Los elefantes no vuelan. David Montalvo
algo tuvo que hacer esa persona para mantenerse en pie y mover el problema del camino. Y estoy seguro de que ese algo fue más que un simple deseo.
Voy a compartir contigo algunas estrategias para desarrollar esa pericia que nos ayuda a salir rápido de nuestras crisis y a dejar de percibirlas como bardas interminables. Sí, a veces son simples topes, y su función es positiva: nos obligan a hacer un alto o a bajar la velocidad para reflexionar y poder con-tinuar andando.
Esto lo he constatado una y otra vez en los últimos años por la dinámica de mi trabajo. Me ha tocado escuchar los llamados de ayuda de cientos de personas que experimentan dolor en sus vidas. También me he enterado de esta situación por gente que ha tenido la confianza de establecer comunicación escrita conmigo. Empresarios, profesionistas, directores de importantes compañías, vendedores, amas de casa, jóvenes universitarios, por mencionar algunos, han abierto su corazón para confesarme que realmente lo estaban pasando muy mal y no veían el final del túnel.
En todos ellos, en cada eco de sus voces, distinguí un factor común: ninguno esperaba que fuera a presentarse un cambio en su vida. Y aun cuando en algunos casos el cambio era previsible, no lo habían vislumbrado. La mayoría, porque su atención estaba enfocada en otra cosa.
¿Por qué este libro?
Las crisis atraviesan cualquier puerta, incluso bóvedas mentales muy poderosas. Detrás de cada ser humano hay una historia difícil. El hombre se funde, como el oro, en el crisol y aprende aun de la desgracia, siempre y cuando así lo decida.
Nadie nos enseñó a amar; tampoco a sufrir. Problemas, todos los tenemos. Tan simple como eso. Nadie es inmune a ellos. No se trata de que quieras terminar con tus problemas. El verdadero arte no está en evitarlos, sino en descubrir y comprender su origen para, después, lograr que se quiten de nuestro trayecto.
He identificado que los problemas no son lo que nos preocupa principalmente, sino sus consecuencias. No tenemos miedo al cambio, sino a cambiar uno mismo, a lo que esto implica, a las renuncias, a las responsabilidades de un nuevo yo.
Se teme a salir de la zona de confort, a dejar a un lado lo conocido y reconocer que lo que tenemos enfrente nos impide progresar. Hay personas que no solo cargan maletas sino enormes baúles de recuerdos de su pasado y quieren vivir con base en ello. Por eso, este libro representa –además– una alternativa de reconciliación con ese pasado y de despedida de él. Usaremos nuestras debilidades para enfocar la energía en las fortalezas que nos ayudan a empoderarnos en el presente.
Hace tiempo lo dijo el Dalái Lama: «En los periodos difíciles puedes aprender a desarrollar fuerza interior, determinación y coraje para hacer frente a los problemas. El verdadero fracaso es el desánimo, pues significa que has perdido una gran opor-tunidad para crecer».
Pasar por crisis es propio de la evolución emocional del hombre. Vivimos en un mundo donde existe tanto la luz como la oscuridad, el yin y el yang, el karma y el dharma, el lado blanco y el lado negro, la salud y la enfermedad, el éxito y la derrota, la bondad y la maldad, el amor y el miedo. No podemos negar esa dualidad a la que nos enfrentamos todos los días. Así como hay personas que acopian víveres para apoyar a los damnificados, por ejemplo del terremoto en Haití, tam-bién hay otros que secuestran, asesinan o torturan sin piedad ni remordimiento.
Frente a las crisis, el ser humano se desconecta de su esencia; se convierte a menudo en un animal descontrolado que actúa por impulso, y esto le ocasiona momentos de derrota, oscuridad y preocupación.
Así como un día puedes estar tocando el cielo, al día siguiente no quieres levantarte de la cama. Un día tienes un importante puesto en una empresa, y otro no sabes con qué pagar la colegiatura de tus hijos. Es entonces cuando sobrevienen las crisis, cuando existe una brecha entre lo que deseamos y lo que realmente sucede.
La oscuridad es ausencia de luz; la crisis es ausencia de paz.
Las crisis se han convertido en el pan de todos los días de millones de personas y negocios. Como rayo láser, penetran relaciones, familias, departamentos laborales y organizaciones enteras. Todas conllevan consecuencias.
El hombre se funde, como el oro, en el crisol, y aprende aun de la desgracia, siempre y cuando así lo decida. |
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Cuántas empresas no conocemos que por dificultades mal sorteadas han tenido que cerrar sus puertas. Hasta la propia madre tierra ha sido blanco de las atrocidades que le ocasiona el hombre y que desembocan en desastres naturales. Pero este libro no trata de ser dramático o fatalista, sino más bien objetivo y propositivo a partir de una premisa:
Si somos capaces de ir más allá de la visión primitiva, típicamente humana, que se enfoca en el miedo, el coraje y la decepción provocados por nuestros problemas, no solo podremos resolverlos de forma sabia, sino que –incluso– obtendremos valiosas lecciones de ellos para que logremos recorrer nuestro camino con mayor sentido, sin tantos tropiezos.
Como una vez dijo el reconocido psicólogo argentino y profesor de Filosofía Roberto Pérez: «La crisis es al hombre lo que el viento al fuego». Quiere decir que o te impulsa o te apaga.
Numerosas empresas y organizaciones mundiales están siendo golpeadas por crisis económicas. A estas sumemos la violencia, inseguridad e incertidumbre colectiva, al menos, en el caso de Latinoamérica.
Muchos se preguntan por qué pasa esto o aquello y critican, se quejan y buscan culpables. Pero lo he confirmado una y otra vez: quienes sobresalen son los que se enfocan en lo que sí pueden lograr y transmiten esa actitud a toda su gente.
Mientras unos ponen su atención en sus crisis y dicen que son imposibles de erradicar, otros proponen y generan cambios poderosos.
Un país es el reflejo de sus ciudadanos. Todos los días surgen adversidades que hay que sortear, y si nadie pone su atención en el lado positivo, la crisis termina provocando caos e influyendo negativamente en la sociedad actual y en sus futuras generaciones.
Entiendo que, por nuestro tipo de cultura y la educación que recibimos comúnmente, es difícil para muchos observar cosas buenas dentro de toda la maraña de información negativa que consumimos a diario. Para la mayoría es casi una aventura titánica obtener las lecciones positivas de lo malo que sucede y ponerlas en práctica para su beneficio.
En un mundo de cambios acelerados, como el que nos tocó, las crisis se arraigan más y son más difíciles de contrarrestar cuanto mayor es nuestro desarrollo. Cada vez hay más conflic-tos que interrumpen la vida de millones de personas. Crece el índice de divorcios, suicidios, pacientes con depresión o desbalances emocionales, empleados insatisfechos… Incluso se dice que las crisis económicas y sociales a nivel mundial son mucho más fuertes ahora que hace veinte años.
Un ejemplo de ello es lo que menciona Ian I. Mitroff, experto en manejo de crisis y profesor en la Marshall School of Business: «En 2001 poca gente hubiera entendido el concepto de bombas voladoras, hasta que sucedió el atentado contra las Torres Gemelas. Definitivamente, a pesar de toda la tecnología y los avances en seguridad, no estaban preparados para ello. Ahora hay que pensar lo impensable».
¿Cuál es la diferencia entre nosotros y las personas expertas en manejar las crisis? ¿En qué radica que ciertas organizaciones alcancen a distinguir las lecciones escondidas en medio de la turbulencia? ¿Por qué unas sobresalen y otras no?
Me queda claro que esto va más allá de la actitud, aunque no la excluyo por completo. No podemos guiarnos solo por teorías motivacionales que señalan que para enfrentar la vida basta con sonreír y pensar que nada malo acontece. Ayuda, pero no es suficiente.
El secreto está en el proceso. Después de una crisis, cada proceso es diferente en cada ser humano u organización. El que ha llevado Estados Unidos para salir de su recesión actual es distinto del que inició Coca-Cola para cambiar su cultura corporativa.