:5). Cuando la gente come, no se sienta a la mesa; se acuesta en el suelo (Jn. 13:23, 25). Cuando las personas quieren elegir a un líder importante, no vota; echa suertes (Hch. 1:26).
filacteria: una pequeña caja que contenía textos de las Escrituras y que los judíos piadosos portaban en la frente o en el brazo izquierdo, como obediencia a Éxodo 6:8; 11:18.
Según nuestros estándares, ese mundo frecuentemente es riguroso. Cuando una mujer quiere pedirle algo a un hombre, se arrodilla en la tierra y espera que él le ceda la palabra (Mt. 20:20); cuando un hombre se atrasa en el pago de una deuda, a su esposa e hijos los venden como esclavos (Mt. 18:25). Es un mundo brutal, en el que los ladrones pueden ser clavados desnudos en palos de madera y colgados en público, donde la gente pueda ver que mueren lentamente (Mr. 15:27). Es un mundo en el que algunas personas creen que una mujer que comete adulterio debe ser arrastrada por la calle y lapidada hasta que muera (Jn. 8:2-5).
echar suertes: práctica semejante a una «lotería», que se usaba para elegir a una persona para determinada tarea: las «suertes» eran piedras marcadas, similares a los dados (véase Hch. 1:26).
También es un mundo lleno de sorprendente ternura y dignidad. La gente habla libre y afectuosamente de cuán profundamente se aman unos a otros (Fil. 1:3-8; 4:1). Se valora a las familias, se atesoran las amistades y la hospitalidad hacia los extranjeros casi se puede dar por sentada. Es un lugar donde la fe, la esperanza y el amor son valores fundamentales (1 Co. 13:13) y donde la conservación u obtención de honra supera a todas las otras metas de la vida. Ese es también un mundo con una pauta moral muy bien ajustada, con algunas nociones ampliamente aceptadas de lo que constituye la virtud y lo que constituye el vicio (véase, p. ej., Ro. 1:29-31; 13:13; 1 Co. 5:10-11; 6:9-10; 2 Co. 6:6-7; Gá. 5:19-23).
Todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por personas a quienes llamaríamos cristianos, así que, para entenderlas, tenemos que saber unas cuantas cosas acerca de lo que estos cristianos creían: lo que ellos valoraban, lo que temían, cómo vivían. Pero, para ser un poco más específicos, todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por cristianos romanos, es decir, que vivían en el Imperio romano. Además, aunque todos estos libros fueron escritos por cristianos, no todos fueron escritos acerca de cristianos. Jesús, Juan el Bautista, la Virgen María y muchas otras personalidades célebres del Nuevo Testamento no eran cristianas sino judías. Para ser más específico, ellos eran judíos romanos, es decir, judíos que vivían en el Imperio romano.
Mapa 1.1. El Imperio romano
Entonces, para entender el Nuevo Testamento, debemos estar conscientes de tres mundos distintos: el mundo cristiano, el mundo judío y el mundo romano. En todos los escritos del Nuevo Testamento, estos tres mundos convergen.
El gobierno romano durante la era cristiana
Jesús nació durante el reinado del primer gran emperador romano, César Augusto (27 a. e. c.-14 e. c.), y llevó a cabo su ministerio durante el reinado del siguiente emperador, Tiberio (14-37 e. c.). Roma estaba distante de Jerusalén, pero la presencia del emperador siempre se sentía. Posteriormente, a medida que el cristianismo salió al mundo que rodea el mar Mediterráneo, la fe nueva llamó la atención de los emperadores de maneras que invitaban a la participación directa. Por ejemplo, el historiador romano Suetonio relata que el emperador Claudio expulsó a los judíos de Roma alrededor de 49 e. c., debido a un disturbio sobre alguien conocido como «Cresto» (probablemente una referencia a Cristo mal pronunciada). El sucesor de Claudio, Nerón, persiguió violentamente a los cristianos, y los asesinó de maneras sádicas que generalmente eran repugnantes para el público romano.
a. e. c.: abreviatura que significa «antes de la era común»; en los estudios académicos a. e. c. se usa típicamente para fechas en lugar de a. C. («antes de Cristo»).
e. c.: abreviatura que significa «era común»; en los estudios académicos, e. c. se usa típicamente para las fechas en lugar de d. C. («después de Cristo»).
Sin embargo, para Jesús y sus seguidores en Palestina, los gobernantes romanos locales tenían más importancia inmediata que los emperadores de la lejana Roma. Cuando los romanos conquistaban un país, típicamente establecían un rey, gobernador o algún otro mandatario en la tierra, pero también trataban de conservar algunas instituciones del gobierno nativo. De esa manera, según el Nuevo Testamento, el concilio de líderes judíos, el Sanedrín, tenía autoridad en Jerusalén en algunos asuntos (Mr. 14:55-64; Hch. 5:21-40), pero las autoridades romanas siempre tenían la palabra final (cf. Jn. 18:31). Un poco de conocimiento de estas autoridades romanas es importante para entender el Nuevo Testamento, por lo que aquí consideraremos brevemente a algunos de estos gobernantes.
Herodes el Grande
Herodes el Grande gobernó en toda Palestina de 37 a. e. c. a 4 a. e. c. Fue nombrado primero por el rey Marco Antonio, pero después fue confirmado en ese puesto por César Augusto, el archirrival de Antonio. El hecho de que obtuvo el apoyo de estos dos líderes rivales indica que era experto en las maniobras políticas (cambiaba de lado exactamente en el momento preciso). Herodes también llegaría a ser conocido como un experto constructor; entre sus proyectos están un puerto en Cesarea y una cantidad de fortalezas (como Masada, Maqueronte y Herodión). Él reconstruyó la antigua ciudad de Samaria en la metrópolis griega