Distopía ibérica (2019-2022, II Guerra Civil española). José Luis Belmonte

Distopía ibérica (2019-2022, II Guerra Civil española) - José Luis Belmonte


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la hora de su edición.

      En esta ocasión se publica en castellano, intentando respetar el texto original y adaptando ciertos giros propios del valenciano sin menoscabo de la trama principal.

      Feliz viaje.

      José Luis Belmonte García

      Diciembre, 2020

Primera Parte

       Capítulo I

       Crevillent, 1 de abril de 2099

      —Abuelo, ¿cómo sucedió?

      Juan tiene ya quince años, y la curiosidad por conocer la historia de su pueblo emerge involuntariamente desde su interior. Siempre había escuchado historias aisladas de compañeros del instituto que hablaban de las penurias de sus abuelos y padres, y de cómo el pueblo sufrió las consecuencias trágicas de la guerra y posguerra. Su abuelo Andrés acaba de cumplir noventa y ocho años, edad que hace ochenta presagiaba la inminencia de un probable fin del ciclo vital. Hoy, a punto de cambiar de siglo, la ciencia nos permite vivir con gran calidad de vida hasta los ciento veinte años, como mínimo. Andrés, que escucha a su nieto mientras se prepara el desayuno, mira de reojo a Juan en un intento por desviar la atención e intentar eludir el tema.

      —¿Cómo sucedió qué, Juan?

      —Ya sabes, hoy es 1 de abril, fecha importante para vosotros, y creo que para mí también, aunque no sé por qué. Lo único que sé es que, en 2019, hace ochenta años, hubo una guerra en este país, en este pueblo, y nadie jamás me ha explicado por qué ocurrió, quién comenzó y, sobre todo, si fue inevitable.

      Andrés, consciente ya de la intención de Juan, lo mira fijamente a los ojos y descubre la sinceridad de su nieto en el fondo de su mirada, quien lo escudriña profundamente.

      —Bien, Juan, espera que busque una cosa y te explico…

      Juan se sienta en uno de los taburetes de la cocina y espera al abuelo mientras aquel desaparece un momento de la estancia.

      Al cabo, vuelve con un bloc marrón de aspecto antiguo, desgastado y con olor a añejo, y con su tableta, que se despliega como si fuese uno de esos libros de texto del siglo XX que ha visto en la biblioteca de su pueblo.

      —Juan, ya sabes que yo nunca te he hablado de la guerra, aunque la viví en primera persona y guardo en mi memoria cada día de aquellos tres años, desde 2019 a 2022, especialmente en nuestro pueblo, Crevillent. De la historia de la guerra en el país no puedo hablarte en profundidad, la puedes encontrar en las nubes digitales de que hoy disponéis. Cada historiador te ofrecerá su versión y deberás ser tú quien extraiga conclusiones. No fue una guerra convencional donde unos ganaron y otros perdieron. En nuestra guerra todos perdimos, unos más que otros, y resulta ridículo competir en el sufrimiento.

      Juan se da cuenta de que el abuelo ha cambiado su rictus y se dispone a abrirse de par en par. Por un momento se arrepiente de no haberle preguntado al abuelo si le causaría dolor recordar aquellos años.

      —Lo que sí te puedo contar, y creo que ya debes conocer, es cómo vivió Crevillent la guerra, cuál fue su evolución, cómo era Crevillent en 2019 y cómo era su gente. Y cómo, incomprensiblemente, los vecinos de calle se convirtieron en enemigos fratricidas de la noche a la mañana, o tal vez no ocurrió de repente sino como causa de un proceso de escalada de odio que nadie sospechó nunca que derivaría en conflicto mortal.

      El abuelo depositó su tableta en la mesa, presionó un botón y emergió un holograma en forma vertical por encima de la mesa donde se podían reproducir y proyectar imágenes y vídeos en tres dimensiones. Dirigió su mano atravesando el holograma e hizo clic en un icono denominado «Crevillent en guerra, 2019-2022». Se abrió una pila de subcarpetas ante sus ojos que no guardaban ninguna coherencia temática ni cronológica. Una se denominaba «Plaza del Caballo, julio del 19»; otra, «Discurso del alcalde, julio del 19», y antes de que abriera una de ellas, vio otra que se llamaba «Rapto y asesinato de Celso».

       Capítulo II

      —Abuelo, ¿qué son estas carpetas?, ¿acaso estuviste implicado en la guerra?, ¿tienes información confidencial?

      —No, Juan, estas carpetas las creé allá por los años 30, unos diez años después de acabada la guerra. Pensé que sería importante recopilar el devenir de la guerra en el pueblo para que nos quedara constancia de la tragedia que supuso para los crevillentinos; ya sabes: si no quieres repetir los errores del pasado, estudia la historia.

      —¿Quién era ese tal Celso al que raptaron y asesinaron?

      —No tengas prisa. Antes conviene que te explique cómo era la vida, la gente, la política y el ambiente de la época. Debes conocer el contexto histórico para encontrarle sentido, si es que lo tiene, a la eclosión social que nos sorprendió a todos.

      Juan acababa de descubrir que su abuelo no iba a defraudarle ni a evitar el tema. Estaba casi eufórico por escuchar de primera mano el testimonio de un espectador directo de la guerra en Crevillent en 2019. En un momento de distracción

      del abuelo, activó la cámara grabadora insertada en sus gafas; era un testimonio digno de ser grabado y conservado.

      A pesar de que conocía sucintamente la evolución del conflicto en España, nunca había tenido la ocasión de imaginar que, a su pueblo, tan lejos de todo, también llegó la sangre, y, por lo que sospechaba, de una forma trágica.

      —Verás, Juan, por extraño que te parezca, una guerra no surge por un único motivo, ni de la noche a la mañana. Son diversas circunstancias las que concurren, diversos sucesos, desacuerdos y acontecimientos que van formando una bola de nieve o llenando un barril de gasolina; de golpe, un día cae una cerilla en ese barril y todo estalla. En España, y en el mundo en general, el inicio del siglo XXI marcó la transición de la era digital a la era virtual. El Internet de finales del siglo XX comenzó como un fenómeno de ocio que la gente utilizaba como una herramienta de comunicación, de acceso a la cultura audiovisual y de conexión mágica con todo el mundo. En dos décadas, la red digital lo invadió todo; cualquier ámbito de la vida del hombre en el planeta dependía necesariamente de Internet. La era industrial iba tocando a su fin.

      —Abuelo, ¿y qué tiene que ver todo esto con una guerra? Hoy también dependemos de Internet, aunque no tiene nada que ver con aquella Red tan rudimentaria de la que me hablas, y no imagino qué problema puede causar.

      —Lo que nació como una herramienta para facilitar la vida de los hombres se convirtió, de forma insospechada, en el arma de destrucción más peligrosa para la humanidad, y no por la evolución tecnológica, sino por la preponderancia de las redes sociales, que se convirtieron en la primera línea de batalla de las nuevas guerras en el siglo que estamos acabando. Era cuestión de tiempo que el odio enlatado en los ordenadores y en nuestros móviles saltara a la calle.

      —Sigo sin encontrar ninguna relación. Ahora también discutimos por las redes y no veo el riesgo de provocar ninguna guerra.

      —Ahora no hay escasez de nada, no tenemos que trabajar, lo hacen los biónicos, y no hay clases sociales tan diferenciadas. El descubrimiento en 2052 del planeta Urantia solucionó grandes problemas de la Tierra con la emigración de millones de habitantes para repoblar «la nueva América». Actualmente, solo tenemos que preocuparnos de disfrutar de la vida y de crear belleza, quizás la verdadera esencia del ser humano.

      »A principios del siglo XXI el mundo todavía discutía si era mejor el liberalismo o el socialismo, discusión que polarizaba la sociedad y despertaba las peores pasiones colectivas. Los nacionalismos volvían a resurgir, la inmigración hacia Occidente desde los países subdesarrollados provocó conflictos multilaterales, el anticlericalismo ganaba adeptos, sobre todo contra los católicos, que hubieron de convocar un concilio en el año 20, en plena guerra nuestra, para redefinir sus postulados; entre


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