Los años setenta de la gente común. Sebastián Carassai

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igual proporción, movidos por aspiraciones políticas diversas, cuando no antagónicas. El 49,56% que obtuvo el FREJULI (un variopinto frente integrado por el peronismo y otros partidos minoritarios de centro y de centroderecha: el Conservador Popular, el Movimiento de Integración y Desarrollo, el Partido Popular Cristiano y algunos partidos provinciales) se nutrió de votos que provenían de diversas extracciones. Al caudal electoral frentista contribuyó también una manifestación más bien de hartazgo que ideológica de una parte de la ciudadanía hacia el gobierno militar. El ascenso temporario de sectores de la izquierda peronista a posiciones de poder en el gobierno de Cámpora ha conducido a algunos analistas a juzgar que el electorado simpatizaba con las posiciones izquierdistas. Sin embargo, el influjo izquierdista expresaba alianzas y acuerdos al interior del movimiento peronista más que una voluntad específica de la masa electoral.[24]

      La campaña electoral de Cámpora presentó una paradoja. Por un lado, descansó en el activismo de la juventud del movimiento, en su mayoría de clase media –la consigna que hegemonizó la campaña, “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, fue una creación de la Juventud Peronista–. Pero, por otro lado, no logró volcar en su favor a los amplios sectores medios no militantes que veían ese acercamiento al peronismo con una mezcla de temor y de cinismo. El tinte combativo que los jóvenes imprimieron a la campaña desempeñó también su papel en el rechazo que tuvo la fórmula peronista en los sectores medios sin militancia (las consignas de la juventud en los actos proselitistas, que iban desde “Cámpora presidente, libertad a los combatientes” hasta “Tenemos un general, que es una maravilla, combate al capital y apoya a la guerrilla”, resultaban poco seductoras a estos sectores).

      Con la campaña electoral de Cámpora se cerró un círculo generacional en la historia política de los sectores medios. Dicho círculo se había abierto en los años cincuenta y sesenta cuando una parte de las clases medias, que había educado a sus hijos en el antiperonismo, terminó empujando a muchos de ellos a las huestes peronistas. En 1973, en cambio, quienes obtenían efectos contraproducentes a sus designios eran los jóvenes, cuya adhesión a Perón no lograba alterar las convicciones no peronistas de sus padres.

      No deja de ser significativo que, en septiembre de 1973, un mes antes de hacerse cargo de la presidencia de la Nación, el propio Perón haya recordado a los dirigentes de las organizaciones armadas que el peronismo había surgido de la juventud obrera, no de la de clase media. “No hay que olvidarse, muchachos”, les dijo Perón a los líderes de Montoneros y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias,


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