E-Pack HQN Victoria Dahl 1. Victoria Dahl

E-Pack HQN Victoria Dahl 1 - Victoria Dahl


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explotó en colores y en… ¿sirenas?

      Ben, que estaba justo al borde del orgasmo, miró hacia arriba y vio que Molly había apretado el control de la luz de la furgoneta. La sirena estaba aullando y las luces rojas y azules bailaban e iluminaban la casa de Molly. Y las de los vecinos.

      —Oh, mierda.

      Ella todavía estaba estremeciéndose contra él.

      —¡Molly! ¡Molly! —exclamó él. Intentó apagar las luces y la sirena, pero ella no movía los dedos—. ¡Aparta la mano, Molly!

      Ella movió la mano que no era y le soltó el pelo.

      Por fin, él pudo aflojar sus dedos del control, y apagó la luz y el sonido. Pero, por supuesto, era demasiado tarde. Las luces de los porches comenzaron a encenderse. Ben se preguntó si habría estado encendido el altavoz.

      Mierda, mierda, mierda. Un segundo más y aquello habría terminado para él en un orgasmo como los del instituto; y sin embargo, ahora tenía que pensar en la mejor manera de salir de aquello. Tomó el jersey de Molly y se lo puso por la cabeza. Ella pestañeó por encima del cuello alto.

      —Será mejor que te vistas, nena. Estamos a punto de tener compañía.

      —Oh, Dios, lo siento —dijo ella con la voz temblorosa, mientras metía los brazos por las mangas del jersey—. Lo siento mucho.

      —No pasa nada, Molly. No pasa nada. Cálmate.

      —¡Sí pasa!

      Varias sombras oscuras salieron a los porches y se acercaron a los escalones con el cuello estirado.

      —No creo que nadie se haya dado cuenta. Recoge tu abrigo y te acompañaré a la puerta de casa.

      —¿Nadie se ha dado cuenta? —preguntó ella, y comenzó a mirar a su alrededor, así que Ben tomó su abrigo y se lo dio.

      —Ten. Tu gorro está debajo de mi pie, ¿puedes recogerlo?

      Con aquello, la distrajo lo suficiente como para que la mayoría de los vecinos se rindieran a causa de la nieve y entraran a espiar desde la ventana.

      Él no sabía por qué estaba intentando protegerla. La edición del jueves de aquel periodicucho iba a contarlo todo con detalle. Sin embargo, a él no le parecía bien que su placer terminara así, con mortificación y arrepentimiento.

      —¿Molly?

      —¿Sí?

      Ella, que se estaba poniendo el gorro, lo miró, y él le dio un beso suave, sencillo.

      —Me he divertido esta noche.

      —Oh —dijo ella, y con un suspiro, cerró los ojos y sonrió—. Oh, yo también.

      No había nada más que hacer, así que Ben la acompañó a la puerta, le echó un sermón porque a ella se le había olvidado cerrarla con llave, declinó su invitación a pasar la noche allí y se despidió.

      Ben volvió a la furgoneta sintiéndose contento de que, al menos uno de ellos, fuera a pasar una noche plácida y satisfecha.

      Increíble. Molly Jennings había perdido el control.

      Un búho ululó desde algún árbol cercano, seguramente, molesto por el humano que estaba oculto entre los arbustos, asustándole a todas las presas. Pero la sombra que acechaba a Molly no le prestó atención.

      Aquella chica acababa de mantener relaciones sexuales en una furgoneta, en público, con un hombre a quien apenas conocía. Y solo llevaba cuatro días en Tumble Creek.

      Cuando cerró la puerta de su casa, no parecía que estuviera muy avergonzada de sí misma. Seguramente, incluso sabía que la habían estado mirando y se lo había pasado bien de todos modos. Eso encajaba con su personalidad. Siempre estaba llamando la atención.

      Tal vez tuviera la costumbre de acostarse con hombres extraños en público. Tal vez se había acostado con todos los clientes del bar aquella noche, antes de marcharse con el Jefe Lawson.

      Y seguramente se sentía segura allí, viviendo una vida de ensueño en aquellas montañas; sin embargo, los picos afilados y las noches heladas habían destrozado a miles de hombres durante los siglos. Sería fácil conseguir que cambiara de opinión y que se marchara del pueblo.

      El dispositivo para abrir cerraduras se movió en su bolsa. Era una herramienta pesada, pero muy valiosa. La gente, las mujeres solteras en concreto, cerraban las puertas con llave por la noche, y se sentían seguras, pero eso era por pura ignorancia. Todos los cerrajeros tenían uno de aquellos aparatos con el que podían abrirse cerraduras baratas. Todos los cerrajeros… y todos los departamentos de policía.

      Molly dormiría profundamente aquella noche porque no sabía que era vulnerable. No sabía que alguien podía pasearse por su casa sin miedo, que podía incluso situarse junto a su cama para verla dormir.

      Sin embargo, muy pronto iba a comprender su error. Su instinto femenino intentaría advertírselo, y el miedo se abriría paso poco a poco en su cabeza, pero ella no tendría prueba de nada, ninguna señal de que su terror tenía alguna base.

      Tendría miedo. Se sentiría confusa. Y pronto tendría paranoia. Y entonces, se marcharía de Tumble Creek y volvería a Denver, que era donde debía estar.

      Capítulo 5

      Actriz erótica online.

      —Dios Santo —murmuró Ben, y suspiró.

      Era una posibilidad factible. Mejor que las dos primeras. No era nada ilegal, podía hacerlo desde casa y podía ganar un montón de dinero. ¿Y cómo demonios iba él a descartarlo, o a darlo por válido?

      Tenía el informe de sus antecedentes en el monitor, y la pantalla lo bañaba con una luz de censura. Nada. Ni siquiera una infracción de tráfico. Molly Jennings era una buena chica, por lo menos respecto a la ley. Respecto a él, era mala de una manera fascinante. Sin embargo, todavía no sabía hasta qué punto era mala.

      Pocos días antes no habría sido capaz de imaginársela haciendo espectáculos de sexo por dinero, pero ahora se la imaginaba perfectamente. Era muy fácil de… mirar. E incluso más fácil de escuchar, y demonios, ¿y si era así como había aprendido a excitarlo a él con tanta facilidad como apretar un interruptor?

      —Por favor, no —le susurró al ordenador.

      El vasto universo del sexo online apareció en su horizonte. Era brillante, ominoso y peligroso. Nunca la encontraría allí, aunque se dedicara a buscarla durante semanas. Lo cual también le planteaba la pregunta de cómo iba a buscarla, de todos modos. En casa estaba conectado a Internet por el teléfono, y no se no imaginaba cómo iba a explicarle al alcalde el motivo por el que había visitado cientos de páginas de contenido sexual en el despacho de la comisaría, acechando a una ciudadana que no había infringido ninguna ley.

      Magnífico. Aquel era justo el tipo de comportamiento al que Ben había aspirado durante toda su vida.

      Tomó su café, que se había quedado helado, y que estaba sobre un ejemplar del último número del Tumble Creek Tribune. Había llamado a Molly el viernes por la mañana para disculparse y advertirle lo que se avecinaba, pero no parecía que a ella le hubiera preocupado mucho. Él, por su parte, había tenido ardor de estómago durante el resto del fin de semana, pero al encontrar el periódico en su porche, aquella mañana, la columna solo le había resultado ligeramente irritante.

       Declaro oficialmente que nuestro estimado Jefe Lawson es un adicto al trabajo. Tal vez recuerden que la semana pasada fue a saludar a nuestra nueva vecina, Molly Jennings, con un entusiasmo inesperado. Esta semana se ha convertido en una brigada de bomberos de un solo hombre que ha ido a apagar un incendio a casa de la señorita Jennings en mitad de la noche. Incluso utilizó la sirena para anunciar su llegada.

       En cuanto a la señorita Jennings, representa todo un misterio. Su propio


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