Julito Cabello y los zombis enamorados. Esteban Cabezas

Julito Cabello y los zombis enamorados - Esteban Cabezas


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forma con nuestra adorable nana, la Clementina. Y algo le escuché (anda hablando solo) de que ya era hora de buscarle un jardín al Beltrán.

      ¿Un jardín? ¿Un jardín zoológico? Qué podrido soy. Igual podríamos ir a visitarlo los domingos…

      ●8

      SIGO QUEJÁNDOME Y QUÉ

      MIENTRAS MI PAPÁ estrena delantal nuevo, me acabo de dar cuenta (ando un poco lento) de que tengo un problema extra: vienen las pruebas de fin de año y siempre he estudiado con Aarón.

      O, más bien, él estudia y yo lo acompaño.

      O, mejor dicho, él me explica todo y yo solo escucho.

      Cuando le pregunté si íbamos a repasar Matemáticas, me miró de manera extraña y luego siguió mirando a la Marilú, que estaba al otro lado del patio. Estaba bien lejos, pero es tan rosada que supe altiro que era ella.

      Valor.

      Parece que voy a tener que estudiar. Y solo. Qué duro.

      ¿Podré pedirles ayuda a mis papás? No creo, porque la única vez que les pregunté algo de Matemáticas fue como si les hablara en klingon. Es que son muy antiguos y en su época les enseñaban pintura rupestre en Artes Visuales.

      Jo.

      Además mi mamá, que es la que históricamente más me ayuda, sigue muy fugada. La casa está hecha un caos, el Beltrán anda paseándose con la boca llena y las camas están sin hacer.

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      Lo mejor de todo es que solo comemos pizza.

      Yo, feliz, pero mi papá anda alegando. Yo creo que está un poco celoso porque mi mamá se va a poner famosa, va a dar entrevistas y a ganar varios millones de pesos.

      La única lata es que ahora ninguno de los dos me puede ayudar a estudiar.

      ¿Qué hago? ¿Estudio solo?

      Aaaaargh. Ya me estresé al cubo.

      ●9

      VIVA LA MADRE NATURALEZA

      ¡SALVADO!

       Wow!

      Un nuevo día y al Aarón también le salió una espinilla, así que anda escondido de la Marilú. ¡Bien! Esa misma tarde se fue para mi casa (envuelto en una bufanda) y comenzamos a estudiar. Nunca, nunca había tenido tantas ganas de repasar alguna materia.

      Nos encerramos, sacamos los cuadernos y les dimos duro a las Matemáticas (igual jugamos un poquito de compu antes).

      Todo bien, pero en medio de los números del cuaderno del Aarón, aparecían unos corazoncitos que mi amigo había dibujado.

      ¿Será contagioso?

      Salimos de la pieza solo para hacernos unos panes con palta y un vaso de leche. Mi casa, como ya les conté, seguía patas para arriba. Además de que el hámster (humano) se había comido casi todo el pan, mi papá andaba como perdido sin mi mamá y ella seguía muy encerrada escribiendo sin parar.

      Pero, de repente, ella abrió la puerta, nos miró, vio el desorden que teníamos en la cocina y dijo:

      —¿Por qué los hombres no tienen la capacidad organizativa de nosotras, las mujeres?

      Primero, mi papá abrió la boca. Después, el Aarón y, luego, yo. Hasta el Beltrán la abrió y se le cayó un montón de migas todas masticadas (qué asco).

      Mi mamá no es así. O, más bien, no era así. Parece que se puso feminista, con todo ese cuento de las mujeres contra los hombres.

      ¿Será por el libro que está escribiendo, habrá visto demasiado a Las Chicas Superpoderosas o se habrá aburrido de vivir con tantos hombres en la casa?

      No sé.

      Nos miró como si fuéramos protagonistas de un programa de Animal Planet, dio la vuelta y se volvió a encerrar. Inmediatamente escuchamos el teclado del computador.

      Mi pobre papá seguía con la boca abierta. De repente como que se despertó, agarró al Beltrán y le limpió la cara. Nos ayudó a tostar los panes (todos premasticados por el “roedor”), nos hizo un cariño en la cabeza y salió con Beltrán a tomar un helado.

      Lo raro es que él era el que estaba como helado. Creo que no entiende mucho qué le pasó a mi mamá. A lo mejor la abdujeron los marcianos y la devolvieron así: feminista. Entonces fueron las marcianas.

      ¡Perdón por lo fome!

      ¡Entiéndanme!, ¡estoy muy estresado!

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