Continuidad de los cuadros. Rossella Di Paolo
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Rossella Di Paolo (Lima, Perú, 1960) estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Posteriormente, se dedicó a la enseñanza universitaria de lengua y literatura, así como a dictar talleres de creación literaria. Ha participado en actividades multidisciplinarias de poesía, pintura y fotografía; y publicado cinco libros de poemas: Prueba de galera (1985), Continuidad de los cuadros (1988), Piel alzada (1993), Tablillas de San Lázaro (2001) y La silla en el mar (2016). Su trabajo ha sido recogido en diversas antologías de poesía peruana e hispanoamericana.
Continuidad de los cuadros
Primera edición electrónica: octubre de 2020
© Rossella Di Paolo
© Paracaídas Soluciones Editoriales S.A.C., 2020
para su sello Paracaídas Editores
APV. Las Margaritas Mz. C, Lt. 17,
San Martín de Porres, Lima
Composición: Juan Pablo Mejía
Retrato de autora: Nadia Cruz Porras
Arte de portada: PSE
isbn ePub: 978-612-4405-21-1
Se prohibe la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio sin el correspondiente permiso por escrito de la editorial.
Producido en Perú
Pero me planteo un problema que me deja perplejo: ¿dónde empieza la ejecución de un cuadro?, ¿dónde termina?
Paul Gauguin
~ Figuras abiertas ~
El amor del mar
Sobre cuál cuerpo se demora el mar como un beso de musgo
Piedra ahogada de quién que el mar señala
con un dedo verde con un cuerpo verde
apretándose con estupor
Para quién el latido del mar qué abajos
se abisman en la delicia
Qué cobija el mar exacto bajo su peso
Quién lo arrima al prodigio quién dice el mar que es
cuando llega enredándose en la playa
desgajado y temblando
El sol
La luz crece al borde de la piedra
y el caballo venido desde el mar tasca cauteloso.
No es que el sol pierda sus hilos
hunda la espuma tiente la niebla.
Sólo mirar el agua con ojos de caballo con ganas de caballo
y saltar otra noche
restallando como el mar.
El sueño
El sueño encendió un pájaro
y hubo que raspar carbón de nuestros dedos
y llorar lejos.
El sueño vaga pensativo acariciándose las alas,
abrasado.
Sólo nosotros sabemos de su ojo glacial y su ceniza alta
e intacta como un beso.
Abandono
Abre sus alas para la sombra
en que me guardo.
Sueño esquivo remontándome
en largas correntadas.
Es el pájaro agorero y no canta
no maldice y contempla
el lento desasirse
de la tierra que me habita.
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