Coaching y espiritualidad. José Luis Sáez

Coaching y espiritualidad - José Luis Sáez


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nos induce a sentir y pensar aquello que nuestra esencia (espíritu) tiene como experiencia en un momento determinado de nuestras vidas.

      Es un desafío decodificar las señales que obtenemos de nuestra subjetividad para orientar nuestra vivencia en un sentido favorable a nuestro bienestar. Percibimos conscientemente solo una parte de esa experiencia y mucha información queda desplazada en el inconsciente sin poder elaborarla como parte del aprendizaje.

      Sentirse bien o en plenitud no es estar libre de situaciones conflictivas o de desequilibrio, sino aceptar que estas forman parte de nuestras vidas y encontrar los recursos y estrategias para afrontarlas con dignidad.

      En todo momento es crucial mantener nuestros valores y principios como un objetivo macro, lo cual no significa que muchas veces estemos encasillados en formas que no nos permiten descubrir facetas de nosotros mismos que se puedan cuestionar y poner a prueba, revisando nuestro paradigma o modelo mental.

      El riesgo es un condimento natural de todo aprendizaje y como tal puede considerarse un elemento importante para aprender.

      Quien no arriesga tiene un aprendizaje corto y limitado. Aquellos que viven arriesgando ponen a prueba sus competencias frente a los desafíos, aunque a veces no disponen de espacios para la evaluación del aprendizaje.

      La salud es un estado dinámico de bienestar, asociado con la actitud de estar dispuesto, espiritualmente, a aprender de cada experiencia de vida.

      Contribuimos a nuestra salud cada vez que somos conscientes de nuestro ser en ese proceso de aprendizaje, en conexión con una idea superior, lo cual implica el ejercicio de una fe dinámica y evolutiva. Un ejemplo de esta actitud es la oración como un hábito para centrarnos y actuar equilibradamente.

      El poder es la capacidad para conseguir aquello que nos proponemos como objetivo y debe ser ejecutado con métodos lícitos, moralmente hablando, sin auto agredirnos ni dañar a otros. En ese sentido todos somos poderosos, descubriendo que el único dominio donde podemos ejercer ampliamente ese poder es nuestra vida interior.

      Para explicar el fenómeno humano es fundamental el conocimiento del nexo entre el espíritu y la materia u organismo físico. Ese cuerpo de materia sutil, llamado periespíritu, psicosoma, cuerpo astral, modelo organizador biológico (MOB), aura y otras nominaciones es un desafío para la investigación de la ciencia actual.

      El periespíritu posee distintas funciones de conexión y almacenamiento de información, similares al disco rígido de una computadora, que le permiten al espíritu sentir y dirigir el organismo físico a su disposición en esta vida. Con su estudio se podrán explicar las tendencias innatas que manifiesta cada ser humano, la memoria extracerebral, el recuerdo de vidas anteriores, capacidades extraordinarias de niños prodigios o índigos, las sensaciones de partes del cuerpo amputadas y otros fenómenos considerados sobrenaturales o milagrosos.

      Algunos avances de la ciencia, referidos al efecto kirlian (luminosidad de la materia) que este campo de energía produce en los seres orgánicos, muestran las particularidades de cada ser humano desde su temperamento hasta condiciones de salud o desarmonía que más adelante se plasmarán en su organismo físico.

      Todos somos seres espirituales, aunque no hayamos desarrollado esa área de nuestro ser, por eso no tienen nada que ver con la religión.

      El problema no radica en la religión, sino en la mente humana. Los practicantes sinceros de cualquier religión muestran cualidades humanas esenciales: simplicidad, constancia, compasión y contento.

      Nuestros problemas se deben a un apego apasionado a las cosas y a deseos que nunca se satisfacen por completo, entonces generan aún más angustia. Percibimos a las cosas como entidades permanentes. En el empeño de conseguir estos objetos de nuestro deseo, empleamos la agresión y la competencia como herramientas supuestamente eficaces, y nos destruimos cada vez más en el proceso.

      Nuestros grandes maestros son nuestros padres, hijos, hermanos, pareja, amigos y las personas cercanas a nosotros.

      Todo lo que necesitamos aprender es atraído por leyes invisibles y unas experiencias serán calificadas como dolorosas y otras como preciosas, pero todas cumplen la misma función: enseñarnos.

      Postulamos que nuestro enemigo es nuestro mejor maestro. Al estar con un maestro, podemos aprender la importancia de la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos oportunidad real de practicarla. La verdadera práctica surge al encontrarnos con un enemigo. La vivencia nos enseña con un plus que la teoría no tiene, ya que estamos expuestos, tomamos riesgos y generamos una emocionalidad que la identifica.

      Las leyes naturales de la creación se conocen hace miles de años y han sido divulgadas desde los comienzos de la civilización humana. Estas leyes están inscriptas en la conciencia de cada ser humano. Hay millones de personas que no las conocen o no terminan de comprenderlas y por eso no creen en ellas o no saben cómo aplicarlas en su vida. Para poder creer primero es necesario comprender.

      Solo vemos lo que creemos que es posible, lo que nos parece imposible no lo vemos. La conciencia solo acepta lo que está preparada para soportar.

      La mente está preparada para cualquier cambio, pero la conciencia no, ella necesita su tiempo, por eso hay personas que necesitan más tiempo para despertar que otras.

      Los padres solo pueden enseñar a sus hijos lo que saben, lo que recibieron y aprendieron durante su vida. Todos hacemos las cosas lo mejor que podemos.

      Los niños durante los primeros siete años de su vida se toman todo de forma literal, no disciernen lo que va en broma de lo que va en serio.

      Desde el momento de su concepción el alma del niño percibe todo aquello que siente la madre y tiene telepatía con ella. Por eso es tan importante que una embarazada se trate con cariño, se ame a sí misma. En términos de espiritualidad podemos construir una cuna espiritual para recibir amorosamente al ser que regresa a la vida corporal. Todo esto se puede demostrar con los nuevos desarrollos de la psicología fetal.

      Cuando un niño nace olvida quién es y empieza su experiencia humana de cero, cien por cien subconsciente, su mente consciente aún no se ha formado.

      Todo lo que los niños ven y escuchan durante esos primeros años pasa a formar su “base de datos” y tienden a reproducir los modelos económicos, profesionales, de salud y de pareja de sus padres. O, en el caso de rechazar esos modelos, se van al otro extremo, con sus correspondientes mochilas de creencias limitantes.

      Para poder alcanzar tus sueños es muy importante reconciliarte con tus padres, tanto si están en este momento aquí o no físicamente.

      Hay puertas que no pueden abrirse hasta que no abandones el pasado con amor, aceptando que es la mejor opción para generar bienestar en tu vida.

      Cuando nacemos olvidamos temporalmente quiénes somos, se duerme nuestra conciencia. Lo llaman “el velo del olvido” y es como si nuestra conciencia se desconectara parcialmente. Nos sirve para ejercitar nuestro libre albedrío sin la carga emotiva de nuestro pasado.

      Esa oscuridad interior a la que llamamos “ignorancia” es la raíz del sufrimiento. A mayor luz interior, menor oscuridad. Esta es la única forma de alcanzar la sanación o el equilibrio (salud).

      Para crear una vida plena hay que vencer las estructuras del pensamiento autodestructivas y limitantes que fueron creadas por nuestros miedos sin que seamos conscientes de ello.

      Cuando la conciencia despierta pone en evidencia todas nuestras creencias y es necesario revisar todo lo que damos por sentado.

      Es como revisar todos los alimentos que tenemos guardados en la heladera. Si no tiramos los que están en mal estado o contaminados, contagiarán a los otros y nos harán mucho daño al ingerirlos.

      Despertar es liberador, pero no siempre es cómodo porque va a mover muchas cosas dentro de nosotros, algunas nos agradará recordar y otras ocasionarán un inmenso dolor (nuestras propias sombras).

      Amarse es ser conscientes de que nunca estamos solos. Cuando despertamos volvemos a conectarnos con el alma, nuestra esencia, con el Creador y desaparece la sensación


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