E-Pack Bianca y Deseo febrero 2021. Кэтти Уильямс
es el mejor modo de apartar su atención de mí. Una de mis pacientes ha tenido que entrar esta mañana abriéndose paso entre ellos. La mayoría de mis pacientes se están recuperando de experiencias traumáticas, Stone. ¿Te haces idea de lo devastadora que ha sido para ella esa situación? Temblaba como una hoja cuando entró. He tenido que retrasar las citas a todos mis clientes de hoy.
–No me imaginaba que eras de las personas a las que les importa tanto perder horas facturables.
La desilusión y la tristeza la invadieron. Quería estar enfadada, pero no lo lograba. Aquello era prueba más que clara de que Stone ya no la conocía, y eso dolía.
–Puede que ya no me conozcas, Stone, pero sabes de mí lo suficiente como para comprender que mis motivos no tienen absolutamente nada que ver con el dinero.
–Lo siento –dijo, arrepentido–. Sé que lo que te mueve es el deseo de ayudar a la gente.
Su disculpa le ayudó, pero no consiguió borrar del todo el dolor, o el lamento por lo que habían perdido.
–Pero eso no significa que lo de conceder una exclusiva sea una buena idea, Piper. Hablar con la prensa va a agitar el avispero y convertirte más aún en su objetivo, no menos.
Ella se encogió de hombros.
–No estoy de acuerdo. Les daré lo que ellos creen que quieren, y se marcharán.
–Tú sabrás. Llevas tiempo más que de sobra con ellos para comprender cómo funcionan. Ignóralos unos días y surgirá una historia más gorda que desviará su atención.
–¡Vamos, Stone! Tú no estuviste aquí. Te perdiste la tormenta mediática que siguió a la muerte de Blaine y tu confesión. Todo el mundo lleva años esperando conocer la historia completa.
–Pues ya pueden esperar cien más, porque no lo van a conseguir.
–Por supuesto que no, pero ignorar a los medios por completo no va a servir para que desaparezcan. Los distraerá un rato, sí, pero volverán. Si han pasado ya diez años y no han perdido interés… pero podemos utilizarlo en nuestro beneficio. Darles una pizca a saborear que los haga desaparecer para siempre.
Stone se rio en aquel momento, y el sonido fue para ella como el de unas uñas en una pizarra.
–Si hay algo que he aprendido dentro, Piper, es que no debes meterte nunca con alguien que tenga más poder que tú. Al menos, nunca antes de que estés seguro de poder derrotarlos. Hablar con quien sea en este momento sería un error. No tienes nada de valor que ofrecer, y mientes fatal. Lo más probable es que pases a interesarles todavía más de lo que les interesas ahora.
–Perdona que no sea una maestra del engaño, pero voy a tener que correr el riesgo.
No había soltado su brazo y aumentó un poco más la presión que ejercía en él antes de acercarse un poco más. Piper sintió que el aire se le congelaba en el pecho, y los pulmones se quejaron por la falta de oxígeno.
Necesitaba espacio y dio un paso atrás, pero Stone no tenía intención de dejar que lo tuviera, así que la siguió. Un paso. Dos. Cinco. Hasta que su espalda tropezó con algo sólido.
–No, Piper –insistió con voz ronca–. No hables con ellos.
–Por desgracia para ti, no hay nada que puedas hacer para impedírmelo. Soy una mujer. Stone, perfectamente capaz de cuidar de sí misma y de tomar sus propias decisiones. Llevo tiempo haciéndolo bastante bien sin ti.
No podría decir qué le dificultaba más la respiración: si la proximidad de Stone, o el dolor provocado por la verdad que acababa de poner en palabras.
Él murmuró algo entre dientes y cambió de postura, rodeó su cintura con el brazo y la levantó, dejándola de puntillas. Antes de que ella pudiera darse cuenta de lo que pasaba, la besó en la boca. Y todo cambió.
No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero no le importó. En la décima de segundo en que el calor de su boca rozó sus labios, todo lo demás dejó de importar.
Como si hubiese importado alguna vez…
Apoyó la palma en la puerta, junto a su cabeza, y sintió la pierna de Piper enroscarse en su cadera, acercándose más a él. Jamás había querido devorar algo o a alguien tanto como deseaba devorar a Piper.
Ella abrió los labios para darle el acceso que tan desesperadamente necesitaba. Su sabor, dulce con una pizca de café le taladró, y quiso más.
Probar una sola vez nunca iba a ser suficiente.
No le importó dónde estaban, ni quién pudiera estar cerca, o lo que pasara a su alrededor. Todo lo que le importaba era Piper y cómo se estaba derritiendo junto a él.
Le hizo ladear la cabeza para poder tener más de ella y sus lenguas iniciaron un baile que llevaban años esperando. Se aferró a él de tal modo que le dejó un rastro de medias lunas en la piel, pero su respiración entrecortada hizo que ese escozor le resultara insignificante.
Necesitaba más de ella, así que comenzó a desabrocharle la blusa. Uno, dos, tres botones, y se apartó un poco para poder verla. Llevaba tanto tiempo fantaseando con aquel momento que no quería perderse un solo segundo.
Piper apoyó la cabeza contra la pared sin dejar de mirarlo, en sus ojos el mismo ardor que él sentía dentro, pero en lugar de dejarle terminar con los botones, le sujetó la mano. Sus labios, enrojecidos por la pasión de sus besos, brillaban húmedos, y volvió a inclinarse sobre ella para lamerla, para saborearla una vez más.
Pero Piper susurró una palabra que lo detuvo.
–Déjame.
Stone bajó de inmediato las manos y se alejó varios pasos.
Jamás consideraría insistir cuando ella le había dicho bien claro que quería que parase, pero el rubor rosado de su piel y el brillo de su mirada eran lo mismo que él estaba sintiendo por dentro.
–Lo siento.
–Dices eso con mucha frecuencia, Stone.
–No debería haber hecho eso –dijo, aunque el significado de aquellas palabras no le pareciera correcto. Todo en su interior seguía pugnando por volver a besarla. Debería haberlo hecho mucho tiempo atrás.
Tocarla, saborearla, desearla… estaba bien. Lo mejor que había hecho en su vida. Pero Piper se merecía mucho más de lo que él podía darle.
–Hace mucho tiempo que no he tocado a una mujer, Piper –confesó, apoyando la frente contra la pared.
–Vaya. Qué halagador. He sido tu amiga durante años y jamás expresaste interés alguno por mí como mujer, pero diez años de celibato han hecho que puedas llegar a desearme.
–No quería decir eso.
Se dio la vuelta para apoyar la espalda. Piper lo miraba cruzada de brazos, desafiante. Dios, qué hermosa era.
–Vamos a aclarar un par de cosas –dijo, acercándose.
Tenía que admitir que era admirable cómo estaba manteniendo el tipo, aunque no podía ocultar su deseo de alejarse de él. Sus ojos azules brillaban con fuego y se irguió.
–En primer lugar, nunca he necesitado utilizar el sexo para lograr lo que quisiera conseguir, y no voy a empezar ahora. Y sí, eso significa exactamente lo que estás pensando, teniendo en cuenta dónde he estado metido los últimos diez años.
Piper frunció el ceño e hizo ademán de hablar, pero cerró la boca sin decir nada.
–En segundo, llevo mucho tiempo deseándote, Piper, pero te necesitaba como amiga y no iba a arriesgarme a perderte por un impulso de lujuria. Los dos éramos demasiado jóvenes, y no estábamos preparados para algo permanente.
Acercó la mano y le acarició la mejilla, la curva del cuello y la superficie sedosa del hombro. Las pupilas de Piper se dilataron, el negro derrotando al azul que siempre le recordaba